Maes, pónganle atención a esta vara porque se las trae. Resulta que el país anda en plenas negociaciones para meterse en un club que es como la sección VIP del comercio mundial: el Acuerdo Transpacífico, o CPTPP para los que les gusta sonar sofisticados. Y no es cualquier chunche, estamos hablando de un mercado con acceso a 600 millones de personas. La movida es tan seria que esta semana tuvimos la choza llena de peces gordos de Japón, Australia, México y Chile, todos sentados aquí, en San José, pulseando los detalles.
El mae a la cabeza de todo este brete, el ministro de Comercio Exterior, Manuel Tovar, anda como hormiga en tapia de dulce. Salió a decir que están discutiendo los temas más enredados, como servicios financieros y empresas estatales, que son de esos asuntos que pueden hacer que todo se vaya al traste si no se manejan con pinzas. Tovar promete más detalles al final de la semana, pero la visión está puesta en una ronda de negociación mucho más densa en Tokio, por allá de octubre. La meta es que todo el trámite esté listo para que en el 2025 ya seamos parte del combo. ¡Qué carga de ambición!
La idea detrás de todo esto, según el Gobierno, es diversificar. Dejar de poner todos los huevos en la misma canasta, y más ahora que la economía mundial anda más bipolar que nunca. El premio gordo, y la razón por la que muchos le hacen ojitos a este acuerdo, es que por fin tendríamos un tratado de libre comercio con Japón. Diay, es el único país del G7 con el que no jugamos en esas lídes. Además, nos abriría las puertas de par en par a mercados como Australia, Nueva Zelanda y Vietnam. ¡Qué tuanis sería ver más productos ticos por allá!
Pero aquí es donde la puerca tuerce el rabo, como diría mi abuela. Esto no es solo de que Tovar y su gente firmen un papelito y ¡listo! Por ser un convenio internacional, todo el paquete tiene que pasar por el verdadero filtro: la Asamblea Legislativa. Y ya todos sabemos cómo es ese arroz con mango. Los diputados tendrán que darle el visto bueno, y antes de eso, la Sala Constitucional tiene que asegurarse de que no haya ninguna torta legal. Es un proceso similar al que vivimos para entrar a la OCDE, que nos obligó a cambiar un montón de leyes. O sea, el camino es largo y lleno de curvas.
Al final, entrar a este acuerdo sería como sacarnos la lotería comercial. El CPTPP es reconocido como el “estándar de oro” de los tratados internacionales, no solo por la plata que mueve (un 15% del PIB mundial), sino porque exige reglas claras de sostenibilidad y desarrollo. Es jugar en las grandes ligas, con las reglas de los que saben. El chance está ahí, sobre la mesa, y el Gobierno dice que está “decidido y comprometido”. ¡A cachete que así sea!
Ahora, la pregunta del millón, maes: ¿Creen que el Gobierno y los dipus se van a poner las pilas para que esta vara jale? ¿O se nos va a ir el tren otra vez por la politiquería de siempre? ¡Los leo!
El mae a la cabeza de todo este brete, el ministro de Comercio Exterior, Manuel Tovar, anda como hormiga en tapia de dulce. Salió a decir que están discutiendo los temas más enredados, como servicios financieros y empresas estatales, que son de esos asuntos que pueden hacer que todo se vaya al traste si no se manejan con pinzas. Tovar promete más detalles al final de la semana, pero la visión está puesta en una ronda de negociación mucho más densa en Tokio, por allá de octubre. La meta es que todo el trámite esté listo para que en el 2025 ya seamos parte del combo. ¡Qué carga de ambición!
La idea detrás de todo esto, según el Gobierno, es diversificar. Dejar de poner todos los huevos en la misma canasta, y más ahora que la economía mundial anda más bipolar que nunca. El premio gordo, y la razón por la que muchos le hacen ojitos a este acuerdo, es que por fin tendríamos un tratado de libre comercio con Japón. Diay, es el único país del G7 con el que no jugamos en esas lídes. Además, nos abriría las puertas de par en par a mercados como Australia, Nueva Zelanda y Vietnam. ¡Qué tuanis sería ver más productos ticos por allá!
Pero aquí es donde la puerca tuerce el rabo, como diría mi abuela. Esto no es solo de que Tovar y su gente firmen un papelito y ¡listo! Por ser un convenio internacional, todo el paquete tiene que pasar por el verdadero filtro: la Asamblea Legislativa. Y ya todos sabemos cómo es ese arroz con mango. Los diputados tendrán que darle el visto bueno, y antes de eso, la Sala Constitucional tiene que asegurarse de que no haya ninguna torta legal. Es un proceso similar al que vivimos para entrar a la OCDE, que nos obligó a cambiar un montón de leyes. O sea, el camino es largo y lleno de curvas.
Al final, entrar a este acuerdo sería como sacarnos la lotería comercial. El CPTPP es reconocido como el “estándar de oro” de los tratados internacionales, no solo por la plata que mueve (un 15% del PIB mundial), sino porque exige reglas claras de sostenibilidad y desarrollo. Es jugar en las grandes ligas, con las reglas de los que saben. El chance está ahí, sobre la mesa, y el Gobierno dice que está “decidido y comprometido”. ¡A cachete que así sea!
Ahora, la pregunta del millón, maes: ¿Creen que el Gobierno y los dipus se van a poner las pilas para que esta vara jale? ¿O se nos va a ir el tren otra vez por la politiquería de siempre? ¡Los leo!