Maes, hablemos de una vara seria. Justo para el Día Internacional de la Juventud, el Gobierno se mandó con el lanzamiento de la nueva Política Pública de la Persona Joven (mejor conocida como PPPJ), que va a marcar la cancha para los próximos cinco años. Esta es ya la sexta versión de la política, lo que nos deja con la pregunta del millón flotando en el aire: ¿será que esta vez sí le pegan al clavo o es otro documento bienintencionado que terminará acumulando polvo en un estante?
La vara, en papel, suena a cachete. El plan, presentado por el Ministerio de Cultura y Juventud, se basa en seis ejes que, seamos honestos, atacan justo donde más nos duele. Hablan de prevención de la violencia para que podamos andar más seguros; de salud mental como un derecho, a ver si ir al psicólogo deja de ser un lujo; de darle un empujón a los emprendimientos para los que se la juegan con negocio propio; de generar brete de calidad y no solo prácticas sin paga; de una educación que de verdad sirva para algo en el mundo real; y de mejorar los servicios públicos para nosotros. Diay, si logran la mitad de eso, ya sería una ganancia.
Un punto a favor, y hay que reconocerlo, es que esta vez parece que sí escucharon. El documento no se lo sacaron de la manga en una oficina con aire acondicionado en San José. Dicen que es el resultado de un montón de talleres y consultas por todo el país, donde le preguntaron a 1,790 jóvenes de zonas rurales, comunidades indígenas, población afro, diversidades sexuales y personas con discapacidad. Además, la cosa tiene el respaldo técnico de peces gordos como la OCDE y el Organismo Internacional de Juventud. Tener a gente carga como esa metiendo la cuchara significa que, al menos en teoría, la vara tiene pies y cabeza y no estamos inventando el agua tibia.
Claro, el discurso oficial siempre es optimista. El viceministro de Juventud, Miguel Arrieta, dijo que esto es “la voz de las juventudes convertida en acciones concretas” y un “pacto entre el Estado y una generación”. Suena lindísimo, ¿verdad? Pero la realidad de muchos es otra. Es la de pulsearla para conseguir un brete decente con un título universitario en la mano, solo para toparse con la barrera del "se requieren 5 años de experiencia" para un puesto junior. Es la ansiedad de no saber cómo pagar las cuentas o de sentir que el sistema no está diseñado para nosotros. La gran brecha no está en las buenas intenciones, sino en la ejecución.
Al final del día, esta nueva PPPJ es una hoja de ruta. Un mapa que, si se sigue, podría llevarnos a un mejor puerto. El peligro es que se quede en eso, en un mapa guardado en un cajón, otro chunche burocrático para archivar. El verdadero reto empieza ahora: pasar de las palabras bonitas a los hechos concretos, de los ejes estratégicos a oportunidades reales que se sientan en la calle. Por eso, la pelota también está en nuestra cancha para exigir que esto no se olvide en un par de meses. Y ustedes, ¿qué opinan? De todos los ejes que proponen, ¿cuál les urge más que se haga realidad? Y la pregunta más importante: ¿le tienen fe a esta vara o creen que, como otras veces, se va a ir al traste por falta de seguimiento?
La vara, en papel, suena a cachete. El plan, presentado por el Ministerio de Cultura y Juventud, se basa en seis ejes que, seamos honestos, atacan justo donde más nos duele. Hablan de prevención de la violencia para que podamos andar más seguros; de salud mental como un derecho, a ver si ir al psicólogo deja de ser un lujo; de darle un empujón a los emprendimientos para los que se la juegan con negocio propio; de generar brete de calidad y no solo prácticas sin paga; de una educación que de verdad sirva para algo en el mundo real; y de mejorar los servicios públicos para nosotros. Diay, si logran la mitad de eso, ya sería una ganancia.
Un punto a favor, y hay que reconocerlo, es que esta vez parece que sí escucharon. El documento no se lo sacaron de la manga en una oficina con aire acondicionado en San José. Dicen que es el resultado de un montón de talleres y consultas por todo el país, donde le preguntaron a 1,790 jóvenes de zonas rurales, comunidades indígenas, población afro, diversidades sexuales y personas con discapacidad. Además, la cosa tiene el respaldo técnico de peces gordos como la OCDE y el Organismo Internacional de Juventud. Tener a gente carga como esa metiendo la cuchara significa que, al menos en teoría, la vara tiene pies y cabeza y no estamos inventando el agua tibia.
Claro, el discurso oficial siempre es optimista. El viceministro de Juventud, Miguel Arrieta, dijo que esto es “la voz de las juventudes convertida en acciones concretas” y un “pacto entre el Estado y una generación”. Suena lindísimo, ¿verdad? Pero la realidad de muchos es otra. Es la de pulsearla para conseguir un brete decente con un título universitario en la mano, solo para toparse con la barrera del "se requieren 5 años de experiencia" para un puesto junior. Es la ansiedad de no saber cómo pagar las cuentas o de sentir que el sistema no está diseñado para nosotros. La gran brecha no está en las buenas intenciones, sino en la ejecución.
Al final del día, esta nueva PPPJ es una hoja de ruta. Un mapa que, si se sigue, podría llevarnos a un mejor puerto. El peligro es que se quede en eso, en un mapa guardado en un cajón, otro chunche burocrático para archivar. El verdadero reto empieza ahora: pasar de las palabras bonitas a los hechos concretos, de los ejes estratégicos a oportunidades reales que se sientan en la calle. Por eso, la pelota también está en nuestra cancha para exigir que esto no se olvide en un par de meses. Y ustedes, ¿qué opinan? De todos los ejes que proponen, ¿cuál les urge más que se haga realidad? Y la pregunta más importante: ¿le tienen fe a esta vara o creen que, como otras veces, se va a ir al traste por falta de seguimiento?
