¡Ay, Dios mío! Esto sí que es un despiche, ¿eh? Resulta que el barco que compró el Sinac para vigilar la Isla del Coco, ese 'Guardián' que nos costó medio billón de colones, está más abandonado que perro callejero. Lo compraron con bombos y platillos en 2019, pa’ echarle ojo a los pescaítes ilegales y a quien quiera hacerle cositas al patrimonio nacional, y ahora… bueno, ahora parece que es una escultura oxidada en Bahia Golfito.
Según un reporte elaborado por unos funcionarios del Sinac – Maikeel Pérez Montero y Esteban Herrera Herrera, nombres pa’ recordar – , el barco venía con más fallas que rolo chino barato. Grietas por todos lados, hélices que no andaban bien, y el piloto automático loco como turista en despedida. Un verdadero dolor de cabeza, diay. Imaginen la vergüenza pa' el país cuando te das cuenta que tiraste media mazmorra en un navío que no puede ni salir de la marina.
Lo peor es que, aparentemente, vieron las fallas desde el principio. Parece que hicieron unas pruebas con la empresa Lutz y unos holandeses, pero se suspendieron a último minuto. Y ahí nomás, siguieron hasta Golfito, a darle una mirada rápida. Hallaron baterías descargadas, esos perkos que usan pa’ sostener cosas mal puestos... Parece que nadie quería admitir que estaban metidos en una torta grande.
Y eso no es todo, chunches. Las hélices, que deberían estar hechas pa’ aguantar el sol y la sal, no tenían ánodos de zinc. ¿Pa’ qué?, pues que duraron menos que hielo en el infierno. Además, encontron más grietas en la defensa del barco, incluso después de que ya le habían hecho arreglos previos. ¡Más que perdido!, se fue al traste el negocio, parecía.
Después de muchas pruebas y tanteos, descubrieron que el problema era aún más grave. Un deterioro serio en el sistema de propulsión, causado por la falta de ánodos de zinc. ¡Imagínate la bronca!, el barco estaba sufriendo de electrolisis, que es como si le estuvieran dando corriente eléctrica. Estos señores del Sinac explicaron que esto no tenía nada que ver con el famoso “caso del casco sucio”, que ya es otro capítulo aparte de la novela de la burocracia y el dinero público. Cada fiasco cuesta cara, mae.
Y ni hablar de las soluciones chapuceras que intentaron ponerle. Un representante de Lutz intentó instalar un repuesto “diferente al original”, porque, claro, el que era el original ya estaba hecho pedazos. Aunque lograron, con mucho esfuerzo, llevar el barco al agua para una prueba, ¡las cosas siguieron horribles! No alcanzaban la velocidad prometida, el rumbo iba por donde quisiera, y el capitán Matthais Van Der Leek tuvo que andar luchando pa’ mantener el barco en línea. Al final, los de Lutz dijeron que preferían irse a casa, dejando atrás un rastro de frustración y colones desperdiados.
Las especificaciones técnicas eran claras: un barco de 14 metros, capaz de navegar a 40 nudos y transportar siete personas. Pero la realidad distaba mucho de la promesa. CR Hoy ya había revelado que este barco no cumplía con los requisitos mínimos exigidos en el cartel de licitación. ¡Y vaya que la compraron igual! El comandante Adrián Delgado, jefe de mantenimiento del Guardacostas, levantó la voz y señaló específicamente que el barco carecía de la capacidad necesaria para llevar pasajeros y carga, elementos cruciales para patrullar contra el narcotráfico. Todo documentado, todo archivado… y el barco sigue varado.
Con todo este panorama, es difícil no preguntarse: ¿Cómo es posible que se gaste medio billón de colones en un barco que ni siquiera cumple sus funciones básicas? ¿Quiénes fueron los responsables de aprobar esta compra tan cuestionable? ¿Será que el gobierno invertirá en solucionar este problema o el ‘Guardián de la Isla del Coco’ seguirá siendo un monumento al despilfarro público? ¿Ustedes creen que es tiempo de pedir responsabilidades a los involucrados?
Según un reporte elaborado por unos funcionarios del Sinac – Maikeel Pérez Montero y Esteban Herrera Herrera, nombres pa’ recordar – , el barco venía con más fallas que rolo chino barato. Grietas por todos lados, hélices que no andaban bien, y el piloto automático loco como turista en despedida. Un verdadero dolor de cabeza, diay. Imaginen la vergüenza pa' el país cuando te das cuenta que tiraste media mazmorra en un navío que no puede ni salir de la marina.
Lo peor es que, aparentemente, vieron las fallas desde el principio. Parece que hicieron unas pruebas con la empresa Lutz y unos holandeses, pero se suspendieron a último minuto. Y ahí nomás, siguieron hasta Golfito, a darle una mirada rápida. Hallaron baterías descargadas, esos perkos que usan pa’ sostener cosas mal puestos... Parece que nadie quería admitir que estaban metidos en una torta grande.
Y eso no es todo, chunches. Las hélices, que deberían estar hechas pa’ aguantar el sol y la sal, no tenían ánodos de zinc. ¿Pa’ qué?, pues que duraron menos que hielo en el infierno. Además, encontron más grietas en la defensa del barco, incluso después de que ya le habían hecho arreglos previos. ¡Más que perdido!, se fue al traste el negocio, parecía.
Después de muchas pruebas y tanteos, descubrieron que el problema era aún más grave. Un deterioro serio en el sistema de propulsión, causado por la falta de ánodos de zinc. ¡Imagínate la bronca!, el barco estaba sufriendo de electrolisis, que es como si le estuvieran dando corriente eléctrica. Estos señores del Sinac explicaron que esto no tenía nada que ver con el famoso “caso del casco sucio”, que ya es otro capítulo aparte de la novela de la burocracia y el dinero público. Cada fiasco cuesta cara, mae.
Y ni hablar de las soluciones chapuceras que intentaron ponerle. Un representante de Lutz intentó instalar un repuesto “diferente al original”, porque, claro, el que era el original ya estaba hecho pedazos. Aunque lograron, con mucho esfuerzo, llevar el barco al agua para una prueba, ¡las cosas siguieron horribles! No alcanzaban la velocidad prometida, el rumbo iba por donde quisiera, y el capitán Matthais Van Der Leek tuvo que andar luchando pa’ mantener el barco en línea. Al final, los de Lutz dijeron que preferían irse a casa, dejando atrás un rastro de frustración y colones desperdiados.
Las especificaciones técnicas eran claras: un barco de 14 metros, capaz de navegar a 40 nudos y transportar siete personas. Pero la realidad distaba mucho de la promesa. CR Hoy ya había revelado que este barco no cumplía con los requisitos mínimos exigidos en el cartel de licitación. ¡Y vaya que la compraron igual! El comandante Adrián Delgado, jefe de mantenimiento del Guardacostas, levantó la voz y señaló específicamente que el barco carecía de la capacidad necesaria para llevar pasajeros y carga, elementos cruciales para patrullar contra el narcotráfico. Todo documentado, todo archivado… y el barco sigue varado.
Con todo este panorama, es difícil no preguntarse: ¿Cómo es posible que se gaste medio billón de colones en un barco que ni siquiera cumple sus funciones básicas? ¿Quiénes fueron los responsables de aprobar esta compra tan cuestionable? ¿Será que el gobierno invertirá en solucionar este problema o el ‘Guardián de la Isla del Coco’ seguirá siendo un monumento al despilfarro público? ¿Ustedes creen que es tiempo de pedir responsabilidades a los involucrados?