¡Ay, Dios mío, qué chivísima la gente! Este domingo, más de doscientos motorizados le pusieronle el turbo a la solidaridad y demostraron que en Costa Rica todavía hay corazón. Se juntaron para la edición número dieciocho del Costa Rica Toy Run, una caravana que recorrió tremenda parte de la Ruta 27, dejando una estela de alegría y esperanza en varios rincones del país.
El Toy Run, ya saben, es una tradición que va creciendo con los años. No es solo andar paseándose en moto, es una movida enorme para llevarle alegría a los peques que más lo necesitan. Este año, la Asociación Costarricense de Moto Clubes apuntó a unas 250 y 300 críanas, repartiendo juguetes nuevos y, lo más importante, ¡útiles para la escuela! Imagínate la cara de esos nenes cuando vieron llegar la caravana... pura felicidad.
Todo empezó temprano, como pasito de tortuga, alrededor de las nueve de la mañana, saliendo desde Ciudad Colón. La ruta los llevó hasta el gimnasio de barrio Cuba, en San José, donde prepararon toda una pachanga para celebrar con los niños. Música, comida, juegos… ¡todo para que olvidaran cualquier problema y se llenaran de energía!
Y no crean que esto es obra de un solo mae. Empresas, voluntarios, todos se sumaron a la onda, donando plata, dando una mano con la logística. “Esto representa meses de trabajo y coordinación”, nos comentaba David Porras, representante de la asociación, mientras veía a los niños corretear por el gimnasio. “Nuestro objetivo siempre ha sido apoyar a estos chiquitos, no solo con regalos, sino con herramientas que les ayuden a construir un futuro mejor”.
Este año, además de los jueguetes, le dieron especial importancia a la entrega de útiles escolares. Porque sabemos, diay, que tener lápices, libretas y colores es fundamental para que los niños puedan aprender y crecer. Ya no basta con un juguete; necesitan las bases para formarse como personas y profesionales. Hay que invertir en su futuro, porque ahí está la clave de un país mejor.
Pero ojo, que el Toy Run no es solo una caravana navideña, como si fuera un chunche más. Según sus organizadores, es mucho más que eso: es una forma de reforzar valores como la educación, la solidaridad y el compañerismo. Es demostrarle a los niños que no están solos, que hay gente que se preocupa por ellos y que quiere verlos triunfar. Un verdadero ejemplo de cómo podemos unirnos para hacer del mundo un lugar mejor, sin necesidad de irse al traste en gastos exagerados.
Y hablando de compromisos sociales, es que da gusto ver cómo la comunidad motociclista se pone las pilas. Con estas iniciativas demuestran que pueden ser agentes de cambio positivo en nuestra sociedad, alejándose de los estereotipos negativos que a veces se les atribuyen. Son maes que trabajan duro, que aman sus motos y que, encima, tienen un corazón gigante. ¡Una combinación poderosa, mi pana!
Ahora bien, después de tanta alegría y solidaridad, me pregunto: ¿qué otros bretes podríamos implementar a nivel comunitario para brindar un mayor apoyo a las familias vulnerables de nuestro país y asegurar que todos los niños tengan acceso a una educación digna y oportunidades para desarrollar su potencial?
El Toy Run, ya saben, es una tradición que va creciendo con los años. No es solo andar paseándose en moto, es una movida enorme para llevarle alegría a los peques que más lo necesitan. Este año, la Asociación Costarricense de Moto Clubes apuntó a unas 250 y 300 críanas, repartiendo juguetes nuevos y, lo más importante, ¡útiles para la escuela! Imagínate la cara de esos nenes cuando vieron llegar la caravana... pura felicidad.
Todo empezó temprano, como pasito de tortuga, alrededor de las nueve de la mañana, saliendo desde Ciudad Colón. La ruta los llevó hasta el gimnasio de barrio Cuba, en San José, donde prepararon toda una pachanga para celebrar con los niños. Música, comida, juegos… ¡todo para que olvidaran cualquier problema y se llenaran de energía!
Y no crean que esto es obra de un solo mae. Empresas, voluntarios, todos se sumaron a la onda, donando plata, dando una mano con la logística. “Esto representa meses de trabajo y coordinación”, nos comentaba David Porras, representante de la asociación, mientras veía a los niños corretear por el gimnasio. “Nuestro objetivo siempre ha sido apoyar a estos chiquitos, no solo con regalos, sino con herramientas que les ayuden a construir un futuro mejor”.
Este año, además de los jueguetes, le dieron especial importancia a la entrega de útiles escolares. Porque sabemos, diay, que tener lápices, libretas y colores es fundamental para que los niños puedan aprender y crecer. Ya no basta con un juguete; necesitan las bases para formarse como personas y profesionales. Hay que invertir en su futuro, porque ahí está la clave de un país mejor.
Pero ojo, que el Toy Run no es solo una caravana navideña, como si fuera un chunche más. Según sus organizadores, es mucho más que eso: es una forma de reforzar valores como la educación, la solidaridad y el compañerismo. Es demostrarle a los niños que no están solos, que hay gente que se preocupa por ellos y que quiere verlos triunfar. Un verdadero ejemplo de cómo podemos unirnos para hacer del mundo un lugar mejor, sin necesidad de irse al traste en gastos exagerados.
Y hablando de compromisos sociales, es que da gusto ver cómo la comunidad motociclista se pone las pilas. Con estas iniciativas demuestran que pueden ser agentes de cambio positivo en nuestra sociedad, alejándose de los estereotipos negativos que a veces se les atribuyen. Son maes que trabajan duro, que aman sus motos y que, encima, tienen un corazón gigante. ¡Una combinación poderosa, mi pana!
Ahora bien, después de tanta alegría y solidaridad, me pregunto: ¿qué otros bretes podríamos implementar a nivel comunitario para brindar un mayor apoyo a las familias vulnerables de nuestro país y asegurar que todos los niños tengan acceso a una educación digna y oportunidades para desarrollar su potencial?
