¡Aguante! Resulta que fuimos a Panamá hace unas semanas, representando al país en el Congreso de Tributación Internacional de la IFA. Suenan cosas raras, ¿verdad? Pues básicamente, nos dimos cuenta que el mundo va rapidísimo en temas de impuestos globales y nosotros seguimos a paso de tortuga, tratando de entender qué onda.
El congreso reunió a unos tipos bien pesados de asesoría fiscal internacional – gente que maneja billetes a lo grande. Entre ellos, Pascal Saint-Amans, el mismo que dirigió proyectos clave en la OCDE como el BEPS. Ese tal BEPS es un lío técnico que busca modernizar cómo se gravan las ganancias de las empresas multinacionales, especialmente las digitales, y ponerle un piso mínimo global del 15% a los impuestos.
Ahora, la cosa viene con dos pilares, como si fueran de un puente. El Pilar 1 trata de quién tiene derecho a cobrar los impuestos de las empresas que operan aquí sin tener oficinas ni personal, piénsese en Netflix, Spotify, Amazon… plataformas que hacen miles de colones aquí pero casi no aportan al erario nacional. Lo ideal sería que pagaran una parte de esos beneficios acá, pero ojo, esto es tecnológicamente complicado como las matemáticas de cuarto año.
El problema es que el Pilar 1 está medio varado. A pesar de que suena lógico actualizar las reglas para la economía digital, es tan difícil de implementar que hasta quienes lo idearon, en la OCDE, empiezan a dudar. Requiere un nivel de sofisticación técnica altísimo y encima, cuesta mucho dinero administrarlo. Para países como el nuestro, con presupuestos ajustados, la ganancia que podríamos obtener es mínima, ¡qué despiche!
Por otro lado, el Pilar 2, que es el impuesto mínimo del 15%, ha avanzado más rápido. Pero ahí entra otro problema, político: Estados Unidos, el motor económico mundial, todavía no se decide si lo adopta. En Europa sí hay movimiento; la Unión Europea ya aprobó una directiva y varios países como Alemania, Francia e Italia ya lo integraron en sus leyes. Pero ni hablar que no todo está perfecto por allá, hay diferencias de plazos, problemas técnicos y algunas asimetrías que complican la jugada.
Aquí en Costa Rica, la verdad, casi no hemos avanzado nada. Sí, hicimos algunas cosas para intercambiar información automáticamente con plataformas digitales, una resolución administrativa, MH-DGT-RES-0025-2024. Pero nada respecto al Pilar 2, el impuesto mínimo. El Ministerio de Hacienda ha sido bien cauteloso, preocupado por el impacto que esto podría tener en nuestras zonas francas, que son un símbolo del desarrollo económico del país.
Y claro, que estamos en campaña política tampoco ayuda. Parece que el gobierno nunca dejó de estarlo, y discutir temas tan complejos con el contexto internacional que tenemos se vuelve casi imposible. Se posponen decisiones, se evitan debates incómodos… qué lata.
Así que el panorama es incierto. Para 2026 se espera un nuevo borrador del Protocolo 1 de la Convención Marco de Cooperación Tributaria Internacional de la ONU, que puede ser una alternativa al Pilar 1. Mientras tanto, seguimos esperando que la comunidad internacional llegue a un acuerdo sobre el futuro de los impuestos globales… y nos toque pagar la factura. Entonces, ¿creen que Costa Rica debería apostar más fuerte por implementar estas reformas, aunque tengan costo inicial y generen debate, o prefieren esperar a ver qué pasa en el resto del mundo?
El congreso reunió a unos tipos bien pesados de asesoría fiscal internacional – gente que maneja billetes a lo grande. Entre ellos, Pascal Saint-Amans, el mismo que dirigió proyectos clave en la OCDE como el BEPS. Ese tal BEPS es un lío técnico que busca modernizar cómo se gravan las ganancias de las empresas multinacionales, especialmente las digitales, y ponerle un piso mínimo global del 15% a los impuestos.
Ahora, la cosa viene con dos pilares, como si fueran de un puente. El Pilar 1 trata de quién tiene derecho a cobrar los impuestos de las empresas que operan aquí sin tener oficinas ni personal, piénsese en Netflix, Spotify, Amazon… plataformas que hacen miles de colones aquí pero casi no aportan al erario nacional. Lo ideal sería que pagaran una parte de esos beneficios acá, pero ojo, esto es tecnológicamente complicado como las matemáticas de cuarto año.
El problema es que el Pilar 1 está medio varado. A pesar de que suena lógico actualizar las reglas para la economía digital, es tan difícil de implementar que hasta quienes lo idearon, en la OCDE, empiezan a dudar. Requiere un nivel de sofisticación técnica altísimo y encima, cuesta mucho dinero administrarlo. Para países como el nuestro, con presupuestos ajustados, la ganancia que podríamos obtener es mínima, ¡qué despiche!
Por otro lado, el Pilar 2, que es el impuesto mínimo del 15%, ha avanzado más rápido. Pero ahí entra otro problema, político: Estados Unidos, el motor económico mundial, todavía no se decide si lo adopta. En Europa sí hay movimiento; la Unión Europea ya aprobó una directiva y varios países como Alemania, Francia e Italia ya lo integraron en sus leyes. Pero ni hablar que no todo está perfecto por allá, hay diferencias de plazos, problemas técnicos y algunas asimetrías que complican la jugada.
Aquí en Costa Rica, la verdad, casi no hemos avanzado nada. Sí, hicimos algunas cosas para intercambiar información automáticamente con plataformas digitales, una resolución administrativa, MH-DGT-RES-0025-2024. Pero nada respecto al Pilar 2, el impuesto mínimo. El Ministerio de Hacienda ha sido bien cauteloso, preocupado por el impacto que esto podría tener en nuestras zonas francas, que son un símbolo del desarrollo económico del país.
Y claro, que estamos en campaña política tampoco ayuda. Parece que el gobierno nunca dejó de estarlo, y discutir temas tan complejos con el contexto internacional que tenemos se vuelve casi imposible. Se posponen decisiones, se evitan debates incómodos… qué lata.
Así que el panorama es incierto. Para 2026 se espera un nuevo borrador del Protocolo 1 de la Convención Marco de Cooperación Tributaria Internacional de la ONU, que puede ser una alternativa al Pilar 1. Mientras tanto, seguimos esperando que la comunidad internacional llegue a un acuerdo sobre el futuro de los impuestos globales… y nos toque pagar la factura. Entonces, ¿creen que Costa Rica debería apostar más fuerte por implementar estas reformas, aunque tengan costo inicial y generen debate, o prefieren esperar a ver qué pasa en el resto del mundo?