¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez con noticias que te dejan pensando… Resulta que en Provo, Utah, armaron una feria de empleo para el ICE – Instituto de Servicios de Inmigración y Control de Aduanas, pa’ los que no estén al día. Pero no era cualquier feria, ¡mamita! Habían cientos de gringos haciendo fila, con ganas de meterle ‘cachete’ a la aplicación de leyes migratorias. Un panorama bastante peculiar, ¿eh?
La movida empezó con la ley de presupuesto de Trump, que inyectó una jugada considerable de billetes – unos 170 mil millones de dólares – a la protección de las fronteras y esa cruzada contra la inmigración irregular. Con esos morlacos, el ICE planea contratar a 10,000 agentes nuevos, pa' agilizar el proceso de deportaciones que promete el presidente. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿hasta dónde llegará esto?
Lo más loco es la gente que se presentó. John Wolworth, un exmilitar de Colorado, llegó manejando ocho horas solo para aplicar. Traía su currículum colmao de credenciales: un título de enfermería, medallas del ejército, un certificado de puntería, ¡hasta de jujitsu! Decía que estaba ahí “pa’ defender a su país”, porque según él, “las fronteras son importantes y tenemos derecho a proteger nuestra cultura”. Bueno, cada quién con sus convicciones, ¿no creen?
La propaganda oficial del gobierno, con el mismísimo Tío Sam lucero en la página web, no ayudó precisamente a bajar la temperatura. Ya saben, la imagen del tío sam con el dedo señalando, diciéndole a los americanos que “Estados Unidos fue invadido por criminales y depredadores” y que “lo necesitan para sacar a esos tipos”. ¡Uy! Suena a película de Hollywood, pero es la realidad.
Entre la multitud había de todo: blancos, latinos, incluso algunos afrodescendientes. Allan Marquez, un tipo que trabaja en seguridad en una prisión donde reciben detenidos del ICE, opinó que las deportaciones masivas eran “necesarias para mantener segura la nación”. Eddie, que tiene raíces mexicanas, admitió tener cierto recelo tras las redadas recientes en Los Ángeles, donde entraron a ferreterías y autolavados... ¡parecía una arremetida directa contra la comunidad latina!
Pero lo que más me hizo levantar una ceja fue Eddie, que siendo de ascendencia mexicana, quería trabajar como agente migratorio. Dijo que prefería ser él quien aplicara la ley, “para asegurarse de que la gente sea tratada correctamente, aunque tenga que ser deportada”. ¡Qué dilema, mael! Se nota que la necesidad de un trabajo estable, con buen sueldo y beneficios, motiva a muchos a tragar sapo y entrarle a este brete.
Porque hablemos claro: el ICE está ofreciendo bonos de $10,000 al año, además de un salario digno y seguro médico. Walter Campbell, un exmarine de 26 años, no se anduvo con rodeos: “Mentiría si dijera que eso no me motivó.” Luego añadió que piensa que la inmigración es un problema de décadas y que la elección de Trump es un “mandato del pueblo”. ¡Con esas ganas de marchar a toda velocidad!
La verdad es que este escenario plantea muchas preguntas. ¿Estamos presenciando un genuino acto de patriotismo, una defensa legítima de la identidad nacional, o simplemente una búsqueda desesperada de estabilidad económica impulsada por promesas de dinero fácil? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestros valores humanos en aras de la seguridad y el control? ¿Ustedes creen que vale la pena convertirlos en guardias de frontera, incluso si tienen vínculos personales con la comunidad inmigrante? ¡Déjenme sus opiniones en el foro!
La movida empezó con la ley de presupuesto de Trump, que inyectó una jugada considerable de billetes – unos 170 mil millones de dólares – a la protección de las fronteras y esa cruzada contra la inmigración irregular. Con esos morlacos, el ICE planea contratar a 10,000 agentes nuevos, pa' agilizar el proceso de deportaciones que promete el presidente. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿hasta dónde llegará esto?
Lo más loco es la gente que se presentó. John Wolworth, un exmilitar de Colorado, llegó manejando ocho horas solo para aplicar. Traía su currículum colmao de credenciales: un título de enfermería, medallas del ejército, un certificado de puntería, ¡hasta de jujitsu! Decía que estaba ahí “pa’ defender a su país”, porque según él, “las fronteras son importantes y tenemos derecho a proteger nuestra cultura”. Bueno, cada quién con sus convicciones, ¿no creen?
La propaganda oficial del gobierno, con el mismísimo Tío Sam lucero en la página web, no ayudó precisamente a bajar la temperatura. Ya saben, la imagen del tío sam con el dedo señalando, diciéndole a los americanos que “Estados Unidos fue invadido por criminales y depredadores” y que “lo necesitan para sacar a esos tipos”. ¡Uy! Suena a película de Hollywood, pero es la realidad.
Entre la multitud había de todo: blancos, latinos, incluso algunos afrodescendientes. Allan Marquez, un tipo que trabaja en seguridad en una prisión donde reciben detenidos del ICE, opinó que las deportaciones masivas eran “necesarias para mantener segura la nación”. Eddie, que tiene raíces mexicanas, admitió tener cierto recelo tras las redadas recientes en Los Ángeles, donde entraron a ferreterías y autolavados... ¡parecía una arremetida directa contra la comunidad latina!
Pero lo que más me hizo levantar una ceja fue Eddie, que siendo de ascendencia mexicana, quería trabajar como agente migratorio. Dijo que prefería ser él quien aplicara la ley, “para asegurarse de que la gente sea tratada correctamente, aunque tenga que ser deportada”. ¡Qué dilema, mael! Se nota que la necesidad de un trabajo estable, con buen sueldo y beneficios, motiva a muchos a tragar sapo y entrarle a este brete.
Porque hablemos claro: el ICE está ofreciendo bonos de $10,000 al año, además de un salario digno y seguro médico. Walter Campbell, un exmarine de 26 años, no se anduvo con rodeos: “Mentiría si dijera que eso no me motivó.” Luego añadió que piensa que la inmigración es un problema de décadas y que la elección de Trump es un “mandato del pueblo”. ¡Con esas ganas de marchar a toda velocidad!
La verdad es que este escenario plantea muchas preguntas. ¿Estamos presenciando un genuino acto de patriotismo, una defensa legítima de la identidad nacional, o simplemente una búsqueda desesperada de estabilidad económica impulsada por promesas de dinero fácil? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestros valores humanos en aras de la seguridad y el control? ¿Ustedes creen que vale la pena convertirlos en guardias de frontera, incluso si tienen vínculos personales con la comunidad inmigrante? ¡Déjenme sus opiniones en el foro!