¡Pero qué vaina, pura bronca con el marchamo! Ya estamos a mitad de camino de este brete anual y el INS soltó las estadísticas. Resulta que algunos se están agarrando la cartera viendo cuánto tienen que cancelar, mientras que otros ni se inmutan. Imagínate, el gallo Ferrari 2018 le toca desembolsar más de siete palos, ¡más que un salario mensual para muchos!
Según el Instituto Nacional de Seguros, en estas primeras dos horas del cobro, ya se han recaudado más de ¢164 millones gracias a unos mil costarricenses que se pusieron las pilas y pagaron. No es tanto considerando que hay casi dos millones de vehículos rodando por nuestras carreteras, pero es un buen comienzo, diay.
Las cifras oficiales muestran que la flota vehicular ha crecido otro poquito, ahora sumamos 1.943.587 vehículos, lo que representa un aumento del 3% con respecto al año pasado. Eso significa que hay unos 58 mil carros nuevos circulando por acá. El Ministerio de Hacienda espera meterle mano a unos ¢162 mil millones con este impuesto, así que todavía les falta juntar un buen trancamonte.
Ahora bien, hablemos de los extremos. Como mencionábamos, el Ferrari 2018 es el rey de los pagos, con sus más de ¢7 millones de marchamo. ¡Una barbaridad! Pero vamos al caso contrario: un Mitsubishi del 89, prácticamente un fósil, solo cuesta ¢73 mil. Te imaginas la diferencia... Un carro que seguro tiene más recuerdos que kilómetros recorridos.
Y hablando de antigüedad, parece que hay un Hudson Super Six allá por donde quiera, fabricado en 1919. Ese sí que es un chunche histórico. Debe estar guardadito en algún garaje recogiendo polvo, esperando a ser exhibido en alguna feria de antigüedades. Qué gusto tener estos cacharritos circulando, aunque a veces dan pena verlos luchando contra el tráfico moderno.
Lo interesante de todo esto es cómo refleja las diferencias económicas en nuestro país. Por un lado, tenemos a los que pueden permitirse lujos como Ferraris y por el otro, a los que se conforman con mantener funcionando un Mitsubishi viejo pero fiel. Da para pensar, ¿verdad? Uno se acuerda de la época en que los carros viejos eran la norma, y ahora parecen rarezas.
Este asunto del marchamo siempre genera controversia. Algunos dicen que es un impuesto injusto, que afecta más a quienes menos tienen. Otros argumentan que es necesario para financiar obras públicas y servicios básicos. Lo cierto es que todos terminamos pagándolo, queramos o no. Además, con estos precios disparatados, uno empieza a considerar si no es mejor andar en bicicleta, aunque sea subir la cerrazola a diario. ¡Menos mal que todavía nos queda la carreta!
Definitivamente, este panorama nos deja pensando: ¿Debería haber un sistema de tarifas progresivas para el marchamo, donde aquellos que tienen vehículos de lujo paguen proporcionalmente más que aquellos con carros más modestos, buscando así una distribución más equitativa de la carga fiscal?
	
		
			
		
		
	
				
			Según el Instituto Nacional de Seguros, en estas primeras dos horas del cobro, ya se han recaudado más de ¢164 millones gracias a unos mil costarricenses que se pusieron las pilas y pagaron. No es tanto considerando que hay casi dos millones de vehículos rodando por nuestras carreteras, pero es un buen comienzo, diay.
Las cifras oficiales muestran que la flota vehicular ha crecido otro poquito, ahora sumamos 1.943.587 vehículos, lo que representa un aumento del 3% con respecto al año pasado. Eso significa que hay unos 58 mil carros nuevos circulando por acá. El Ministerio de Hacienda espera meterle mano a unos ¢162 mil millones con este impuesto, así que todavía les falta juntar un buen trancamonte.
Ahora bien, hablemos de los extremos. Como mencionábamos, el Ferrari 2018 es el rey de los pagos, con sus más de ¢7 millones de marchamo. ¡Una barbaridad! Pero vamos al caso contrario: un Mitsubishi del 89, prácticamente un fósil, solo cuesta ¢73 mil. Te imaginas la diferencia... Un carro que seguro tiene más recuerdos que kilómetros recorridos.
Y hablando de antigüedad, parece que hay un Hudson Super Six allá por donde quiera, fabricado en 1919. Ese sí que es un chunche histórico. Debe estar guardadito en algún garaje recogiendo polvo, esperando a ser exhibido en alguna feria de antigüedades. Qué gusto tener estos cacharritos circulando, aunque a veces dan pena verlos luchando contra el tráfico moderno.
Lo interesante de todo esto es cómo refleja las diferencias económicas en nuestro país. Por un lado, tenemos a los que pueden permitirse lujos como Ferraris y por el otro, a los que se conforman con mantener funcionando un Mitsubishi viejo pero fiel. Da para pensar, ¿verdad? Uno se acuerda de la época en que los carros viejos eran la norma, y ahora parecen rarezas.
Este asunto del marchamo siempre genera controversia. Algunos dicen que es un impuesto injusto, que afecta más a quienes menos tienen. Otros argumentan que es necesario para financiar obras públicas y servicios básicos. Lo cierto es que todos terminamos pagándolo, queramos o no. Además, con estos precios disparatados, uno empieza a considerar si no es mejor andar en bicicleta, aunque sea subir la cerrazola a diario. ¡Menos mal que todavía nos queda la carreta!
Definitivamente, este panorama nos deja pensando: ¿Debería haber un sistema de tarifas progresivas para el marchamo, donde aquellos que tienen vehículos de lujo paguen proporcionalmente más que aquellos con carros más modestos, buscando así una distribución más equitativa de la carga fiscal?