Seamos honestos, maes. Suena esa alarma desgraciada a las 5:30 a.m. y el primer pensamiento que cruza esa nebulosa mental no es “¡qué chiva, un nuevo día!”, sino un rotundo: “cinco minuticos más, por favor”. Uno estira la mano, le da a ese botón de snooze como si fuera el botón de la salvación y se vuelve a acurrucar. Creemos que le estamos ganando al sistema, que estamos hackeando el descanso. Pero la ciencia y los expertos ticos tienen noticias para nosotros: nos estamos jalando una torta monumental. Esa pequeña victoria mañanera es, en realidad, el primer autosaboteo del día.
Diay, es que la vara no es un invento de nuestras mamás para que nos levantemos rápido. Un estudio masivo publicado en Scientific Reports analizó el sueño de un gentillal y ¿adivinen qué? Más de la mitad de la gente abusa del botón de repetición. Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo. El doctor Pablo Vargas, que es un carga en la materia y decano de la Ucimed, lo pone en buen tico: cada vez que usted le da al snooze, interrumpe a la fuerza las fases más profundas del sueño, sobre todo el sueño REM. Piense en el REM como el momento en que su cerebro hace limpieza, guarda los recuerdos importantes y, básicamente, “formatea” el disco duro para el día siguiente. Al fragmentarlo, lo que logramos es entrar en un estado llamado “inercia del sueño”. ¿Le suena esa sensación de andar como un zombie la primera hora del día, con la cabeza pesada y sin poder hilar dos ideas? Bueno, ahí tiene al culpable.
Y claro, aquí en Tiquicia, donde la vida es pura sabrosura pero también un despiche logístico, este hábito se vuelve casi una epidemia. Tenemos la combinación perfecta para el desastre: horarios de brete que empiezan tempranísimo, sumado a las presas que convierten un viaje de 10 kilómetros en una odisea de hora y media. Como explica el doctor Vargas, un montón de ticos tienen que hacerle frente a dos o hasta tres bretes para salir adelante. ¿El resultado? Un cansancio crónico que nos empuja a buscar esos “cinco minutos más” como si fueran agua en el desierto. El cuerpo, salado, no entiende de presas ni de dobles jornadas; solo sabe que su reloj biológico está hecho un desorden y que las hormonas como el cortisol y la melatonina andan en una fiesta sin control. A largo plazo, esta broma nos puede salir carísima, afectando hasta la salud del corazón.
Además, hay grupos que están todavía más en la línea de fuego. Pensemos en los güilas de la U o del cole. Su ritmo biológico natural los empuja a dormirse más tarde, pero las clases a las 7 a.m. los obligan a cortar el sueño a la fuerza. ¡Obvio que van a ser adictos al snooze! Lo mismo pasa con la gente que bretea en turnos de noche o rotativos; su reloj interno anda más perdido que el chiquito de la Llorona. Y ni se diga de la gente que vive en chepe y bretea en alguna zona franca en Heredia o Alajuela. Esos maes se levantan cuando todavía está sonando el gallo pinto, duermen menos y dependen más del botón. El verdadero peligro es que ese cansancio extra los acompaña al volante, en medio del caos vial. ¡Qué miedo!
Pero bueno, no todo está perdido y no hay por qué resignarse a vivir como un muerto viviente. Hay trucos para mandar al carajo ese mal hábito. El doctor Vargas da consejos que suenan a cliché, pero que funcionan. Lo primero: ponga ese chunche, el celular o el despertador, al otro lado del cuarto. Así, por pura pereza de volver a la cama, se obliga a levantarse. Otra vara clave es buscar la luz natural apenas se levanta, eso le manda una señal directa al cerebro de que ya es hora de activarse. Y por supuesto, la famosa higiene del sueño: trate de dormir entre 7 y 8 horas, bájale dos rayitas al celular antes de acostarse y evite el café o las comidas pesadas en la noche. Es un cambio de mentalidad: dejar de ver el sueño como un lujo y empezar a tratarlo como lo que es, el combustible esencial para no irse al traste en el día a día.
Y ahora, la pregunta del millón para el foro: ¿Son ustedes del #TeamSnooze o ya lograron escapar de esa tortura? ¡Cuenten sus historias de terror mañanero!
Diay, es que la vara no es un invento de nuestras mamás para que nos levantemos rápido. Un estudio masivo publicado en Scientific Reports analizó el sueño de un gentillal y ¿adivinen qué? Más de la mitad de la gente abusa del botón de repetición. Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo. El doctor Pablo Vargas, que es un carga en la materia y decano de la Ucimed, lo pone en buen tico: cada vez que usted le da al snooze, interrumpe a la fuerza las fases más profundas del sueño, sobre todo el sueño REM. Piense en el REM como el momento en que su cerebro hace limpieza, guarda los recuerdos importantes y, básicamente, “formatea” el disco duro para el día siguiente. Al fragmentarlo, lo que logramos es entrar en un estado llamado “inercia del sueño”. ¿Le suena esa sensación de andar como un zombie la primera hora del día, con la cabeza pesada y sin poder hilar dos ideas? Bueno, ahí tiene al culpable.
Y claro, aquí en Tiquicia, donde la vida es pura sabrosura pero también un despiche logístico, este hábito se vuelve casi una epidemia. Tenemos la combinación perfecta para el desastre: horarios de brete que empiezan tempranísimo, sumado a las presas que convierten un viaje de 10 kilómetros en una odisea de hora y media. Como explica el doctor Vargas, un montón de ticos tienen que hacerle frente a dos o hasta tres bretes para salir adelante. ¿El resultado? Un cansancio crónico que nos empuja a buscar esos “cinco minutos más” como si fueran agua en el desierto. El cuerpo, salado, no entiende de presas ni de dobles jornadas; solo sabe que su reloj biológico está hecho un desorden y que las hormonas como el cortisol y la melatonina andan en una fiesta sin control. A largo plazo, esta broma nos puede salir carísima, afectando hasta la salud del corazón.
Además, hay grupos que están todavía más en la línea de fuego. Pensemos en los güilas de la U o del cole. Su ritmo biológico natural los empuja a dormirse más tarde, pero las clases a las 7 a.m. los obligan a cortar el sueño a la fuerza. ¡Obvio que van a ser adictos al snooze! Lo mismo pasa con la gente que bretea en turnos de noche o rotativos; su reloj interno anda más perdido que el chiquito de la Llorona. Y ni se diga de la gente que vive en chepe y bretea en alguna zona franca en Heredia o Alajuela. Esos maes se levantan cuando todavía está sonando el gallo pinto, duermen menos y dependen más del botón. El verdadero peligro es que ese cansancio extra los acompaña al volante, en medio del caos vial. ¡Qué miedo!
Pero bueno, no todo está perdido y no hay por qué resignarse a vivir como un muerto viviente. Hay trucos para mandar al carajo ese mal hábito. El doctor Vargas da consejos que suenan a cliché, pero que funcionan. Lo primero: ponga ese chunche, el celular o el despertador, al otro lado del cuarto. Así, por pura pereza de volver a la cama, se obliga a levantarse. Otra vara clave es buscar la luz natural apenas se levanta, eso le manda una señal directa al cerebro de que ya es hora de activarse. Y por supuesto, la famosa higiene del sueño: trate de dormir entre 7 y 8 horas, bájale dos rayitas al celular antes de acostarse y evite el café o las comidas pesadas en la noche. Es un cambio de mentalidad: dejar de ver el sueño como un lujo y empezar a tratarlo como lo que es, el combustible esencial para no irse al traste en el día a día.
Y ahora, la pregunta del millón para el foro: ¿Son ustedes del #TeamSnooze o ya lograron escapar de esa tortura? ¡Cuenten sus historias de terror mañanero!