Bueno, maes, si parpadean se lo pierden. El ajedrez político para el 2026 ya empezó a mover sus fichas, y aunque todavía se siente lejísimos, ya hay gente pidiendo campo en la primera fila. El protagonista de hoy es Eli Feinzaig, el diputado y cabeza del Partido Liberal Progresista (PLP), quien acaba de levantar la mano y decir "voy de nuevo", oficializando su precandidatura presidencial. Sí, leyeron bien. El mismo que vimos en la campaña del 2022 y que logró meter una bancada que prometía ser un dolor de cabeza para el oficialismo. La vara es que la historia ha cambiado un toque desde entonces, y el camino se ve bastante más empinado.
Acordémonos un toque. En 2022, el PLP fue la sorpresa. ¡Pum! Seis diputados de un solo tiro, con un discurso muy enfocado en la economía y el estado de derecho que le sonó bien a un montón de gente. Parecía que el liberalismo venía con todo a comerse la Asamblea Legislativa y a poner orden. Pero, diay, como en las mejores series de Netflix, el guion dio un giro inesperado. La bancada se desgranó más rápido que una galleta Soda en café. Se fueron Jorge Dengo, Johana Obando, Kattia Cambronero y Luis Diego Vargas, dejando a don Eli prácticamente solo con Gilberto Campos. Pasar de seis a dos es un golpe durísimo para cualquier partido que quiera proyectar fuerza y unidad.
Entonces, la pregunta del millón que todos nos hacemos en el cafecito de la tarde es: ¿por qué ahora? ¿Por qué lanzarse al agua con una fracción que parece más un dúo dinámico que una fuerza legislativa imponente? Algunos analistas dirán que es una jugada estratégica para no perder el *momentum* ni la relevancia mediática. Si no estás en la conversación, dejas de existir. Otros, quizás más cínicos, pensarán que es una movida para mantener el partido vivo y con acceso a la deuda política. Sea cual sea la razón, lo que es innegable es que Feinzaig tiene un brete titánico por delante: tiene que reconstruir la confianza no solo en el electorado, sino dentro de su propia gente.
Y es que esta movida de Feinzaig no pasa en el vacío. El panorama político nacional está hecho un despiche, para qué vamos a endulzarlo. Hay un montón de partidos nuevos que quieren su pedazo del pastel, otros partidos tradicionales tratando de revivir de sus cenizas, y una ciudadanía que, en su mayoría, está hasta la coronilla de la politiquería y ya no sabe ni en quién confiar. En medio de ese caos, posicionar un proyecto liberal, que ya de por sí tiene sus anticuerpos en un país acostumbrado al Estado paternalista, es una tarea de marca mayor. Va a necesitar mucho más que un par de buenos discursos en el Plenario.
Al final, la inscripción de don Eli es el primer disparo oficial en una carrera que va a ser larguísima y, probablemente, muy accidentada. Es un recordatorio de que, nos guste o no, la campaña electoral ya está calentando motores. La gran duda es si al PLP le alcanzará la gasolina para llegar a la meta con solo dos diputados como plataforma de despegue, o si esta movida es más que todo un acto de supervivencia para mantener la marca viva de cara a lo que venga. La cancha está abierta y los jugadores empiezan a mostrar sus cartas.
Ustedes qué dicen, maes... ¿Tiene chance real el PLP con Feinzaig otra vez, o es puro show para no desaparecer del mapa político? ¡Los leo!
Acordémonos un toque. En 2022, el PLP fue la sorpresa. ¡Pum! Seis diputados de un solo tiro, con un discurso muy enfocado en la economía y el estado de derecho que le sonó bien a un montón de gente. Parecía que el liberalismo venía con todo a comerse la Asamblea Legislativa y a poner orden. Pero, diay, como en las mejores series de Netflix, el guion dio un giro inesperado. La bancada se desgranó más rápido que una galleta Soda en café. Se fueron Jorge Dengo, Johana Obando, Kattia Cambronero y Luis Diego Vargas, dejando a don Eli prácticamente solo con Gilberto Campos. Pasar de seis a dos es un golpe durísimo para cualquier partido que quiera proyectar fuerza y unidad.
Entonces, la pregunta del millón que todos nos hacemos en el cafecito de la tarde es: ¿por qué ahora? ¿Por qué lanzarse al agua con una fracción que parece más un dúo dinámico que una fuerza legislativa imponente? Algunos analistas dirán que es una jugada estratégica para no perder el *momentum* ni la relevancia mediática. Si no estás en la conversación, dejas de existir. Otros, quizás más cínicos, pensarán que es una movida para mantener el partido vivo y con acceso a la deuda política. Sea cual sea la razón, lo que es innegable es que Feinzaig tiene un brete titánico por delante: tiene que reconstruir la confianza no solo en el electorado, sino dentro de su propia gente.
Y es que esta movida de Feinzaig no pasa en el vacío. El panorama político nacional está hecho un despiche, para qué vamos a endulzarlo. Hay un montón de partidos nuevos que quieren su pedazo del pastel, otros partidos tradicionales tratando de revivir de sus cenizas, y una ciudadanía que, en su mayoría, está hasta la coronilla de la politiquería y ya no sabe ni en quién confiar. En medio de ese caos, posicionar un proyecto liberal, que ya de por sí tiene sus anticuerpos en un país acostumbrado al Estado paternalista, es una tarea de marca mayor. Va a necesitar mucho más que un par de buenos discursos en el Plenario.
Al final, la inscripción de don Eli es el primer disparo oficial en una carrera que va a ser larguísima y, probablemente, muy accidentada. Es un recordatorio de que, nos guste o no, la campaña electoral ya está calentando motores. La gran duda es si al PLP le alcanzará la gasolina para llegar a la meta con solo dos diputados como plataforma de despegue, o si esta movida es más que todo un acto de supervivencia para mantener la marca viva de cara a lo que venga. La cancha está abierta y los jugadores empiezan a mostrar sus cartas.
Ustedes qué dicen, maes... ¿Tiene chance real el PLP con Feinzaig otra vez, o es puro show para no desaparecer del mapa político? ¡Los leo!