Gente, hablemos de esa bonita tradición tica de abrir el recibo del agua y sentir un frío existencial recorriendo la espalda. Si últimamente han pensado "diay, pero ¿en qué momento llené una piscina olímpica?", no están locos. Resulta que la última gracia del AyA es que estamos pagando prácticamente el doble por cada gota que consumimos. Y no es porque de repente nos volvimos derrochadores, sino por un despiche monumental en sus tuberías. Así como lo leen: la mitad de lo que pagamos no es por el agua que usamos, sino por la que se pierde en el camino. ¡Qué torta!
Vamos a los números, que es donde la cosa se pone fea de verdad. Según la Defensoría de los Habitantes y la Aresep, el AyA tiene un "Agua No Contabilizada" (el nombre técnico para el chorro de agua que se desperdicia) del 57%. ¡Más de la mitad! Esto significa que de los ¢955 que nos cobran por una unidad de medida, en realidad solo estamos usando ¢448. El resto, maes, es para subsidiar la ineficiencia. La Defensoría lo dijo con palabras bonitas: "se trasladan los costos a la tarifa final". Traducción al buen tico: el tubo está roto y la cuenta la pagamos nosotros. Estamos salados, porque nuestro consumo consciente y el esfuerzo por ahorrar se van al traste por una infraestructura que parece un colador.
Y claro, como era de esperarse, a la gente se le acabó la paciencia. La Defensoría no se mandó a investigar al AyA por puro gusto; lo hicieron porque tienen encima más de 1.100 denuncias de usuarios. ¡Mil cien! Quejas por cobros excesivos, por falta de agua (la ironía), por proyectos que duermen el sueño de los justos... en fin, el paquete completo. Con este panorama, que el AyA se jale una torta de este calibre no es solo un problema técnico, es una falta de respeto al consumidor. Y para la cereza del pastel, cuando Diario Extra les preguntó qué piensan hacer al respecto, la respuesta fue... el sonido de los grillos. Cero, nada. Al cierre de edición, silencio total.
Lo más frustrante de toda esta vara es la impotencia que genera. Uno como ciudadano se faja, hace su parte, cuida el agua, paga los recibos a tiempo... para terminar financiándole la ineficiencia a una institución pública. Es que, mae, no estamos hablando de una empresita de garaje, ¡es Acueductos y Alcantarillados! Se supone que tienen un brete fundamental: garantizar el acceso a un recurso vital de forma eficiente. Perder el 57% del agua en un país que se vende como "verde" y sostenible no solo es un mal chiste, es una vergüenza operativa que nos está costando un ojo de la cara a todos y cada uno de nosotros.
Ahora les paso la bola a ustedes, la comunidad pensante de este foro. Más allá de la indignación que, creo, todos compartimos, ¿qué sigue? ¿Creen que esta investigación de la Defensoría realmente va a cambiar algo o será otro saludo a la bandera? Me encantaría leer sus experiencias con los recibos del AyA, si han notado estos picos absurdos y, sobre todo, si ven alguna salida a este despiche que no sea simplemente seguir pagando por tuberías rotas. ¿Estamos condenados a pagar el doble para siempre?
Vamos a los números, que es donde la cosa se pone fea de verdad. Según la Defensoría de los Habitantes y la Aresep, el AyA tiene un "Agua No Contabilizada" (el nombre técnico para el chorro de agua que se desperdicia) del 57%. ¡Más de la mitad! Esto significa que de los ¢955 que nos cobran por una unidad de medida, en realidad solo estamos usando ¢448. El resto, maes, es para subsidiar la ineficiencia. La Defensoría lo dijo con palabras bonitas: "se trasladan los costos a la tarifa final". Traducción al buen tico: el tubo está roto y la cuenta la pagamos nosotros. Estamos salados, porque nuestro consumo consciente y el esfuerzo por ahorrar se van al traste por una infraestructura que parece un colador.
Y claro, como era de esperarse, a la gente se le acabó la paciencia. La Defensoría no se mandó a investigar al AyA por puro gusto; lo hicieron porque tienen encima más de 1.100 denuncias de usuarios. ¡Mil cien! Quejas por cobros excesivos, por falta de agua (la ironía), por proyectos que duermen el sueño de los justos... en fin, el paquete completo. Con este panorama, que el AyA se jale una torta de este calibre no es solo un problema técnico, es una falta de respeto al consumidor. Y para la cereza del pastel, cuando Diario Extra les preguntó qué piensan hacer al respecto, la respuesta fue... el sonido de los grillos. Cero, nada. Al cierre de edición, silencio total.
Lo más frustrante de toda esta vara es la impotencia que genera. Uno como ciudadano se faja, hace su parte, cuida el agua, paga los recibos a tiempo... para terminar financiándole la ineficiencia a una institución pública. Es que, mae, no estamos hablando de una empresita de garaje, ¡es Acueductos y Alcantarillados! Se supone que tienen un brete fundamental: garantizar el acceso a un recurso vital de forma eficiente. Perder el 57% del agua en un país que se vende como "verde" y sostenible no solo es un mal chiste, es una vergüenza operativa que nos está costando un ojo de la cara a todos y cada uno de nosotros.
Ahora les paso la bola a ustedes, la comunidad pensante de este foro. Más allá de la indignación que, creo, todos compartimos, ¿qué sigue? ¿Creen que esta investigación de la Defensoría realmente va a cambiar algo o será otro saludo a la bandera? Me encantaría leer sus experiencias con los recibos del AyA, si han notado estos picos absurdos y, sobre todo, si ven alguna salida a este despiche que no sea simplemente seguir pagando por tuberías rotas. ¿Estamos condenados a pagar el doble para siempre?