¡Aguante, pura vida! Pues resulta que la economía de nuestro país está dando un batacazo interesante, y no precisamente como nos habían pintado hace unos años. El Banco Central nos soltó unas cuentas nuevas sobre cómo funciona la cosa, y parece que estamos viendo un cambio importante en la estructura de cómo se produce la riqueza acá en Costa Rica. Ya no es tan simple decir que todo depende del viejo esquema, porque ahora hay un jugador nuevo en la cancha que está tomando fuerza.
Según el nuevo cálculo de las Cuentas Nacionales, el régimen definitivo, que siempre ha sido el rey de la tostada, ha perdido un buen pedazo de su influencia. Del 90,5% al 85,3% cayó su participación en el valor agregado. ¡Eso es bastante, compa! Pero ojo, porque quien está aprovechando la oportunidad es el régimen especial, ese que muchas veces queda en segundo plano. Su porcentaje saltó del 9,5% al 14,7%. Parece que la cosa se puso interesante, ¿eh?
Muchos nos preguntamos qué significa esto para nosotros, los ticos. No es solo un número en un papel, es cómo va a afectar nuestras papayas, nuestra estabilidad económica y hasta las oportunidades para nuestros hijos. Por eso, el Banco Central se dio el trabajo de actualizar estos datos, buscando ser más precisos y ayudarnos a tomar mejores decisiones, tanto si somos dueños de un negocio como si somos trabajadores asalariados. Imaginen, decisiones gubernamentales basadas en información fresca y certera... ¡una maravilla!
Si nos metemos en los detalles, vemos que algunos sectores han sufrido más que otros. El agro y la construcción, esos pilares tradicionales, vieron caer su participación notablemente. El agro pasó de 5,1% a 4,4%, y la construcción de 5% a 4%. Son golpes duros para industrias que históricamente han sido importantes en nuestra economía. Más vale reaccionar rápido que lamentarse después, ¿no creen?
Pero no todo es melancolía, pues otras áreas están floreciendo. La manufactura, por ejemplo, está subiendo como espuma, pasando del 13% al 15,7%. También lo hacen el comercio, las actividades profesionales y las consultorías. Ahí sí se ven oportunidades para crecer y diversificar nuestra economía. Especialmente destacable es el boom de la manufactura de componentes electrónicos y los instrumentos médicos, que ya no son un chunche cualquiera.
Henry Vargas, del Banco Central, nos explicó que la historia de los componentes electrónicos puede tener una vuelta más, considerando que algunas empresas extranjeras se fueron, como Intel y Qorvo. Eso podría cambiar las cartas sobre la mesa en los próximos años. La construcción, aunque tuvo un descenso general, vio subir las edificaciones, lo cual da un rayo de esperanza en ese sector. Es un panorama complejo, vaya. Y hablando de complejos, ¿quién se acuerda ya de las épocas en que el país vivía de la agricultura?
Los economistas Fernando Naranjo y Gerardo Corrales son claros: las zonas francas están creciendo a pasos agigantados, superando al régimen definitivo. Según ellos, la diferencia está en las regulaciones. Las zonas francas operan con menos trabas burocráticas, lo que les permite moverse más ágilmente y aprovechar las oportunidades. Naranjo incluso dice que el régimen definitivo está “abandonado”. ¡Qué descarga! Y Corrales destaca que la mayoría del empleo, la recaudación y la seguridad social dependen de ese régimen. Tenemos que ponerle atención, compa.
Ante este escenario, surge una pregunta crucial: ¿Deberíamos enfocar nuestros esfuerzos en potenciar las zonas francas, o buscar formas de revitalizar el régimen definitivo? ¿Es posible encontrar un equilibrio que beneficie a todos, o estamos condenados a ver cómo la economía tica se transforma en algo irreconocible? Compartan sus ideas en el foro, ¡me interesa saber qué piensan ustedes sobre este brete!
Según el nuevo cálculo de las Cuentas Nacionales, el régimen definitivo, que siempre ha sido el rey de la tostada, ha perdido un buen pedazo de su influencia. Del 90,5% al 85,3% cayó su participación en el valor agregado. ¡Eso es bastante, compa! Pero ojo, porque quien está aprovechando la oportunidad es el régimen especial, ese que muchas veces queda en segundo plano. Su porcentaje saltó del 9,5% al 14,7%. Parece que la cosa se puso interesante, ¿eh?
Muchos nos preguntamos qué significa esto para nosotros, los ticos. No es solo un número en un papel, es cómo va a afectar nuestras papayas, nuestra estabilidad económica y hasta las oportunidades para nuestros hijos. Por eso, el Banco Central se dio el trabajo de actualizar estos datos, buscando ser más precisos y ayudarnos a tomar mejores decisiones, tanto si somos dueños de un negocio como si somos trabajadores asalariados. Imaginen, decisiones gubernamentales basadas en información fresca y certera... ¡una maravilla!
Si nos metemos en los detalles, vemos que algunos sectores han sufrido más que otros. El agro y la construcción, esos pilares tradicionales, vieron caer su participación notablemente. El agro pasó de 5,1% a 4,4%, y la construcción de 5% a 4%. Son golpes duros para industrias que históricamente han sido importantes en nuestra economía. Más vale reaccionar rápido que lamentarse después, ¿no creen?
Pero no todo es melancolía, pues otras áreas están floreciendo. La manufactura, por ejemplo, está subiendo como espuma, pasando del 13% al 15,7%. También lo hacen el comercio, las actividades profesionales y las consultorías. Ahí sí se ven oportunidades para crecer y diversificar nuestra economía. Especialmente destacable es el boom de la manufactura de componentes electrónicos y los instrumentos médicos, que ya no son un chunche cualquiera.
Henry Vargas, del Banco Central, nos explicó que la historia de los componentes electrónicos puede tener una vuelta más, considerando que algunas empresas extranjeras se fueron, como Intel y Qorvo. Eso podría cambiar las cartas sobre la mesa en los próximos años. La construcción, aunque tuvo un descenso general, vio subir las edificaciones, lo cual da un rayo de esperanza en ese sector. Es un panorama complejo, vaya. Y hablando de complejos, ¿quién se acuerda ya de las épocas en que el país vivía de la agricultura?
Los economistas Fernando Naranjo y Gerardo Corrales son claros: las zonas francas están creciendo a pasos agigantados, superando al régimen definitivo. Según ellos, la diferencia está en las regulaciones. Las zonas francas operan con menos trabas burocráticas, lo que les permite moverse más ágilmente y aprovechar las oportunidades. Naranjo incluso dice que el régimen definitivo está “abandonado”. ¡Qué descarga! Y Corrales destaca que la mayoría del empleo, la recaudación y la seguridad social dependen de ese régimen. Tenemos que ponerle atención, compa.
Ante este escenario, surge una pregunta crucial: ¿Deberíamos enfocar nuestros esfuerzos en potenciar las zonas francas, o buscar formas de revitalizar el régimen definitivo? ¿Es posible encontrar un equilibrio que beneficie a todos, o estamos condenados a ver cómo la economía tica se transforma en algo irreconocible? Compartan sus ideas en el foro, ¡me interesa saber qué piensan ustedes sobre este brete!
