¡Ay, Dios mío! La pura verdura… resulta que Nosara, esa paradisiaca hojita verde en Guanacaste que siempre hemos celebrado por su gente longeva y estilo de vida relajado, podría estar perdiendo su estatus como “zona azul”. Sí, así como lo leen, el primer censo distrital del país nos cayó como balde de agua fría revelando datos que nos hacen fruncir el ceño.
Para los que no estén al tanto, las zonas azules son lugares raritos del planeta donde la gente vive hasta reventar, con buena salud, llegando tranquilamente a los 90 y hasta pasándolos. Nicoya, nuestra querida provincia, alberga una de estas maravillas. Se dice que gracias a la dieta rica en frijoles, maíz y tubérculos, combinada con un ritmo de vida tranquilo y fuerte sentido comunitario, nuestros abuelos y abuelas ahí gozan de una vida larga y sana. Pero parece que esos ingredientes secretos están empezando a perder sabor…
El censo, que se realizó en el distrito de Nosara, levantó banderas rojas. Según los investigadores del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), la tasa de mortalidad, especialmente entre los hombres, ha ido en aumento constante, reduciendo drásticamente la esperanza de vida. Emmanuel Gutiérrez, uno de los encargados del estudio, me comentó que ya ni se puede considerar a Nosara dentro de ese selecto club de zonas azules, porque se han perdido algunas de las características que la hacían especial. ¡Qué bajón!
Y no es solo la mortalidad, amigos. El censo también señala problemas graves en infraestructura, como la lejanía del hospital más cercano – ¡63 kilómetros!, qué lata tener que hacer un viaje tan largo si te enfermas – y una falta alarmante de obras públicas. Apenas dos de cada mil proyectos en la zona son financiados por el Estado. Además, la investigación revela que casi la mitad de las personas que fallecieron en los últimos dos años no recibieron atención médica. ¡Imagínense la bronca!
Pero la verdadera torta está en cómo ha cambiado el modelo de desarrollo en Nosara. Hace poco más de una década, eran unos 4900 habitantes. Ahora, hay más de 8700 residentes permanentes, ¡pero sumándole una población temporal de casi 27,000 turistas! Todo esto impulsado por el turismo y la construcción, generando competencia por recursos básicos como el agua y dejando a muchos locales fuera del circuito económico. Parece que algunos llegaron a pensar que podían hacerse ricos vendiendo terrenos a cuentecitas, olvidándose de la gente que realmente hace grande a Nosara.
Esteban Barboza, coordinador del Observatorio de Turismo y Migraciones de la Universidad Nacional (Obtur-UNA), explica que se ha instalado un modelo “extractivista” que prioriza el desarrollo inmobiliario sobre el bienestar de la población local. Muchos vecinos se han visto obligados a irse de la zona en busca de mejores oportunidades, mientras que las empresas prefieren contratar mano de obra extranjera o proveniente de otras partes del país. ¡Qué triste ver cómo se desangra una comunidad!
Este estudio, basado en investigaciones de la Universidad de Costa Rica, resalta la importancia de proteger factores culturales, sociales y ambientales que contribuyen a la longevidad. Menciona que en Nicoya hay hasta 23 centenarios por cada 100 mil habitantes, con una alimentación mucho más sana y balanceada que la de quienes vivimos en la capital. Claramente, hay algo que estamos haciendo mal acá en San José… O quizás, simplemente, perdemos de vista lo esencial mientras perseguimos modas pasajeras.
La situación en Nosara nos plantea preguntas claves sobre nuestro modelo de desarrollo turístico y su impacto en nuestras comunidades. ¿Estamos dispuestos a sacrificar el bienestar de nuestros vecinos y la sostenibilidad de nuestros ecosistemas en aras del crecimiento económico a corto plazo? ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio que beneficie tanto a los inversionistas como a la población local, garantizando que todos tengan acceso a oportunidades y una buena calidad de vida? ¡Vamos a debatir esto, mi gente! ¿Ustedes creen que aún hay tiempo para rescatar a Nosara como zona azul o ya es tarde?
Para los que no estén al tanto, las zonas azules son lugares raritos del planeta donde la gente vive hasta reventar, con buena salud, llegando tranquilamente a los 90 y hasta pasándolos. Nicoya, nuestra querida provincia, alberga una de estas maravillas. Se dice que gracias a la dieta rica en frijoles, maíz y tubérculos, combinada con un ritmo de vida tranquilo y fuerte sentido comunitario, nuestros abuelos y abuelas ahí gozan de una vida larga y sana. Pero parece que esos ingredientes secretos están empezando a perder sabor…
El censo, que se realizó en el distrito de Nosara, levantó banderas rojas. Según los investigadores del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), la tasa de mortalidad, especialmente entre los hombres, ha ido en aumento constante, reduciendo drásticamente la esperanza de vida. Emmanuel Gutiérrez, uno de los encargados del estudio, me comentó que ya ni se puede considerar a Nosara dentro de ese selecto club de zonas azules, porque se han perdido algunas de las características que la hacían especial. ¡Qué bajón!
Y no es solo la mortalidad, amigos. El censo también señala problemas graves en infraestructura, como la lejanía del hospital más cercano – ¡63 kilómetros!, qué lata tener que hacer un viaje tan largo si te enfermas – y una falta alarmante de obras públicas. Apenas dos de cada mil proyectos en la zona son financiados por el Estado. Además, la investigación revela que casi la mitad de las personas que fallecieron en los últimos dos años no recibieron atención médica. ¡Imagínense la bronca!
Pero la verdadera torta está en cómo ha cambiado el modelo de desarrollo en Nosara. Hace poco más de una década, eran unos 4900 habitantes. Ahora, hay más de 8700 residentes permanentes, ¡pero sumándole una población temporal de casi 27,000 turistas! Todo esto impulsado por el turismo y la construcción, generando competencia por recursos básicos como el agua y dejando a muchos locales fuera del circuito económico. Parece que algunos llegaron a pensar que podían hacerse ricos vendiendo terrenos a cuentecitas, olvidándose de la gente que realmente hace grande a Nosara.
Esteban Barboza, coordinador del Observatorio de Turismo y Migraciones de la Universidad Nacional (Obtur-UNA), explica que se ha instalado un modelo “extractivista” que prioriza el desarrollo inmobiliario sobre el bienestar de la población local. Muchos vecinos se han visto obligados a irse de la zona en busca de mejores oportunidades, mientras que las empresas prefieren contratar mano de obra extranjera o proveniente de otras partes del país. ¡Qué triste ver cómo se desangra una comunidad!
Este estudio, basado en investigaciones de la Universidad de Costa Rica, resalta la importancia de proteger factores culturales, sociales y ambientales que contribuyen a la longevidad. Menciona que en Nicoya hay hasta 23 centenarios por cada 100 mil habitantes, con una alimentación mucho más sana y balanceada que la de quienes vivimos en la capital. Claramente, hay algo que estamos haciendo mal acá en San José… O quizás, simplemente, perdemos de vista lo esencial mientras perseguimos modas pasajeras.
La situación en Nosara nos plantea preguntas claves sobre nuestro modelo de desarrollo turístico y su impacto en nuestras comunidades. ¿Estamos dispuestos a sacrificar el bienestar de nuestros vecinos y la sostenibilidad de nuestros ecosistemas en aras del crecimiento económico a corto plazo? ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio que beneficie tanto a los inversionistas como a la población local, garantizando que todos tengan acceso a oportunidades y una buena calidad de vida? ¡Vamos a debatir esto, mi gente! ¿Ustedes creen que aún hay tiempo para rescatar a Nosara como zona azul o ya es tarde?
