¡Ay, mae! Ya estamos acá, día 25, y el país entero huele a tamales y a pandemonio. Las calles llenas de carros buscando parqueo, los mercados explotados y las tarjetas de crédito gritando piedad. Pero, hablando despacio, ¿nos hemos parado a pensar qué onda realmente toda esta movida?
Como bien decía Román Castillo, el dueño de las megavallas, no se trata del precio del regalo, sino del tiempo compartido con la familia. Un abrazo, una conversación, hasta un silencio cómodo compartiendo un café, eso vale más que cualquier gadget importado. Y vaya que sí, algunas familias se reúnen, otras están pasando penurias, y todavía hay quienes lloran la ausencia de sus seres queridos. Una vara dura, diay, pero así es la vida.
La Navidad, si se quiere poner filosófica, es un recordatorio brutal de lo efímera que es la vida. Ese familiar que tienes ahí sentado, contándole chistes malos y comiéndose todos los empanaditas, valóralo porque mañana puede que no esté. No es morbo, es pura realidad. La vida te da sorpresas, algunas chivísimas, otras… pues, saladas, como un plato de arroz sin sal.
En medio de tanto consumismo desenfrenado, nos olvidamos de lo esencial. Nos dejamos llevar por la publicidad, por las modas, por la presión social. ¿Quién no ha sentido la necesidad de comprarle a alguien algo “para no quedar mal”? ¡Un despiche! Pero el verdadero regalo está en demostrarle a esa persona cuánto la quieres, y eso no cuesta plata.
Y ni hablar del golpe económico que nos espera el próximo año. Con el ajuste al salario que se viene, muchos van a andar apretándose el cinturón, tratando de hacer magia con poco. Aunque ande complicado el brete, espero que podamos encontrar momentos de alegría y gratitud en estas fiestas. Porque aunque las cosas estén difíciles, siempre hay motivos para agradecer.
Entendemos que el sector empresarial también tiene sus presiones, como demuestra la expansión continua de PriceSmart. Incluso en tiempos de incertidumbre económica, el crecimiento sigue adelante. Es bueno ver cómo el país se mantiene activo, pero ojalá que ese crecimiento beneficie a todos, no solo a unos pocos. Al final, queremos que el nivel de vida de la gente mejore, y no que se quede estancada.
Las noticias de la tragedia en la Ruta 32 y el incidente con la motociclista en Heredia nos recuerdan que la vida es frágil y que debemos conducir con precaución. Imagínate, una señora llevando a su bebé en brazos… ¡qué carga! Estos hechos nos obligan a reflexionar sobre la importancia de valorar cada instante y cuidar a nuestros semejantes. De verdad, que es un dolorcito verlo pasar esto y saber que pudo evitarse, pero vamos, esas cosas pasan y hay que tomarlo con calma.
Entonces, mi gente, dejando atrás el relajo y el ruido, ¿crees que la sociedad costarricense ha perdido de vista el verdadero espíritu de la Navidad? ¿O sigues pensando que es posible mantener vivas las tradiciones y valores familiares en medio de este torbellino de consumo y tecnología? ¡Déjame tu opinión en los comentarios!
Como bien decía Román Castillo, el dueño de las megavallas, no se trata del precio del regalo, sino del tiempo compartido con la familia. Un abrazo, una conversación, hasta un silencio cómodo compartiendo un café, eso vale más que cualquier gadget importado. Y vaya que sí, algunas familias se reúnen, otras están pasando penurias, y todavía hay quienes lloran la ausencia de sus seres queridos. Una vara dura, diay, pero así es la vida.
La Navidad, si se quiere poner filosófica, es un recordatorio brutal de lo efímera que es la vida. Ese familiar que tienes ahí sentado, contándole chistes malos y comiéndose todos los empanaditas, valóralo porque mañana puede que no esté. No es morbo, es pura realidad. La vida te da sorpresas, algunas chivísimas, otras… pues, saladas, como un plato de arroz sin sal.
En medio de tanto consumismo desenfrenado, nos olvidamos de lo esencial. Nos dejamos llevar por la publicidad, por las modas, por la presión social. ¿Quién no ha sentido la necesidad de comprarle a alguien algo “para no quedar mal”? ¡Un despiche! Pero el verdadero regalo está en demostrarle a esa persona cuánto la quieres, y eso no cuesta plata.
Y ni hablar del golpe económico que nos espera el próximo año. Con el ajuste al salario que se viene, muchos van a andar apretándose el cinturón, tratando de hacer magia con poco. Aunque ande complicado el brete, espero que podamos encontrar momentos de alegría y gratitud en estas fiestas. Porque aunque las cosas estén difíciles, siempre hay motivos para agradecer.
Entendemos que el sector empresarial también tiene sus presiones, como demuestra la expansión continua de PriceSmart. Incluso en tiempos de incertidumbre económica, el crecimiento sigue adelante. Es bueno ver cómo el país se mantiene activo, pero ojalá que ese crecimiento beneficie a todos, no solo a unos pocos. Al final, queremos que el nivel de vida de la gente mejore, y no que se quede estancada.
Las noticias de la tragedia en la Ruta 32 y el incidente con la motociclista en Heredia nos recuerdan que la vida es frágil y que debemos conducir con precaución. Imagínate, una señora llevando a su bebé en brazos… ¡qué carga! Estos hechos nos obligan a reflexionar sobre la importancia de valorar cada instante y cuidar a nuestros semejantes. De verdad, que es un dolorcito verlo pasar esto y saber que pudo evitarse, pero vamos, esas cosas pasan y hay que tomarlo con calma.
Entonces, mi gente, dejando atrás el relajo y el ruido, ¿crees que la sociedad costarricense ha perdido de vista el verdadero espíritu de la Navidad? ¿O sigues pensando que es posible mantener vivas las tradiciones y valores familiares en medio de este torbellino de consumo y tecnología? ¡Déjame tu opinión en los comentarios!
