Mae, a veces uno lee noticias que parecen sacadas de una película mala de Netflix, pero esta se pasa. Imagínense la escena: los altos mandos de una corporación gigante como Walmart confían en su gente, en sus encargados regionales, para que todo camine sobre ruedas. Diay, para eso les pagan, ¿no? Pues parece que en Limón, una de esas encargadas tenía un concepto un poco… diferente de lo que significa "optimizar recursos". En lugar de cuidar el chante, la mae aparentemente se dedicó a organizar un asalto cinematográfico contra su propio brete. ¡Menuda torta! El famoso caso que el OIJ bautizó como "Falsos Empleados" es la prueba de que, a veces, no hay que buscar a los malos muy lejos; están en la misma planilla.
Vamos al grano, porque la vara tiene su miga. La madrugada de este martes, el OIJ le cayó a un montón de gente en San José, Cartago y Limón. ¿El objetivo? Desarticular la banda que se voló 50 millones de colones de un Palí en Hone Creek, allá por abril. Y aquí es donde la historia se pone buena: entre los detenidos no solo está un encargado del Maxi Palí, sino la mera mera encargada regional de Walmart para toda la provincia de Limón. Según el director del OIJ, Randall Zúñiga, la doña fue la que movió los hilos, la mente maestra que coordinó todo con el cabecilla de la banda, un tipo de apellido Sánchez que, por cierto, sigue en fuga. Es que hay que tener valor para planear un golpe así contra la empresa que te da de comer.
El asalto en sí fue una jugada de ajedrez, hay que decirlo. Los maes no llegaron a lo loco pateando puertas. No, señor. Entraron a las 6 de la mañana, justo cuando abrían, vestidos con uniformes de Palí. ¡Con uniformes! Así lograron engañar a los guardas y a los empleados, a quienes maniataron sin mucho despiche. Una vez adentro, se fueron directo a la plata. Cincuenta melones en efectivo que se llevaron como si nada. Esto no fue un robo improvisado; esto fue un trabajo de adentro, planeado al milímetro. La encargada, que supuestamente debía velar por la seguridad y el buen funcionamiento de esos locales, fue la que les sirvió el supermercado en bandeja de plata. Qué despiche de situación para la empresa, que ahora tiene que revisar a quién le da las llaves del reino.
Lo más heavy es que no estamos hablando de cualquier grupito de aprendices. Se trata de la "banda de acetileno", un nombre que el OIJ les da a los grupos especializados en volar cajeros automáticos y cajas fuertes con ese gas. Son gente que actúa con una violencia calculada y que sabe lo que hace. Que una ejecutiva de ese nivel se junte con un grupo así ya te dice que el plan iba en serio. Las investigaciones del OIJ revelaron que a ella y al líder prófugo los vieron juntos en Limón días antes del golpe, seguro afinando los últimos detalles del "brete". De los nueve objetivos que tenían en la mira, ya cayeron cuatro, pero los dos peces gordos, incluyendo al líder Sánchez, se les escaparon. Andan en fuga, pero con el OIJ detrás, uno diría que están bastante salados.
Al final, más allá de la película de acción y del montón de plata, esta vara deja un sinsabor terrible. Te pone a pensar en la confianza. Si ya no se puede confiar ni en la gerenta regional que se supone que es la cara de la compañía en toda una provincia, ¿en quién entonces? Esto va más allá de un simple robo; es una traición a un nivel corporativo que asusta. Deja en evidencia una vulnerabilidad enorme. Diay, ¿qué nos dice esto de la situación actual? ¿Es pura codicia, es que la gente está tan desesperada que se arriesga a jalarse una torta de este calibre, o es que simplemente se perdieron los valores del todo? ¿Ustedes qué piensan, maes? ¿Verían con los mismos ojos al gerente del súper de su barrio después de leer una noticia así?
Vamos al grano, porque la vara tiene su miga. La madrugada de este martes, el OIJ le cayó a un montón de gente en San José, Cartago y Limón. ¿El objetivo? Desarticular la banda que se voló 50 millones de colones de un Palí en Hone Creek, allá por abril. Y aquí es donde la historia se pone buena: entre los detenidos no solo está un encargado del Maxi Palí, sino la mera mera encargada regional de Walmart para toda la provincia de Limón. Según el director del OIJ, Randall Zúñiga, la doña fue la que movió los hilos, la mente maestra que coordinó todo con el cabecilla de la banda, un tipo de apellido Sánchez que, por cierto, sigue en fuga. Es que hay que tener valor para planear un golpe así contra la empresa que te da de comer.
El asalto en sí fue una jugada de ajedrez, hay que decirlo. Los maes no llegaron a lo loco pateando puertas. No, señor. Entraron a las 6 de la mañana, justo cuando abrían, vestidos con uniformes de Palí. ¡Con uniformes! Así lograron engañar a los guardas y a los empleados, a quienes maniataron sin mucho despiche. Una vez adentro, se fueron directo a la plata. Cincuenta melones en efectivo que se llevaron como si nada. Esto no fue un robo improvisado; esto fue un trabajo de adentro, planeado al milímetro. La encargada, que supuestamente debía velar por la seguridad y el buen funcionamiento de esos locales, fue la que les sirvió el supermercado en bandeja de plata. Qué despiche de situación para la empresa, que ahora tiene que revisar a quién le da las llaves del reino.
Lo más heavy es que no estamos hablando de cualquier grupito de aprendices. Se trata de la "banda de acetileno", un nombre que el OIJ les da a los grupos especializados en volar cajeros automáticos y cajas fuertes con ese gas. Son gente que actúa con una violencia calculada y que sabe lo que hace. Que una ejecutiva de ese nivel se junte con un grupo así ya te dice que el plan iba en serio. Las investigaciones del OIJ revelaron que a ella y al líder prófugo los vieron juntos en Limón días antes del golpe, seguro afinando los últimos detalles del "brete". De los nueve objetivos que tenían en la mira, ya cayeron cuatro, pero los dos peces gordos, incluyendo al líder Sánchez, se les escaparon. Andan en fuga, pero con el OIJ detrás, uno diría que están bastante salados.
Al final, más allá de la película de acción y del montón de plata, esta vara deja un sinsabor terrible. Te pone a pensar en la confianza. Si ya no se puede confiar ni en la gerenta regional que se supone que es la cara de la compañía en toda una provincia, ¿en quién entonces? Esto va más allá de un simple robo; es una traición a un nivel corporativo que asusta. Deja en evidencia una vulnerabilidad enorme. Diay, ¿qué nos dice esto de la situación actual? ¿Es pura codicia, es que la gente está tan desesperada que se arriesga a jalarse una torta de este calibre, o es que simplemente se perdieron los valores del todo? ¿Ustedes qué piensan, maes? ¿Verían con los mismos ojos al gerente del súper de su barrio después de leer una noticia así?