¡Ay, Dios mío! Aquí vamos otra vez, preparándonos para las posadas y el turrón, pero con una sombra gigante encima. Parece que la Navidad, en lugar de traer alegría, viene acompañada de un susto tremendo: la gota a gota. Y no hablamos de esos pequeños goteos de agua que arreglamos con calma, sino de una red criminal que aprovecha nuestro apuro por comprarle cositas a los niños y nos deja con la soga al cuello.
Un nuevo reporte de la UNODC, que se tomó su buen tiempo en llegar, pinta un panorama bien oscuro. Ya no es cosa de unos pocos desesperados rebuscando en la basura, ahora hasta el vecino del lado, el que vende empanadas en la esquina, puede estar metido en esto. Nos dicen que las bandas organizadas están apuntando a todos los estratos, desde el tipo que apenas llega a fin de mes hasta el dueño de la ferretería. Es decir, nadie está a salvo del golpe. Se cree que hay células operando con hasta ocho personas, cada quien con su tarea, así como si fuera un negocio legal.
¿Y por qué esto pasa, mae? Pues porque el sistema bancario, con toda la ley y normativa que tiene, ha complicado mucho conseguir un préstamo. Entre reglas fiscales, regulaciones de usura y papeleo interminable, muchos quedamos varados sin otra opción que recurrir a estos prestamistas informales. Que sí, que ofrecen plata rápida y sin tantas vueltas, pero a un precio que te deja temblando. Al final, terminas pagando el doble, el triple… o incluso más.
Estos tipos no bromean, diay. Una vez que te enganchan, empiezas a vivir con el miedo en el cuerpo. Te andan llamando a altas horas de la noche, amenazando a tu esposa, a tus hijos… Cosas que te dejan peor que sin dinero. Según el OIJ, se han registrado más de dos mil denuncias relacionadas con este tipo de extorsiones en los últimos dos años. Y eso, señores, es solo la punta del iceberg. Imagínate cuántos más prefieren callar la boca por vergüenza o miedo a represalias.
El modus operandi es bastante simple, pero efectivo. Primero, te ofrecen el préstamo con una tasa que parece manejable. Luego, te empiezan a cobrar intereses diarios, semanales, mensuales… Te van ajustando poco a poco hasta que te das cuenta de que estás ahogado. Y cuando intentas renegociar o pedir una prórroga, ahí es cuando empieza la presión. Te buscan en el trabajo, en tu casa, te llaman a todos tus contactos. No te dan respiro hasta que pagan lo que te piden, y créeme, nunca es lo que acordaron al principio.
Ahora, con la Navidad a la vuelta de la esquina, estos depredadores están sacando sus carteles y volantes por todas partes. Prometen facilidades, rapidez y discreción. Pero detrás de esas promesas bonitas se esconden abogados de poca monta y gente dispuesta a hacer cualquier cosa para recuperar su dinero, aunque eso signifique destruir vidas. Por eso, las autoridades están haciendo un llamado urgente a la población: cuidado con aceptar dinero de fuentes desconocidas. Mejor andar corto que acabar endeudado con la mafia, mi pana.
Según expertos en seguridad, este fenómeno podría escalar aún más si no se toman medidas urgentes. Proponen fortalecer los programas de educación financiera, facilitar el acceso al crédito formal y endurecer las penas para quienes practican la usura. También sugieren crear líneas de denuncia anónimas donde las víctimas puedan buscar ayuda sin temor a represalias. Pero mientras tanto, la responsabilidad es nuestra: pensar dos veces antes de pedir prestado y evitar caer en la trampa del dinero fácil. Porque al final, la Navidad no vale la pena si tienes que poner en peligro tu vida y la de tus seres queridos. ¿Será posible que las fiestas decembrinas terminen siendo sinónimo de angustia y miedo en lugar de paz y felicidad?
Ante este preocupante escenario, me pregunto: ¿Qué medidas concretas crees que debería tomar el gobierno para proteger a los costarricenses de esta amenaza creciente y garantizar unas fiestas decembrinas seguras y libres de extorsión?
Un nuevo reporte de la UNODC, que se tomó su buen tiempo en llegar, pinta un panorama bien oscuro. Ya no es cosa de unos pocos desesperados rebuscando en la basura, ahora hasta el vecino del lado, el que vende empanadas en la esquina, puede estar metido en esto. Nos dicen que las bandas organizadas están apuntando a todos los estratos, desde el tipo que apenas llega a fin de mes hasta el dueño de la ferretería. Es decir, nadie está a salvo del golpe. Se cree que hay células operando con hasta ocho personas, cada quien con su tarea, así como si fuera un negocio legal.
¿Y por qué esto pasa, mae? Pues porque el sistema bancario, con toda la ley y normativa que tiene, ha complicado mucho conseguir un préstamo. Entre reglas fiscales, regulaciones de usura y papeleo interminable, muchos quedamos varados sin otra opción que recurrir a estos prestamistas informales. Que sí, que ofrecen plata rápida y sin tantas vueltas, pero a un precio que te deja temblando. Al final, terminas pagando el doble, el triple… o incluso más.
Estos tipos no bromean, diay. Una vez que te enganchan, empiezas a vivir con el miedo en el cuerpo. Te andan llamando a altas horas de la noche, amenazando a tu esposa, a tus hijos… Cosas que te dejan peor que sin dinero. Según el OIJ, se han registrado más de dos mil denuncias relacionadas con este tipo de extorsiones en los últimos dos años. Y eso, señores, es solo la punta del iceberg. Imagínate cuántos más prefieren callar la boca por vergüenza o miedo a represalias.
El modus operandi es bastante simple, pero efectivo. Primero, te ofrecen el préstamo con una tasa que parece manejable. Luego, te empiezan a cobrar intereses diarios, semanales, mensuales… Te van ajustando poco a poco hasta que te das cuenta de que estás ahogado. Y cuando intentas renegociar o pedir una prórroga, ahí es cuando empieza la presión. Te buscan en el trabajo, en tu casa, te llaman a todos tus contactos. No te dan respiro hasta que pagan lo que te piden, y créeme, nunca es lo que acordaron al principio.
Ahora, con la Navidad a la vuelta de la esquina, estos depredadores están sacando sus carteles y volantes por todas partes. Prometen facilidades, rapidez y discreción. Pero detrás de esas promesas bonitas se esconden abogados de poca monta y gente dispuesta a hacer cualquier cosa para recuperar su dinero, aunque eso signifique destruir vidas. Por eso, las autoridades están haciendo un llamado urgente a la población: cuidado con aceptar dinero de fuentes desconocidas. Mejor andar corto que acabar endeudado con la mafia, mi pana.
Según expertos en seguridad, este fenómeno podría escalar aún más si no se toman medidas urgentes. Proponen fortalecer los programas de educación financiera, facilitar el acceso al crédito formal y endurecer las penas para quienes practican la usura. También sugieren crear líneas de denuncia anónimas donde las víctimas puedan buscar ayuda sin temor a represalias. Pero mientras tanto, la responsabilidad es nuestra: pensar dos veces antes de pedir prestado y evitar caer en la trampa del dinero fácil. Porque al final, la Navidad no vale la pena si tienes que poner en peligro tu vida y la de tus seres queridos. ¿Será posible que las fiestas decembrinas terminen siendo sinónimo de angustia y miedo en lugar de paz y felicidad?
Ante este preocupante escenario, me pregunto: ¿Qué medidas concretas crees que debería tomar el gobierno para proteger a los costarricenses de esta amenaza creciente y garantizar unas fiestas decembrinas seguras y libres de extorsión?
