Siempre he pensado que hay mucha afinidad del cristianismo, específicamente más que todo el catolicismo, con el "pobrismo". La Iglesia ha querido siempre a los pobres, y contribuye a perpetuar ese estado, su ideología ha penetrado especialmente en este sector de la población, la Iglesia en América, enseñó a "creer, y no a pensar, a orar y no a trabajar". Jesús habló que bienaventurados los pobres de espíritu, los que tienen hambre, que es más fácil que pase un camello por una aguja que un rico entre en los cielos, mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen..., expulsó a los mercaderes del templo. Alguno ha dicho que fue enemigo del comercio, su predica de la venida del Reino inminente, no da espacio para otras cosas que no sea la oración y devoción.
No obstante, la interpretación de las escrituras del protestantismo, de Juan Calvino fue muy diferente, la consigna era más ayúdame Dios que te ayudaré, lo que tuvo repercusión directa en los países de dominio protestante, con el trabajo duro y esfuerzo por las cosas, a diferencia de latinoamerica.
Creo que aquí todavía prevale la idea del mundo terreno como "de paso", lo más importante es el "más allá". Aunque esto ha cambiado mucho, pero sí he oído decir a gente que para qué mejorar, que lo importante es lo poquito que tenemos, que Dios prové, que el materialismo es malo, la Iglesia ha visto la ambición y progreso siempre como algo pecaminoso. Los Papas por su parte, han denunciado injusticias, pero no han contribuído en nada a cambiar la actitud, hablan en contra el comercio y siguen empecinados en que este mundo es "de paso". No sé que pensarán las Iglesias evangélicas, me imagino que parecido a la católica, pero sí muy diferente son las protestantes. Ahí encontré este interesante artículo al respecto.
[h=1]Influencia de la religión en la economía: Calvinismo[/h]Es un lugar común afirmar que los alemanes trabajan más que los españoles, que aquí la productividad es más baja que en el norte de Europa o que los países del Mediterráneo son unos derrochadores que no piensan en el futuro. Por supuesto, hay de todo en todos los países pero los tópicos suelen guardar un resquicio de verdad. Si admitimos que Alemania, Inglaterra o los países escandinavos tienen una actitud hacia el trabajo y el dinero diferente a la nuestra, la pregunta clave es: ¿por qué? ¿Va en los genes? ¿En la tradición? Una posible respuesta es que esta actitud es influencia directa de la religión. Que, grosso modo, los países protestantes son más laboriosos, austeros y ahorradores que los católicos. Esta es la hipótesis expresada por el sociólogo Max Weber en 1905. Entonces publicó una obra titulada La ética protestante y el espíritu del capitalismo en la que relacionaba el comportamiento impulsado por los reformadores (especialmente por Juan Calvino) y lo que a su juicio es la esencia del capitalismo. La obra puede descargarse aquí. Weber argumenta que siempre han existido atisbos de capitalismo (por ejemplo, en las ciudades-estado italianas) pero que “en Occidente existe un tipo de capitalismo desconocido en cualquier otra parte del mundo: la organización racional del trabajo”. Sin buscarlo, nos dice Weber, el esquema mental que impuso el calvinismo favoreció una diferente forma de entender el trabajo y el dinero. Veamos los principales puntos de esta teoría.
Max Weber
2.- La Reforma Protestante significó en el siglo XVI un fortalecimiento de la influencia de la religión en la vida diaria. Frente a la laxitud de los principios cristianos y la corrupción de la Iglesia, Lutero propuso una vuelta a los orígenes (la fe y la Biblia debían ser las únicas armas de los creyentes) y un sentimiento más puro e intenso de la espiritualidad. De esta primera intención nacieron varias corrientes o movimientos: anglicanismo, luteranismo, metodismo… Uno de los más vigorosos fue el calvinismo. Este sistema teológico fue fundado por Juan Calvino, un hombre ascético que acabaría por instaurar en Ginebra una teocracia en la que estaba prohibido hasta brindar (Stefan Zweig escribió un libro estupendo sobre su batalla contra Castellio y Servet). El catolicismo se basa en el perdón de los pecados. Quien actúa mal durante toda su vida pero se confiesa antes de morir, entrará en el Cielo. En cambio, el calvinismo suprimió la confesión y la sustituyó por la máxima “Dios ayuda a quien se ayuda a sí mismo”. No bastaba con hacer buenas obras de cuando en cuando, tampoco servía de nada dar dinero a la Iglesia (la famosa compra de indulgencias): era necesario trabajar sobre el cuerpo y mente cada día. A esto hay que unir el concepto de predestinación. Esto es, que Dios ya tiene decidido quién irá al Cielo y quién no. Para los calvinistas, el destino de los hombres está escrito mucho antes de nacer; el ser humano no puede hacer nada para cambiarlo. La elección de Dios es incondicional.
Escribe Weber:
Juan Calvino, un hombre en guerra con la felicidad
Según nuestra mentalidad actual, esta predestinación podría haber llevado a los protestantes a comportarse como quisieran: robar, beber alcohol, cometer adulterio… ¿Qué importaba, si Dios ya había seleccionado a sus elegidos? Sin embargo, la forma de pensar del siglo XVI es muy diferente y, por un curioso giro mental, sucedió al contrario. Empezó por interpretarse que los elegidos debían, por lógica, vivir rectamente. De ahí se pasó a entender que los que obedecían a Dios eran los elegidos, que vivir en temor de Dios era signo de ser uno de los afortunados con su gracia. En consecuencia, cada ciudadano comenzó a actuar de forma acorde con lo estipulado por Calvino y sus subordinados para que el resto pensase que eran los elegidos. Como escribe Dietrich Schwanitz, “la doctrina de Calvino era una especie de profecía e se cumplía a sí misma”. Fulgencio Robledero explica la predestinación con las siguientes palabras:
3.- Esta es, a grandes rasgos, la teoría de Weber. Pero ¿hasta qué punto es verdad? ¿Puede influir una corriente religiosa surgida hace 500 años en la situación financiera de Europa? Puede. Hoy la religión es un asunto relativamente secundario, reducido al ámbito privado. Pero no siempre ha sido así. Durante siglos, la religión ha sido una fuerte influencia; todavía hoy nos llegan ecos de esa mentalidad religiosa.
Por otra parte, Max Weber argumenta que cuando el capitalismo ya está consolidado, los principios puritanos ya no son necesarios, puesto que el sistema se mantiene a sí mismo. Muy cierto. Sucede parecido con los conocimientos y sentimientos adquiridos (o impuestos) en la infancia. Duran para siempre, aunque no seamos conscientes de ellos.
No obstante, la interpretación de las escrituras del protestantismo, de Juan Calvino fue muy diferente, la consigna era más ayúdame Dios que te ayudaré, lo que tuvo repercusión directa en los países de dominio protestante, con el trabajo duro y esfuerzo por las cosas, a diferencia de latinoamerica.
Creo que aquí todavía prevale la idea del mundo terreno como "de paso", lo más importante es el "más allá". Aunque esto ha cambiado mucho, pero sí he oído decir a gente que para qué mejorar, que lo importante es lo poquito que tenemos, que Dios prové, que el materialismo es malo, la Iglesia ha visto la ambición y progreso siempre como algo pecaminoso. Los Papas por su parte, han denunciado injusticias, pero no han contribuído en nada a cambiar la actitud, hablan en contra el comercio y siguen empecinados en que este mundo es "de paso". No sé que pensarán las Iglesias evangélicas, me imagino que parecido a la católica, pero sí muy diferente son las protestantes. Ahí encontré este interesante artículo al respecto.
[h=1]Influencia de la religión en la economía: Calvinismo[/h]Es un lugar común afirmar que los alemanes trabajan más que los españoles, que aquí la productividad es más baja que en el norte de Europa o que los países del Mediterráneo son unos derrochadores que no piensan en el futuro. Por supuesto, hay de todo en todos los países pero los tópicos suelen guardar un resquicio de verdad. Si admitimos que Alemania, Inglaterra o los países escandinavos tienen una actitud hacia el trabajo y el dinero diferente a la nuestra, la pregunta clave es: ¿por qué? ¿Va en los genes? ¿En la tradición? Una posible respuesta es que esta actitud es influencia directa de la religión. Que, grosso modo, los países protestantes son más laboriosos, austeros y ahorradores que los católicos. Esta es la hipótesis expresada por el sociólogo Max Weber en 1905. Entonces publicó una obra titulada La ética protestante y el espíritu del capitalismo en la que relacionaba el comportamiento impulsado por los reformadores (especialmente por Juan Calvino) y lo que a su juicio es la esencia del capitalismo. La obra puede descargarse aquí. Weber argumenta que siempre han existido atisbos de capitalismo (por ejemplo, en las ciudades-estado italianas) pero que “en Occidente existe un tipo de capitalismo desconocido en cualquier otra parte del mundo: la organización racional del trabajo”. Sin buscarlo, nos dice Weber, el esquema mental que impuso el calvinismo favoreció una diferente forma de entender el trabajo y el dinero. Veamos los principales puntos de esta teoría.
2.- La Reforma Protestante significó en el siglo XVI un fortalecimiento de la influencia de la religión en la vida diaria. Frente a la laxitud de los principios cristianos y la corrupción de la Iglesia, Lutero propuso una vuelta a los orígenes (la fe y la Biblia debían ser las únicas armas de los creyentes) y un sentimiento más puro e intenso de la espiritualidad. De esta primera intención nacieron varias corrientes o movimientos: anglicanismo, luteranismo, metodismo… Uno de los más vigorosos fue el calvinismo. Este sistema teológico fue fundado por Juan Calvino, un hombre ascético que acabaría por instaurar en Ginebra una teocracia en la que estaba prohibido hasta brindar (Stefan Zweig escribió un libro estupendo sobre su batalla contra Castellio y Servet). El catolicismo se basa en el perdón de los pecados. Quien actúa mal durante toda su vida pero se confiesa antes de morir, entrará en el Cielo. En cambio, el calvinismo suprimió la confesión y la sustituyó por la máxima “Dios ayuda a quien se ayuda a sí mismo”. No bastaba con hacer buenas obras de cuando en cuando, tampoco servía de nada dar dinero a la Iglesia (la famosa compra de indulgencias): era necesario trabajar sobre el cuerpo y mente cada día. A esto hay que unir el concepto de predestinación. Esto es, que Dios ya tiene decidido quién irá al Cielo y quién no. Para los calvinistas, el destino de los hombres está escrito mucho antes de nacer; el ser humano no puede hacer nada para cambiarlo. La elección de Dios es incondicional.
Escribe Weber:
No había creyente que dejara de plantearse tales problemas irremediablemente: ¿soy parte integrante en el círculo de los elegidos? y, ¿cómo sabré que me asiste la seguridad de que lo soy? Tales problemáticas confinaban a un segundo plano toda obsesión mundanal. En esta vida de los condenados, ninguna apariencia distingue a los elegidos.
Según nuestra mentalidad actual, esta predestinación podría haber llevado a los protestantes a comportarse como quisieran: robar, beber alcohol, cometer adulterio… ¿Qué importaba, si Dios ya había seleccionado a sus elegidos? Sin embargo, la forma de pensar del siglo XVI es muy diferente y, por un curioso giro mental, sucedió al contrario. Empezó por interpretarse que los elegidos debían, por lógica, vivir rectamente. De ahí se pasó a entender que los que obedecían a Dios eran los elegidos, que vivir en temor de Dios era signo de ser uno de los afortunados con su gracia. En consecuencia, cada ciudadano comenzó a actuar de forma acorde con lo estipulado por Calvino y sus subordinados para que el resto pensase que eran los elegidos. Como escribe Dietrich Schwanitz, “la doctrina de Calvino era una especie de profecía e se cumplía a sí misma”. Fulgencio Robledero explica la predestinación con las siguientes palabras:
Había un signo que delataba a los elegidos por Dios: su pureza moral se extiende a todos los actos de su vida, hasta el más nimio. Este puritanismo moral llevado al ámbito profesional hizo que el cumplimiento del deber del trabajo por sí mismo, rehuyendo el descanso en la riqueza y la ostentación fueran signos de la gracia divina.
El trabajo por el trabajo se convirtió en una forma de adorar a Dios, de abrir las puertas del Cielo. Mientras que la ética medieval había llegado a glorificar la mendicidad en las órdenes mendicantes, los protestantes no la admiten. El trabajo ya no es un castigo divino: es una forma de librarse de la angustia religiosa. Bárbara Ehrenreich escribe en Sonríe o muere: El calvinismo es un sistema al que se podría describir como una depresión obligatoria. [El deber de los creyentes] era examinar sin cesar las terribles abominaciones de sus entrañas, y extirpar como pudieran los pensamientos pecaminosos, signo seguro de condenación. Para el calvinismo sólo había una forma de descansar de esa forma angustiosa de auto-examinarse, y era trabajar en firme en otra cosa: desbrozar, plantar, bordar, levantar casas y negocios. Todo lo que no fuera trabajo, físico o espiritual, era un pecado despreciable, por ejemplo vaguear tranquilamente o intentar divertirse.
A esta ética del trabajo, los calvinistas sumaron la austeridad en la vida diaria. Ropas y comidas las justas. Nada de lujos. El dinero ganado se reinvierte. ¿No recuerda a las ideas que estos meses llegan de Alemania? Angela Merkel, la austeridad hecha mujer3.- Esta es, a grandes rasgos, la teoría de Weber. Pero ¿hasta qué punto es verdad? ¿Puede influir una corriente religiosa surgida hace 500 años en la situación financiera de Europa? Puede. Hoy la religión es un asunto relativamente secundario, reducido al ámbito privado. Pero no siempre ha sido así. Durante siglos, la religión ha sido una fuerte influencia; todavía hoy nos llegan ecos de esa mentalidad religiosa.
Por otra parte, Max Weber argumenta que cuando el capitalismo ya está consolidado, los principios puritanos ya no son necesarios, puesto que el sistema se mantiene a sí mismo. Muy cierto. Sucede parecido con los conocimientos y sentimientos adquiridos (o impuestos) en la infancia. Duran para siempre, aunque no seamos conscientes de ellos.