¡Ay, Dios mío! Quién diría que detrás de esas fachadas desgastadas en San José se escondía tanto... ¡qué carga! Resulta que las cuarterías, esos espacios que muchos damos por sentado, son mucho más complicadas de lo que parece. No se trata solamente de lugares donde ocurren cosas turbias, sino de un problema social, económico y de seguridad que nos afecta a todos los quiteños.
Según datos recientes, la capital podría tener alrededor de 400 cuarterías registradas, aunque a nivel nacional la cifra se dispara a más de 2,700. ¿Se imaginan eso, mae? Una maraña de edificios viejos, casas divididas y situaciones precarias que, en algunos casos, se aprovechan para fines ilícitos. Pero no todas son culpables, claro; muchas familias dependen de estos lugares para sobrevivir, buscando un techo aunque sea humilde.
Marcelo Solano, el director de la Policía Municipal de San José, nos aclara que no todas las cuarterías son iguales. Hay diferentes tipos, algunas usadas para vivienda, otras para comercio informal, e incluso algunas que han sido convertidas en centros de actividades criminales. "No podemos generalizar", dice Solano. “Cada caso requiere un estudio particular porque detrás de cada pared hay una historia diferente.” Y vaya que la tiene, diay.
Un ejemplo alarmante lo dio el antiguo Hotel Best Western, ahora conocido como Soy Local. Este lugar, que alguna vez recibió turistas, terminó siendo utilizado por el Tren de Aragua para sus negocios sucios. Alquilaban habitaciones, las subarrendaban y así facilitaban sus operaciones ilegales. Lo más curioso es que, según Solano, no toda la estructura estaba comprometida; había migrantes de paso que simplemente buscaban un lugar seguro para dormir por unos días.
Pero la cosa no termina ahí, ¡qué torta! También encontramos hoteles que siguen poniendo letreros llamativos, pero no tienen ni licencia del ICT ni las condiciones mínimas de higiene y seguridad. En apariencia son hoteles, pero por dentro son verdaderos búnkeres para el tráfico de drogas, refugios para personas adictas o simplemente guaridas para quienes viven en la calle. ¡Una mezcla explosiva!
Esta realidad nos obliga a preguntarnos qué estamos haciendo para abordar este problema. ¿Basta con operativos policiales ocasionales o necesitamos soluciones más profundas? Algunos expertos sugieren mejorar la planificación urbana, fomentar la vivienda digna y ofrecer programas sociales que ayuden a las familias a salir de la pobreza. Porque, seamos honestos, la raíz del problema no está en las paredes de las cuarterías, sino en la desigualdad social que nos aqueja a todos.
Además, la situación legal de estos inmuebles es otra vara complicada. Muchos no cumplen con las normativas vigentes, lo que facilita su uso indebido. Es necesario revisar los marcos legales existentes y actualizar las regulaciones para garantizar que estos espacios cumplan con las condiciones mínimas de habitabilidad y seguridad. Esto implica coordinación entre diferentes instituciones, como el Ministerio de Vivienda, el ICT, la municipalidad y la policía.
Y así, pues, seguimos lidiando con este brete complejo que son las cuarterías de San José. ¿Será posible transformar estos espacios en comunidades seguras y prósperas, o seguirán siendo caldo de cultivo para la delincuencia y la desesperanza? ¿Ustedes creen que la solución pasa por una intervención estatal más agresiva, o apostar por iniciativas comunitarias lideradas por los propios vecinos?
Según datos recientes, la capital podría tener alrededor de 400 cuarterías registradas, aunque a nivel nacional la cifra se dispara a más de 2,700. ¿Se imaginan eso, mae? Una maraña de edificios viejos, casas divididas y situaciones precarias que, en algunos casos, se aprovechan para fines ilícitos. Pero no todas son culpables, claro; muchas familias dependen de estos lugares para sobrevivir, buscando un techo aunque sea humilde.
Marcelo Solano, el director de la Policía Municipal de San José, nos aclara que no todas las cuarterías son iguales. Hay diferentes tipos, algunas usadas para vivienda, otras para comercio informal, e incluso algunas que han sido convertidas en centros de actividades criminales. "No podemos generalizar", dice Solano. “Cada caso requiere un estudio particular porque detrás de cada pared hay una historia diferente.” Y vaya que la tiene, diay.
Un ejemplo alarmante lo dio el antiguo Hotel Best Western, ahora conocido como Soy Local. Este lugar, que alguna vez recibió turistas, terminó siendo utilizado por el Tren de Aragua para sus negocios sucios. Alquilaban habitaciones, las subarrendaban y así facilitaban sus operaciones ilegales. Lo más curioso es que, según Solano, no toda la estructura estaba comprometida; había migrantes de paso que simplemente buscaban un lugar seguro para dormir por unos días.
Pero la cosa no termina ahí, ¡qué torta! También encontramos hoteles que siguen poniendo letreros llamativos, pero no tienen ni licencia del ICT ni las condiciones mínimas de higiene y seguridad. En apariencia son hoteles, pero por dentro son verdaderos búnkeres para el tráfico de drogas, refugios para personas adictas o simplemente guaridas para quienes viven en la calle. ¡Una mezcla explosiva!
Esta realidad nos obliga a preguntarnos qué estamos haciendo para abordar este problema. ¿Basta con operativos policiales ocasionales o necesitamos soluciones más profundas? Algunos expertos sugieren mejorar la planificación urbana, fomentar la vivienda digna y ofrecer programas sociales que ayuden a las familias a salir de la pobreza. Porque, seamos honestos, la raíz del problema no está en las paredes de las cuarterías, sino en la desigualdad social que nos aqueja a todos.
Además, la situación legal de estos inmuebles es otra vara complicada. Muchos no cumplen con las normativas vigentes, lo que facilita su uso indebido. Es necesario revisar los marcos legales existentes y actualizar las regulaciones para garantizar que estos espacios cumplan con las condiciones mínimas de habitabilidad y seguridad. Esto implica coordinación entre diferentes instituciones, como el Ministerio de Vivienda, el ICT, la municipalidad y la policía.
Y así, pues, seguimos lidiando con este brete complejo que son las cuarterías de San José. ¿Será posible transformar estos espacios en comunidades seguras y prósperas, o seguirán siendo caldo de cultivo para la delincuencia y la desesperanza? ¿Ustedes creen que la solución pasa por una intervención estatal más agresiva, o apostar por iniciativas comunitarias lideradas por los propios vecinos?