¡Ay, Dios mío! Parece que el nuevo sistema ERP de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) se ha convertido en una verdadera torta. La Contraloría General nos soltó la bomba este martes: ¡más de dos millones nuevecientas mil recetas médicas andan perdidas en el limbo digital! La gerente general, Marta Acosta, le dio una paliza a los diputados en la Asamblea Legislativa explicando cómo todo se fue al diablo desde que intentaron modernizar la administración.
Resulta que antes, cuando todavía usábamos sistemas viejitos pero funcionales, podíamos echarle un ojo a las existencias de los medicamentos, saber cuántas recetas habían sido atendidas y tener todo bajo control. Pero luego llegó el ERP, prometiendo eficiencia y modernización, y ahora... bueno, ahora estamos viendo un panorama bastante feo. Según Acosta, las farmacias ya no ven la mercancía en sus sistemas, así que tienen que andar haciendo cálculos a mano como si estuviéramos en la época de nuestros abuelos.
Y eso no es todo, maes. Imagínense tener que pedir medicinas basándose en pura suposición porque el sistema te está mintiendo. Las unidades de atención médica tuvieron que volver a sacar los libritos de inventario y empezar a anotar todo con lápiz y papel, ¡qué chinche! Emite una medida contingente para regresar al viejo sistema de registro, pero el problema raíz sigue ahí, clavado como un clavo oxidado.
La contralora también sacó a relucir otro brete: los pagos a los proveedores están demorándose como nunca. Antes, cada clínica o centro médico podía tramitar las facturas por su cuenta, agilizando el proceso. Ahora, todo pasa por la Tesorería Nacional, donde las facturas van por correo electrónico y las cuentas por pagar se validan manualmente. ¡Un verdadero cafecito! Esto ha generado retrasos de casi dos meses, poniendo en peligro la reputación de la Caja y exponiéndola a intereses y multas. Además, tuvieron que contratar más gente – ¡unas millonadas! – para tratar de poner orden en el caos.
Pero espera que hay más. Qintess, la empresa encargada de implementar el ERP, salió a defenderse diciendo que estas fallas son normales en proyectos de esta magnitud. Su vicepresidente, Alberto Quirós, aseguró que la transición implica una “fase de estabilización”. ¡Fase de estabilización, dice! Como si estuvieran jugando con nuestra salud y nuestro dinero. Nos dicen que puede tomar entre seis meses y un año, ¡o más!, para solucionar todos los problemas. Vaya paciencia nos toca tener.
La Contraloría, claro, no se quedó callada. Insistieron en que estos problemas no son simples ajustes; son fallas graves que se originaron porque no se revisaron bien las cosas antes de lanzar el sistema. Dijeron que estaban expuestos los servicios y el control interno de la CCSS, algo que no es precisamente ideal para quienes dependemos del sistema público de salud. Es como si hubieran construido un castillo de naipes esperando que soporte un huracán.
Muchos se preguntan si todo esto era previsible, si alguien debió haber puesto freno a esta modernización apresurada. Algunos expertos señalan que la falta de capacitación adecuada y la complejidad excesiva del sistema contribuyeron a este desastre. Otros culpan a la presión política y a la necesidad de mostrar resultados rápidos, aunque significaran sacrificar la calidad y la eficiencia. Lo cierto es que la ciudadanía está pagando el precio de estos errores, tanto en tiempo de espera como en costos económicos.
Ahora la pregunta es: ¿Cómo podemos exigir responsabilidades a los involucrados en esta debacle? ¿Será posible recuperar la confianza en la CCSS después de este golpe tan duro? ¿Consideran que debería haber una auditoría independiente exhaustiva para determinar quién es responsable de este fiasco y qué medidas se deben tomar para evitar que vuelva a ocurrir?
Resulta que antes, cuando todavía usábamos sistemas viejitos pero funcionales, podíamos echarle un ojo a las existencias de los medicamentos, saber cuántas recetas habían sido atendidas y tener todo bajo control. Pero luego llegó el ERP, prometiendo eficiencia y modernización, y ahora... bueno, ahora estamos viendo un panorama bastante feo. Según Acosta, las farmacias ya no ven la mercancía en sus sistemas, así que tienen que andar haciendo cálculos a mano como si estuviéramos en la época de nuestros abuelos.
Y eso no es todo, maes. Imagínense tener que pedir medicinas basándose en pura suposición porque el sistema te está mintiendo. Las unidades de atención médica tuvieron que volver a sacar los libritos de inventario y empezar a anotar todo con lápiz y papel, ¡qué chinche! Emite una medida contingente para regresar al viejo sistema de registro, pero el problema raíz sigue ahí, clavado como un clavo oxidado.
La contralora también sacó a relucir otro brete: los pagos a los proveedores están demorándose como nunca. Antes, cada clínica o centro médico podía tramitar las facturas por su cuenta, agilizando el proceso. Ahora, todo pasa por la Tesorería Nacional, donde las facturas van por correo electrónico y las cuentas por pagar se validan manualmente. ¡Un verdadero cafecito! Esto ha generado retrasos de casi dos meses, poniendo en peligro la reputación de la Caja y exponiéndola a intereses y multas. Además, tuvieron que contratar más gente – ¡unas millonadas! – para tratar de poner orden en el caos.
Pero espera que hay más. Qintess, la empresa encargada de implementar el ERP, salió a defenderse diciendo que estas fallas son normales en proyectos de esta magnitud. Su vicepresidente, Alberto Quirós, aseguró que la transición implica una “fase de estabilización”. ¡Fase de estabilización, dice! Como si estuvieran jugando con nuestra salud y nuestro dinero. Nos dicen que puede tomar entre seis meses y un año, ¡o más!, para solucionar todos los problemas. Vaya paciencia nos toca tener.
La Contraloría, claro, no se quedó callada. Insistieron en que estos problemas no son simples ajustes; son fallas graves que se originaron porque no se revisaron bien las cosas antes de lanzar el sistema. Dijeron que estaban expuestos los servicios y el control interno de la CCSS, algo que no es precisamente ideal para quienes dependemos del sistema público de salud. Es como si hubieran construido un castillo de naipes esperando que soporte un huracán.
Muchos se preguntan si todo esto era previsible, si alguien debió haber puesto freno a esta modernización apresurada. Algunos expertos señalan que la falta de capacitación adecuada y la complejidad excesiva del sistema contribuyeron a este desastre. Otros culpan a la presión política y a la necesidad de mostrar resultados rápidos, aunque significaran sacrificar la calidad y la eficiencia. Lo cierto es que la ciudadanía está pagando el precio de estos errores, tanto en tiempo de espera como en costos económicos.
Ahora la pregunta es: ¿Cómo podemos exigir responsabilidades a los involucrados en esta debacle? ¿Será posible recuperar la confianza en la CCSS después de este golpe tan duro? ¿Consideran que debería haber una auditoría independiente exhaustiva para determinar quién es responsable de este fiasco y qué medidas se deben tomar para evitar que vuelva a ocurrir?