¡Ay, pata negra! La cosa está dura para la juventud tica, y vaya si lo está. Un nuevo estudio revela que el desempleo entre los jóvenes de nuestro país ha escalado hasta niveles alarmantes, triplicando el promedio nacional. Esto no es un chiste, mae, y la situación se pone aún peor cuando hablamos de nuestras hermanas.
Investigadores de la Escuela de Economía de la U liebre, Roxana Morales y Fernando Rodríguez, sacaron unos números que dan qué pensar. Se basaron en datos de la Encuesta Continua de Empleo del INEC, y lo que encontraron no pinta nada bien para el futuro de muchos de nuestros jóvenes. El estudio, llamado 'Dinámicas laborales pospandemia en Costa Rica (2019-2025)', muestra cómo la pandemia dejó cicatrices profundas, especialmente en este grupo etario.
La realidad es clara: los jóvenes entre 15 y 24 años representan ya el 36% de todos los desempleados en el país. ¡Imagínate eso! Y la tasa de desempleo para ellos llegó al 24,9% en el segundo trimestre de este año, una cifra astronómica comparada con el promedio general, que se queda en un ridículo 7,4%. Claramente, el sistema no está funcionando como debería para nuestros panas más jóvenes.
Pero la verdadera bronca es que las mujeres jóvenes están sufriendo aún más. Su tasa de desempleo a nivel nacional se situó en un preocupante 29,6%, y en la Región Brunca, donde muchas familias dependen de trabajos informales, llegó incluso al 35,6%. ¿Cómo vamos a hablar de igualdad de oportunidades si esto sigue pasando?
Y para ponerle cara a las estadísticas, estamos hablando de 62.487 jóvenes sin pega en el segundo trimestre. Sí, la cifra bajó en comparación con hace seis años (ahora hay 51.262 menos), pero sigue siendo altísima. Es como intentar llenar un balde lleno de agua con un cucharón. Nos faltan herramientas, estrategias y, sobre todo, voluntad política para cambiar esta situación.
Mirando por regiones, la Región Central, aunque tuvo una mejora del 7,7 puntos porcentuales en los últimos seis años, sigue siendo la zona con la tasa más alta de desempleo juvenil: 26,9%. Chorotega anda en 24,5%, el Pacífico Central en 26,1%, el Huetar Caribe en 23,5% y el Huetar Norte, que sí tuvo una caída importante, ahora está en 13%. El Pacífico Central y la Brunca son las que mostraron las mayores mejoras, pero todavía queda mucho camino por recorrer.
Lo que realmente preocupa es que de los cerca de 706 mil jóvenes que hay en el país, solo el 58,7% está estudiando. Eso significa que más de cuatro de cada diez no están ni trabajando ni estudiando. ¡Un chunche enorme! De esos, un 20,7% – unos 146 mil jóvenes – no hacen absolutamente nada: ni buscan trabajo, ni estudian, ni tienen responsabilidades familiares. Algunos dijeron que estaban buscando empleo, otros tenían obligaciones familiares, pero la mayoría, ¡más de 62 mil!, simplemente declararon que “no hacían nada”. Ahí hay un problema profundo, un vacío existencial que nos deberíamos preguntar qué estamos haciendo mal como sociedad.
Este panorama nos obliga a reflexionar. Necesitamos políticas que vayan dirigidas a las necesidades específicas de cada región y género, programas que conecten a los jóvenes con el mercado laboral y que fomenten tanto la educación formal como el desarrollo de habilidades técnicas. ¿Será que estamos fallándole a nuestra juventud? Y me pregunto, ¿qué acciones concretas deberían tomar el gobierno y las empresas privadas para revertir esta tendencia y brindar un futuro digno a nuestros jóvenes?
Investigadores de la Escuela de Economía de la U liebre, Roxana Morales y Fernando Rodríguez, sacaron unos números que dan qué pensar. Se basaron en datos de la Encuesta Continua de Empleo del INEC, y lo que encontraron no pinta nada bien para el futuro de muchos de nuestros jóvenes. El estudio, llamado 'Dinámicas laborales pospandemia en Costa Rica (2019-2025)', muestra cómo la pandemia dejó cicatrices profundas, especialmente en este grupo etario.
La realidad es clara: los jóvenes entre 15 y 24 años representan ya el 36% de todos los desempleados en el país. ¡Imagínate eso! Y la tasa de desempleo para ellos llegó al 24,9% en el segundo trimestre de este año, una cifra astronómica comparada con el promedio general, que se queda en un ridículo 7,4%. Claramente, el sistema no está funcionando como debería para nuestros panas más jóvenes.
Pero la verdadera bronca es que las mujeres jóvenes están sufriendo aún más. Su tasa de desempleo a nivel nacional se situó en un preocupante 29,6%, y en la Región Brunca, donde muchas familias dependen de trabajos informales, llegó incluso al 35,6%. ¿Cómo vamos a hablar de igualdad de oportunidades si esto sigue pasando?
Y para ponerle cara a las estadísticas, estamos hablando de 62.487 jóvenes sin pega en el segundo trimestre. Sí, la cifra bajó en comparación con hace seis años (ahora hay 51.262 menos), pero sigue siendo altísima. Es como intentar llenar un balde lleno de agua con un cucharón. Nos faltan herramientas, estrategias y, sobre todo, voluntad política para cambiar esta situación.
Mirando por regiones, la Región Central, aunque tuvo una mejora del 7,7 puntos porcentuales en los últimos seis años, sigue siendo la zona con la tasa más alta de desempleo juvenil: 26,9%. Chorotega anda en 24,5%, el Pacífico Central en 26,1%, el Huetar Caribe en 23,5% y el Huetar Norte, que sí tuvo una caída importante, ahora está en 13%. El Pacífico Central y la Brunca son las que mostraron las mayores mejoras, pero todavía queda mucho camino por recorrer.
Lo que realmente preocupa es que de los cerca de 706 mil jóvenes que hay en el país, solo el 58,7% está estudiando. Eso significa que más de cuatro de cada diez no están ni trabajando ni estudiando. ¡Un chunche enorme! De esos, un 20,7% – unos 146 mil jóvenes – no hacen absolutamente nada: ni buscan trabajo, ni estudian, ni tienen responsabilidades familiares. Algunos dijeron que estaban buscando empleo, otros tenían obligaciones familiares, pero la mayoría, ¡más de 62 mil!, simplemente declararon que “no hacían nada”. Ahí hay un problema profundo, un vacío existencial que nos deberíamos preguntar qué estamos haciendo mal como sociedad.
Este panorama nos obliga a reflexionar. Necesitamos políticas que vayan dirigidas a las necesidades específicas de cada región y género, programas que conecten a los jóvenes con el mercado laboral y que fomenten tanto la educación formal como el desarrollo de habilidades técnicas. ¿Será que estamos fallándole a nuestra juventud? Y me pregunto, ¿qué acciones concretas deberían tomar el gobierno y las empresas privadas para revertir esta tendencia y brindar un futuro digno a nuestros jóvenes?