Maes, hay varas que uno lee en las noticias y simplemente no puede creer. No es por el crimen en sí, que ya de por sí es pan de cada día, sino por el nivel de cinismo y la película que se montan algunos. La noticia de hoy es una de esas joyas: resulta que una supervisora regional de Walmart en Limón, una mujer de apellidos Granados Chavarría, no era precisamente la empleada del mes. Todo lo contrario, la mae era, según la Fiscalía, la presunta líder de una banda que se dedicaba a reventar las cajas fuertes de los supermercados que ella misma debía supervisar. El famoso caso del zorro cuidando el gallinero, pero versión caribeña y con acetileno de por medio.
Lo que de verdad vuela la cabeza es el nivel de planificación. Esta no era una vara improvisada de cuatro novatos. Según los papeles del Ministerio Público, Granados Chavarría usaba su puesto, su conocimiento interno y su acceso para orquestar los golpes. O sea, la doña sabía perfectamente qué locales eran más vulnerables, cuándo había más plata, cómo funcionaban los protocolos de seguridad y, probablemente, hasta a qué hora iba el guarda a tomarse un cafecito. Era la mente maestra. Mientras en su brete de día se preocupaba por los inventarios y el personal, de noche, en apariencia, se ponía el sombrero de estratega criminal para desvalijar a su propio patrono. ¡Qué nivel de descaro!
El caso que destapó todo este despiche fue el robo al Palí de Hone Creek, allá en Cahuita, en abril. De ahí se volaron casi 50 melones de la caja fuerte. Cincuenta millones de colones que, casualmente, estaban en un local bajo su supervisión. La Fiscalía lo dice clarito: ella "planifica, ordena y controla todos los movimientos". Básicamente, les ponía la misión en bandeja de plata a sus compinches. Les decía dónde, cuándo y cómo. Con una jefa así, los ladrones materiales solo tenían que llegar y hacer la parte bullosa del trabajo, que en este caso era usar acetileno para abrirse paso a la plata. Una eficiencia casi corporativa, pero para el mal.
Y claro, ahora que el OIJ le cayó con todo y allanamientos, la pregunta del millón es: ¿cuántos otros golpes habrán dado? La nota de CRHoy menciona que este es el caso que los tiene contra las cuerdas, pero que podrían estar ligados a otros robos similares. Y tiene toda la lógica del mundo. Si ya tenés la fórmula, el contacto adentro y la herramienta, no te vas a quedar quieto después del primer éxito. Uno se imagina a la supervisora recorriendo los pasillos de un Maxipalí, no para ver si todo está en orden, sino para calcular el ángulo perfecto para el próximo robo. Es una historia que parece sacada de una serie de Netflix, pero está pasando aquí, en nuestra querida Limón.
Al final, esta vara deja un montón de preguntas en el aire sobre la confianza y los filtros que tienen estas empresas multinacionales. ¡Qué torta para Walmart! Contratar y darle poder a la persona que, presuntamente, les estaba organizando un saqueo sistemático desde adentro. Es el plot twist perfecto. Diay, maes, ¿qué opinan ustedes de este caso? ¿Es el colmo de la traición laboral o simplemente un reflejo de que la criminalidad se está volviendo cada vez más sofisticada y audaz en el país? ¿Creen que fallaron los controles de la empresa o es que simplemente es imposible prevenir algo así cuando el enemigo está en casa?
Lo que de verdad vuela la cabeza es el nivel de planificación. Esta no era una vara improvisada de cuatro novatos. Según los papeles del Ministerio Público, Granados Chavarría usaba su puesto, su conocimiento interno y su acceso para orquestar los golpes. O sea, la doña sabía perfectamente qué locales eran más vulnerables, cuándo había más plata, cómo funcionaban los protocolos de seguridad y, probablemente, hasta a qué hora iba el guarda a tomarse un cafecito. Era la mente maestra. Mientras en su brete de día se preocupaba por los inventarios y el personal, de noche, en apariencia, se ponía el sombrero de estratega criminal para desvalijar a su propio patrono. ¡Qué nivel de descaro!
El caso que destapó todo este despiche fue el robo al Palí de Hone Creek, allá en Cahuita, en abril. De ahí se volaron casi 50 melones de la caja fuerte. Cincuenta millones de colones que, casualmente, estaban en un local bajo su supervisión. La Fiscalía lo dice clarito: ella "planifica, ordena y controla todos los movimientos". Básicamente, les ponía la misión en bandeja de plata a sus compinches. Les decía dónde, cuándo y cómo. Con una jefa así, los ladrones materiales solo tenían que llegar y hacer la parte bullosa del trabajo, que en este caso era usar acetileno para abrirse paso a la plata. Una eficiencia casi corporativa, pero para el mal.
Y claro, ahora que el OIJ le cayó con todo y allanamientos, la pregunta del millón es: ¿cuántos otros golpes habrán dado? La nota de CRHoy menciona que este es el caso que los tiene contra las cuerdas, pero que podrían estar ligados a otros robos similares. Y tiene toda la lógica del mundo. Si ya tenés la fórmula, el contacto adentro y la herramienta, no te vas a quedar quieto después del primer éxito. Uno se imagina a la supervisora recorriendo los pasillos de un Maxipalí, no para ver si todo está en orden, sino para calcular el ángulo perfecto para el próximo robo. Es una historia que parece sacada de una serie de Netflix, pero está pasando aquí, en nuestra querida Limón.
Al final, esta vara deja un montón de preguntas en el aire sobre la confianza y los filtros que tienen estas empresas multinacionales. ¡Qué torta para Walmart! Contratar y darle poder a la persona que, presuntamente, les estaba organizando un saqueo sistemático desde adentro. Es el plot twist perfecto. Diay, maes, ¿qué opinan ustedes de este caso? ¿Es el colmo de la traición laboral o simplemente un reflejo de que la criminalidad se está volviendo cada vez más sofisticada y audaz en el país? ¿Creen que fallaron los controles de la empresa o es que simplemente es imposible prevenir algo así cuando el enemigo está en casa?