Mae, levanten la mano los que guardaron el paraguas y ya están pensando en las birras para el fin de semana. Diay, es que uno ve este solazo en pleno agosto, con el cielo más despejado que la conciencia de un bebé, y se queda pensando: “¿Qué es esta vara? ¿Ya se acabó el invierno y nadie me avisó?”. Pues no, no se confunda. No es que el planeta se volvió loco (bueno, no más de lo usual). Lo que estamos viviendo es un fenómeno que, aunque suene a cuento, es tan real como el presón de las 5 de la tarde en la General Cañas.
La respuesta, mis compas, es un viajero que viene de lejísimos: el famoso polvo del Sahara. Y no, no es que alguien se puso a barrer el desierto más grande del mundo y nos cayó todo el tierrero encima. La vara es más compleja y, la verdad, bastante tuanis. Imagínense una capa gigante de aire súper seco y caliente que nace allá, al otro lado del charco, en el norte de África. Esa capa es tan densa y seca que, cuando llega a nuestra zona, actúa como una especie de tapa o escudo. Básicamente, le pone un candado a la humedad y frena en seco la formación de las nubes de lluvia que nos tienen acostumbrados a los baldazos de la tarde. El resultado: días más secos, menos nubosidad y un calorcito que nos hace pensar en vacaciones.
Y uno se pregunta, ¿cómo carajos llega ese chunche hasta Tiquicia? Pues el responsable es un viejo conocido: los vientos alisios. Piensen en ellos como el Uber transatlántico de este fenómeno. Estos vientos son los que se encargan de empujar esa masa de aire seco a través de todo el océano Atlántico y, ¡pum!, nos la parquean encima por unos días. Es como si el planeta pusiera una secadora de pelo gigante sobre el Caribe y Centroamérica. Por eso es que en el Valle Central y, sobre todo, en Guanacaste, el efecto es tan marcado. Se siente un viento seco, el bochorno disminuye y las lluvias se toman un descanso, dejándonos con aguaceros muy aislados o, en el mejor de los casos, absolutamente nada.
Ahora, si usted es de los que piensa que esto es una señal del apocalipsis, ¡para nada! Esta vara es más tradicional que el gallo pinto en el desayuno. Según los cargas del Instituto Meteorológico Nacional (porque hay que darles crédito, esos maes saben lo que hacen), este fenómeno nos visita todos los años entre mayo y setiembre, siendo julio y agosto los meses pico. Lo que pasa es que a veces llega con más fuerza que otras. El evento de esta semana, por ejemplo, es más light que otros que hemos tenido, pero fue suficiente para darnos este respiro. Así que, si tenía ropa acumulada, aproveche, porque según los pronósticos, este “veranillo” regalado se nos va acabando para el lunes. Después de eso, de vuelta a la normalidad y a no salir sin sombrilla.
Al final, este veranillo fuera de temporada, cortesía del Sahara, es un recordatorio de lo increíblemente conectado que está el planeta. Lo que pasa a miles de kilómetros nos regala un fin de semana para secar la ropa o pegarse una escapada. Pero diay, también nos deja pensando en cómo los patrones climáticos, aunque cíclicos, se sienten cada vez más extraños. Es una de esas varas que te hacen decir "¡qué nivel la naturaleza!", pero al mismo tiempo te dejan con una ceja levantada. Así que, la pregunta del millón es:
Más allá de aprovechar el solcito, ¿les preocupa este tipo de fenómenos cada vez más notorios o simplemente lo ven como 'una vara más' del clima tico y lo disfrutan sin darle mucha mente? ¿Somos de los que nos relajamos con el veranillo o de los que nos preguntamos qué viene después?
La respuesta, mis compas, es un viajero que viene de lejísimos: el famoso polvo del Sahara. Y no, no es que alguien se puso a barrer el desierto más grande del mundo y nos cayó todo el tierrero encima. La vara es más compleja y, la verdad, bastante tuanis. Imagínense una capa gigante de aire súper seco y caliente que nace allá, al otro lado del charco, en el norte de África. Esa capa es tan densa y seca que, cuando llega a nuestra zona, actúa como una especie de tapa o escudo. Básicamente, le pone un candado a la humedad y frena en seco la formación de las nubes de lluvia que nos tienen acostumbrados a los baldazos de la tarde. El resultado: días más secos, menos nubosidad y un calorcito que nos hace pensar en vacaciones.
Y uno se pregunta, ¿cómo carajos llega ese chunche hasta Tiquicia? Pues el responsable es un viejo conocido: los vientos alisios. Piensen en ellos como el Uber transatlántico de este fenómeno. Estos vientos son los que se encargan de empujar esa masa de aire seco a través de todo el océano Atlántico y, ¡pum!, nos la parquean encima por unos días. Es como si el planeta pusiera una secadora de pelo gigante sobre el Caribe y Centroamérica. Por eso es que en el Valle Central y, sobre todo, en Guanacaste, el efecto es tan marcado. Se siente un viento seco, el bochorno disminuye y las lluvias se toman un descanso, dejándonos con aguaceros muy aislados o, en el mejor de los casos, absolutamente nada.
Ahora, si usted es de los que piensa que esto es una señal del apocalipsis, ¡para nada! Esta vara es más tradicional que el gallo pinto en el desayuno. Según los cargas del Instituto Meteorológico Nacional (porque hay que darles crédito, esos maes saben lo que hacen), este fenómeno nos visita todos los años entre mayo y setiembre, siendo julio y agosto los meses pico. Lo que pasa es que a veces llega con más fuerza que otras. El evento de esta semana, por ejemplo, es más light que otros que hemos tenido, pero fue suficiente para darnos este respiro. Así que, si tenía ropa acumulada, aproveche, porque según los pronósticos, este “veranillo” regalado se nos va acabando para el lunes. Después de eso, de vuelta a la normalidad y a no salir sin sombrilla.
Al final, este veranillo fuera de temporada, cortesía del Sahara, es un recordatorio de lo increíblemente conectado que está el planeta. Lo que pasa a miles de kilómetros nos regala un fin de semana para secar la ropa o pegarse una escapada. Pero diay, también nos deja pensando en cómo los patrones climáticos, aunque cíclicos, se sienten cada vez más extraños. Es una de esas varas que te hacen decir "¡qué nivel la naturaleza!", pero al mismo tiempo te dejan con una ceja levantada. Así que, la pregunta del millón es:
Más allá de aprovechar el solcito, ¿les preocupa este tipo de fenómenos cada vez más notorios o simplemente lo ven como 'una vara más' del clima tico y lo disfrutan sin darle mucha mente? ¿Somos de los que nos relajamos con el veranillo o de los que nos preguntamos qué viene después?