Maes, vieran la vara con los números que acaba de tirar el INEC. Si uno lee solo el titular, hasta que dan ganas de celebrar: el desempleo bajó a 7,6%. ¡Qué bien suena! Uno se imagina que la cosa está mejorando, que hay más oportunidades y que por fin vamos saliendo del hueco. Pero, como casi todo en esta vida, el diablo está en los detalles. Y cuando uno rasca un poquito la superficie de esa cifra, se da cuenta de que la fiesta no es tal. Más bien, parece que estamos frente a un maquillaje estadístico que esconde una realidad bastante más agüevada.
Vamos a desmenuzar el chunche. El gran "pero" de este anuncio es que la cantidad de gente con brete, lo que los técnicos llaman "población ocupada", no se movió. Sigue estancada en unos 2,15 millones de personas. Diay, entonces la pregunta del millón es: si no se crearon más puestos de trabajo, ¿a dónde se fue la gente que antes contaba como desempleada? La respuesta es lo que realmente debería preocuparnos: un montón de ticos, simple y sencillamente, dejaron de buscar trabajo. Se cansaron, se rindieron o encontraron una forma de sobrevivir fuera del mercado formal, y al dejar de buscar, ¡pum!, desaparecen de la estadística de desempleo.
Aquí es donde la cosa se pone fea y uno dice: ¡qué torta! Que el desempleo baje porque la gente tira la toalla no es una victoria, es un síntoma de un problema más profundo. Es la señal de un mercado laboral tan tieso que desanima hasta al más optimista. El mismo informe del INEC lo confirma: la "tasa de participación", que es la gente en edad de trabajar que tiene o busca activamente un empleo, no tuvo cambios significativos. Peor aún, en el caso de los hombres, ¡esa participación bajó! O sea, menos maes en la cancha. Esto no es una mejoría económica, es gente que el sistema está expulsando por agotamiento.
Al final, esta cifra del 7,6% se siente como un espejismo en el desierto. Para el que lleva meses mandando currículums y no lo llaman ni para decirle que no, escuchar que "el desempleo bajó" debe sentirse como una cachetada. La percepción en la calle no es de bonanza. Es de gente haciendo maromas para llegar a fin de mes, de profesionales manejando un Uber porque no encuentran nada en lo suyo, y de jóvenes que sienten que, por más que estudien, el panorama está complicadísimo. Uno puede estar bien salado y pasar meses en esa búsqueda, y que un número frío te diga que la cosa está mejorando es, como mínimo, frustrante.
El punto no es ser pesimista por deporte, sino leer más allá de los titulares triunfalistas. Claro que es bueno que el subempleo y la informalidad también muestren una leve baja, pero la vara principal, el motor del asunto, es que no estamos creando los bretes que la gente necesita. La discusión no debería ser sobre ese 7,6%, sino sobre por qué tantos compatriotas se sienten sin otra opción más que bajarse del bus del mercado laboral. Esa es la conversación que realmente importa para entender el pulso del país. Pero bueno, más allá de los números, quiero saber de ustedes: ¿Cómo sienten la calle? ¿Está más fácil o más yuca conseguir brete? ¿Conocen a alguien que ya mejor tiró la toalla y dejó de buscar? ¡Los leo en los comentarios!
Vamos a desmenuzar el chunche. El gran "pero" de este anuncio es que la cantidad de gente con brete, lo que los técnicos llaman "población ocupada", no se movió. Sigue estancada en unos 2,15 millones de personas. Diay, entonces la pregunta del millón es: si no se crearon más puestos de trabajo, ¿a dónde se fue la gente que antes contaba como desempleada? La respuesta es lo que realmente debería preocuparnos: un montón de ticos, simple y sencillamente, dejaron de buscar trabajo. Se cansaron, se rindieron o encontraron una forma de sobrevivir fuera del mercado formal, y al dejar de buscar, ¡pum!, desaparecen de la estadística de desempleo.
Aquí es donde la cosa se pone fea y uno dice: ¡qué torta! Que el desempleo baje porque la gente tira la toalla no es una victoria, es un síntoma de un problema más profundo. Es la señal de un mercado laboral tan tieso que desanima hasta al más optimista. El mismo informe del INEC lo confirma: la "tasa de participación", que es la gente en edad de trabajar que tiene o busca activamente un empleo, no tuvo cambios significativos. Peor aún, en el caso de los hombres, ¡esa participación bajó! O sea, menos maes en la cancha. Esto no es una mejoría económica, es gente que el sistema está expulsando por agotamiento.
Al final, esta cifra del 7,6% se siente como un espejismo en el desierto. Para el que lleva meses mandando currículums y no lo llaman ni para decirle que no, escuchar que "el desempleo bajó" debe sentirse como una cachetada. La percepción en la calle no es de bonanza. Es de gente haciendo maromas para llegar a fin de mes, de profesionales manejando un Uber porque no encuentran nada en lo suyo, y de jóvenes que sienten que, por más que estudien, el panorama está complicadísimo. Uno puede estar bien salado y pasar meses en esa búsqueda, y que un número frío te diga que la cosa está mejorando es, como mínimo, frustrante.
El punto no es ser pesimista por deporte, sino leer más allá de los titulares triunfalistas. Claro que es bueno que el subempleo y la informalidad también muestren una leve baja, pero la vara principal, el motor del asunto, es que no estamos creando los bretes que la gente necesita. La discusión no debería ser sobre ese 7,6%, sino sobre por qué tantos compatriotas se sienten sin otra opción más que bajarse del bus del mercado laboral. Esa es la conversación que realmente importa para entender el pulso del país. Pero bueno, más allá de los números, quiero saber de ustedes: ¿Cómo sienten la calle? ¿Está más fácil o más yuca conseguir brete? ¿Conocen a alguien que ya mejor tiró la toalla y dejó de buscar? ¡Los leo en los comentarios!