¡Ay, pata negra! Quién iba a decir que unas señoras aventureras, que ya habían colgado los remos hace buen rato, iban a poner a Costa Rica en la cima del mundo del rafting. Pero así es la vida, mámon, llena de sorpresas que te dejan boquiabierto y orgulloso como vaina. Nuestras chicas se rifaron como pocas y regresan a casa con tres medallas del Campeonato Mundial Master de Rafting Malasia 2025 – oro en Slalom, plata en Sprint Contra Reloj y bronce en la tabla general. ¡Un cartelazo!
La historia detrás de estas glorias deportivas es digna de pelícua. Resulta que cinco amigas, todas con experiencia previa en el rafting durante su juventud, tuvieron la loca idea de volver a meterse a los ríos y competir a nivel mundial. Imagínense, a estas alturas de la vida, buscando patrocinadores y entrenándose como si fueran atletas olímpicas. Un brete, pero lo lograron.
Este grupo de guerreras, integrado por Carol Vargas, Johana Pereira, Karolina Esquivel y Andrea Fallas (todas de Cartago, demostrando que ahí hay talento de sobra), junto con Kattia Segura de Pejivalle, contaron con la guía técnica de Walter Centeno. Desde septiembre, empezaron a pulir sus habilidades, sabiendo que la competencia sería durísima. El Río Pejivalle, en Jiménez, Cartago, se convirtió en su escenario de entrenamiento casi diario, desde temprano, afinando cada movimiento para dominar las aguas turbulentas de Malasia.
Pero ni hablar de presupuestos millonarios, diay. Estas mujeres se fajaron como nadie para cubrir los gastos del viaje. Con el apoyo incondicional de sus familias y mucho esfuerzo personal, lograron juntar los recursos necesarios para hacer realidad su sueño. Ponen todo “en manos de Dios”, como dijeron ellas mismas, conscientes de que la fe y el trabajo duro eran sus mejores aliados.
Y vaya que funcionó. En los ríos Kampar y Selangor, las ticas demostraron su destreza técnica, su fuerza física y, sobre todo, su espíritu de equipo. Navegaron con precisión por los rápidos, esquivaron rocas y superaron todos los obstáculos que se les presentaron. Dicen que el rafting exige coordinación, resistencia y mucha comunicación entre los remeros. ¡Y nuestras chicas lo tenían todo! Se movían como un relojito suizo, anticipando los movimientos de sus compañeras y remando al unísono.
Para los que no estén familiarizados, el rafting es un deporte extremo que consiste en descender ríos de aguas bravas en balsas inflables, remando en equipo. Requiere de valentía, habilidad y una gran dosis de confianza mutua. No es para flojos, mámon. Además, el entorno natural juega un papel crucial. Las condiciones del río, la corriente, las rocas y otros factores pueden cambiar repentinamente, poniendo a prueba la capacidad de reacción de los remeros. Por eso, la preparación física y mental es fundamental.
Ahora, volviendo a nuestras heroínas, vale la pena destacar que este triunfo no solo representa un logro individual, sino también un orgullo nacional. Demuestra que Costa Rica puede competir a nivel mundial en disciplinas acuáticas, pese a las limitaciones económicas y la falta de infraestructura deportiva. ¡Eso sí que es carga! Es un ejemplo de perseverancia, sacrificio y amor por el deporte. Nos dan una vara alta, nos muestran que con ganas y trabajo duro se pueden alcanzar metas impensables.
Este campeonato ha sido un verdadero éxito para Costa Rica, colocando nuestro nombre en el mapa mundial del rafting. Pero, ¿qué sigue ahora? ¿Cómo podemos apoyar a estas atletas para que continúen representando a nuestro país en futuras competencias internacionales? ¿Será posible crear programas de desarrollo del rafting para jóvenes talentos en comunidades rurales donde abundan los ríos?
La historia detrás de estas glorias deportivas es digna de pelícua. Resulta que cinco amigas, todas con experiencia previa en el rafting durante su juventud, tuvieron la loca idea de volver a meterse a los ríos y competir a nivel mundial. Imagínense, a estas alturas de la vida, buscando patrocinadores y entrenándose como si fueran atletas olímpicas. Un brete, pero lo lograron.
Este grupo de guerreras, integrado por Carol Vargas, Johana Pereira, Karolina Esquivel y Andrea Fallas (todas de Cartago, demostrando que ahí hay talento de sobra), junto con Kattia Segura de Pejivalle, contaron con la guía técnica de Walter Centeno. Desde septiembre, empezaron a pulir sus habilidades, sabiendo que la competencia sería durísima. El Río Pejivalle, en Jiménez, Cartago, se convirtió en su escenario de entrenamiento casi diario, desde temprano, afinando cada movimiento para dominar las aguas turbulentas de Malasia.
Pero ni hablar de presupuestos millonarios, diay. Estas mujeres se fajaron como nadie para cubrir los gastos del viaje. Con el apoyo incondicional de sus familias y mucho esfuerzo personal, lograron juntar los recursos necesarios para hacer realidad su sueño. Ponen todo “en manos de Dios”, como dijeron ellas mismas, conscientes de que la fe y el trabajo duro eran sus mejores aliados.
Y vaya que funcionó. En los ríos Kampar y Selangor, las ticas demostraron su destreza técnica, su fuerza física y, sobre todo, su espíritu de equipo. Navegaron con precisión por los rápidos, esquivaron rocas y superaron todos los obstáculos que se les presentaron. Dicen que el rafting exige coordinación, resistencia y mucha comunicación entre los remeros. ¡Y nuestras chicas lo tenían todo! Se movían como un relojito suizo, anticipando los movimientos de sus compañeras y remando al unísono.
Para los que no estén familiarizados, el rafting es un deporte extremo que consiste en descender ríos de aguas bravas en balsas inflables, remando en equipo. Requiere de valentía, habilidad y una gran dosis de confianza mutua. No es para flojos, mámon. Además, el entorno natural juega un papel crucial. Las condiciones del río, la corriente, las rocas y otros factores pueden cambiar repentinamente, poniendo a prueba la capacidad de reacción de los remeros. Por eso, la preparación física y mental es fundamental.
Ahora, volviendo a nuestras heroínas, vale la pena destacar que este triunfo no solo representa un logro individual, sino también un orgullo nacional. Demuestra que Costa Rica puede competir a nivel mundial en disciplinas acuáticas, pese a las limitaciones económicas y la falta de infraestructura deportiva. ¡Eso sí que es carga! Es un ejemplo de perseverancia, sacrificio y amor por el deporte. Nos dan una vara alta, nos muestran que con ganas y trabajo duro se pueden alcanzar metas impensables.
Este campeonato ha sido un verdadero éxito para Costa Rica, colocando nuestro nombre en el mapa mundial del rafting. Pero, ¿qué sigue ahora? ¿Cómo podemos apoyar a estas atletas para que continúen representando a nuestro país en futuras competencias internacionales? ¿Será posible crear programas de desarrollo del rafting para jóvenes talentos en comunidades rurales donde abundan los ríos?