¡Ay, Dios mío! Aquí estamos otra vez, hablando del mismo rollo. Resulta que nuestro querido país, que siempre se ha creído el ombligo del mundo tecnológico, parece estar dando tumbos en el tema del emprendimiento. El BID soltó unas verdades bien fuertes sobre cómo estamos flojeándole en la partida de crear empresas de alto impacto. Ya saben, esas que generan empleo, innovación y nos sacan del lodo.
Según el estudio, tenemos un ecosistema bien 'delicado', pa' ponerle suave. Pocos fondadores, poca inversión y una relación rara entre quienes tienen ideas chingonas y quienes tienen el billete para financiarlas. Don Gustavo Crespi, el economista, no se anda con rodeos: dice que apenas hay unos 100 fundadores activos cuando deberíamos tener casi el doble. ¡Eso sí que es cargar plata al río!
Y ojo, que no es solo falta de lana. Parece que tampoco le estamos poniendo empeño a formar gente con esa mentalidad emprendedora. Claro, nuestras universidades preparan estudiantes listísimos en ciencia y tecnología – carreras STEM, como dicen ahora –, pero luego estos salen buscando un chuche seguro en una multinacional, en lugar de aventurarse a montar su propia movida. ¡Ya nadie quiere fajarse, diay!
Además, el panorama es complicado porque a los emprendedores nuevos les cuesta mucho competir con los sueldos que dan las compañías extranjeras. Imagínate dejar un trabajo estable con beneficios y seguridad social para meterte en un brete lleno de incertidumbre. ¡Ni loco, chunche! A menos que tengas una fe enorme o estés desesperado, claro.
Pero no todo está perdido, ¡aguante Costa Rica! Hay instituciones apoyando el tema, como el Sistema de Banca para el Desarrollo (SBD). Sin embargo, el problema es que hay un vacío grande entre lo que puede financiar el SBD – hasta unos 80 mil mangos – y lo que buscan los inversionistas privados, que piden al menos 250 mil. Ahí entra el temido 'valle de la muerte', donde muchas empresas mueren ahogadas antes de poder despegar.
El BID propone algunas cosas interesantes, como distinguir entre emprendimiento serio y el de pasatiempo, porque no podemos mezclar ambas cosas. También sugieren tener un líder que coordine todas las políticas de apoyo y quitarle piedras del camino a las startups con incentivos fiscales y facilidades para traer talento extranjero. ¡Será que alguien escucha, eh!
Mirando las estadísticas, el panorama no pinta muy alegre. Nos hemos ido perdiendo terreno en rankings internacionales de innovación y destinamos menos del 0.4% del PIB a investigación y desarrollo. ¡Estamos lejos, muy lejos, del promedio de otros países desarrollados! Esto demuestra que necesitamos un cambio radical, un empujón serio para darle vida a este ecosistema.
Entonces, mi gente, la gran pregunta es: ¿Estamos realmente comprometidos con el emprendimiento tecnológico en Costa Rica, o seguimos conformándonos con ver pasar la oportunidad mientras otros países se llevan la gloria? ¿Qué medidas concretas cree usted que deberían tomarse para cerrar este 'valle de la muerte' y convertirnos en un verdadero polo de innovación?
Según el estudio, tenemos un ecosistema bien 'delicado', pa' ponerle suave. Pocos fondadores, poca inversión y una relación rara entre quienes tienen ideas chingonas y quienes tienen el billete para financiarlas. Don Gustavo Crespi, el economista, no se anda con rodeos: dice que apenas hay unos 100 fundadores activos cuando deberíamos tener casi el doble. ¡Eso sí que es cargar plata al río!
Y ojo, que no es solo falta de lana. Parece que tampoco le estamos poniendo empeño a formar gente con esa mentalidad emprendedora. Claro, nuestras universidades preparan estudiantes listísimos en ciencia y tecnología – carreras STEM, como dicen ahora –, pero luego estos salen buscando un chuche seguro en una multinacional, en lugar de aventurarse a montar su propia movida. ¡Ya nadie quiere fajarse, diay!
Además, el panorama es complicado porque a los emprendedores nuevos les cuesta mucho competir con los sueldos que dan las compañías extranjeras. Imagínate dejar un trabajo estable con beneficios y seguridad social para meterte en un brete lleno de incertidumbre. ¡Ni loco, chunche! A menos que tengas una fe enorme o estés desesperado, claro.
Pero no todo está perdido, ¡aguante Costa Rica! Hay instituciones apoyando el tema, como el Sistema de Banca para el Desarrollo (SBD). Sin embargo, el problema es que hay un vacío grande entre lo que puede financiar el SBD – hasta unos 80 mil mangos – y lo que buscan los inversionistas privados, que piden al menos 250 mil. Ahí entra el temido 'valle de la muerte', donde muchas empresas mueren ahogadas antes de poder despegar.
El BID propone algunas cosas interesantes, como distinguir entre emprendimiento serio y el de pasatiempo, porque no podemos mezclar ambas cosas. También sugieren tener un líder que coordine todas las políticas de apoyo y quitarle piedras del camino a las startups con incentivos fiscales y facilidades para traer talento extranjero. ¡Será que alguien escucha, eh!
Mirando las estadísticas, el panorama no pinta muy alegre. Nos hemos ido perdiendo terreno en rankings internacionales de innovación y destinamos menos del 0.4% del PIB a investigación y desarrollo. ¡Estamos lejos, muy lejos, del promedio de otros países desarrollados! Esto demuestra que necesitamos un cambio radical, un empujón serio para darle vida a este ecosistema.
Entonces, mi gente, la gran pregunta es: ¿Estamos realmente comprometidos con el emprendimiento tecnológico en Costa Rica, o seguimos conformándonos con ver pasar la oportunidad mientras otros países se llevan la gloria? ¿Qué medidas concretas cree usted que deberían tomarse para cerrar este 'valle de la muerte' y convertirnos en un verdadero polo de innovación?