Maes, no sé ustedes, pero a veces uno lee una noticia y piensa "diay, esto parece sacado de un guion de Netflix". Y el despiche que se armó esta mañana con los allanamientos del OIJ por el robo en Limón es exactamente una de esas varas. Estamos hablando de un operativo que se extendió desde Guápiles hasta Cartago y Liberia para bajar a una banda que, al parecer, se mandó con un robo de película: casi 50 millones de colones de la caja fuerte de un supermercado en Hone Creek. Esto no fue un carterista despistado, fue una operación con todas las de la ley, pero del otro lado de la ley, claro.
Pensemos en la escena. No fue un simple "deme la plata y ya". ¡Para nada! Los tipos llegaron a las seis de la mañana, como quien va a comprar el gallo pinto para el desayuno. Abordaron a los empleados que apenas iban a empezar el brete, los amenazaron con armas de fuego y los amarraron con gasas plásticas. Y aquí viene la parte de la película: no se pusieron a jugar con una palanca. No, señor. Sacaron un equipo de oxiacetileno, el chunche ese que corta metal como si fuera mantequilla, y se volaron la caja fuerte. Hay que tener un nivel de planificación y sangre fría para montar algo así. Esto demuestra que no estamos hablando de novatos; estos maes sabían exactamente lo que hacían.
Ahora, la respuesta del OIJ también fue de otro nivel. Cuando se destapó la investigación, no se anduvieron por las ramas. Montaron un operativo simultáneo en seis puntos del país. ¡Seis! León XIII, Guápiles, Pococí, Limón centro, Liberia y hasta San Nicolás de Cartago. Esto nos dice dos cosas: primero, que la banda no era un grupito de vecinos del mismo barrio, estaban regados por todo el mapa, lo que complica mil veces más la investigación. Y segundo, que el OIJ se puso las pilas y les montó una cacería coordinada para que no tuvieran chance de avisarse entre ellos. Un aplauso para ese brete de inteligencia, porque desarmar una red así de esparcida no es cualquier cosa.
Y aquí es donde la vara se pone más densa, maes. El plot twist que nadie se esperaba, pero que lo explica todo. Entre los nueve detenidos está, nada más y nada menos, que una supervisora regional de la misma cadena de supermercados. ¡Qué torta! O sea, la persona que se supone debe velar por la seguridad y el buen funcionamiento de los locales, al parecer, fue la que cantó toda la jugada. Imagínense el nivel de confianza que le tenían, para que al final se jale semejante torta y entregue a sus compañeros en bandeja de plata. Con razón los ladrones sabían el momento exacto para llegar, cómo operar y dónde estaba el botín más grande. La traición venía desde adentro.
Al final, esto deja un sabor de boca amarguísimo. Por un lado, te das cuenta de que el crimen en Costa Rica se está poniendo cada vez más sofisticado. Ya no es solo el susto, es la logística, el equipo y la inteligencia que le meten. Pero por otro, y quizás es lo que más asusta, es ver cómo la confianza se va al traste. Ya no solo tenés que cuidarte del que no conocés en la calle, sino que a veces el peligro está compartiendo el café con vos en la oficina. Diay, maes, ¿qué piensan de esto? ¿Es más preocupante el nivel de violencia o que la principal amenaza a veces viene de la gente que uno tiene a la par en el brete? ¡Los leo!
Pensemos en la escena. No fue un simple "deme la plata y ya". ¡Para nada! Los tipos llegaron a las seis de la mañana, como quien va a comprar el gallo pinto para el desayuno. Abordaron a los empleados que apenas iban a empezar el brete, los amenazaron con armas de fuego y los amarraron con gasas plásticas. Y aquí viene la parte de la película: no se pusieron a jugar con una palanca. No, señor. Sacaron un equipo de oxiacetileno, el chunche ese que corta metal como si fuera mantequilla, y se volaron la caja fuerte. Hay que tener un nivel de planificación y sangre fría para montar algo así. Esto demuestra que no estamos hablando de novatos; estos maes sabían exactamente lo que hacían.
Ahora, la respuesta del OIJ también fue de otro nivel. Cuando se destapó la investigación, no se anduvieron por las ramas. Montaron un operativo simultáneo en seis puntos del país. ¡Seis! León XIII, Guápiles, Pococí, Limón centro, Liberia y hasta San Nicolás de Cartago. Esto nos dice dos cosas: primero, que la banda no era un grupito de vecinos del mismo barrio, estaban regados por todo el mapa, lo que complica mil veces más la investigación. Y segundo, que el OIJ se puso las pilas y les montó una cacería coordinada para que no tuvieran chance de avisarse entre ellos. Un aplauso para ese brete de inteligencia, porque desarmar una red así de esparcida no es cualquier cosa.
Y aquí es donde la vara se pone más densa, maes. El plot twist que nadie se esperaba, pero que lo explica todo. Entre los nueve detenidos está, nada más y nada menos, que una supervisora regional de la misma cadena de supermercados. ¡Qué torta! O sea, la persona que se supone debe velar por la seguridad y el buen funcionamiento de los locales, al parecer, fue la que cantó toda la jugada. Imagínense el nivel de confianza que le tenían, para que al final se jale semejante torta y entregue a sus compañeros en bandeja de plata. Con razón los ladrones sabían el momento exacto para llegar, cómo operar y dónde estaba el botín más grande. La traición venía desde adentro.
Al final, esto deja un sabor de boca amarguísimo. Por un lado, te das cuenta de que el crimen en Costa Rica se está poniendo cada vez más sofisticado. Ya no es solo el susto, es la logística, el equipo y la inteligencia que le meten. Pero por otro, y quizás es lo que más asusta, es ver cómo la confianza se va al traste. Ya no solo tenés que cuidarte del que no conocés en la calle, sino que a veces el peligro está compartiendo el café con vos en la oficina. Diay, maes, ¿qué piensan de esto? ¿Es más preocupante el nivel de violencia o que la principal amenaza a veces viene de la gente que uno tiene a la par en el brete? ¡Los leo!