¡Qué despiche, maes! Acabo de leerme el último editorial del Diario Extra sobre la educación en el país y, sinceramente, es para que a uno se le ponga el pelo de punta. No es vara nueva, todos lo sentimos en el aire, pero ver los datos en blanco y negro es otra historia. Estamos frente a una crisis que no solo nos está dejando atrás, sino que está hipotecando el futuro de una generación completa. Y no, no estoy exagerando para sonar dramática. La vara es así de seria.
El meollo del asunto es brutalmente simple: nuestros güilas están saliendo del cole sin las herramientas más básicas. El informe que citan es clarísimo: tenemos estudiantes de octavo y noveno con un nivel de comprensión de lectura y mate de un chiquito de tercer grado. ¡Tercer grado! Pensemos en eso un segundo. Significa que un adolescente de 15 años, a punto de enfrentarse al mundo real, tiene la misma capacidad de análisis que un niño de 9. Diay, con razón después el portón para conseguir un buen brete parece más una pared de concreto. Estamos mandando a la gente a la guerra con un tenedor.
Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo. Esto no es un problema abstracto que solo afecta a los carajillos. La Cámara de Industrias ya pegó el grito al cielo: 7 de cada 10 de sus empresas no encuentran gente con la preparación mínima para los puestos. ¡Qué torta! Esto significa que las compañías que generan buenos salarios y oportunidades, como las de zonas francas, se ven obligadas a hacerle el brete que no hizo el MEP. Tienen que invertir tiempo y plata en enseñarles a sus nuevos empleados a leer un bendito manual de instrucciones. Cuando una empresa tiene que funcionar como una escuela remedial, es porque todo el sistema educativo se fue al traste.
Lo más frustrante es que el debate político sigue estancado en la misma cantaleta de siempre: el famoso 8% del PIB. Maes, es obvio que se necesita plata, pero si seguimos echando agua en un balde que está lleno de huecos, nunca lo vamos a llenar. El problema es de enfoque, de desconexión total con la realidad. Se habla de la educación dual (esa vara de aprender en el aula y en una empresa de verdad) como si fuera la última maravilla, y lo es, pero se implementa a paso de tortuga. Existe desde 2019 y todavía es un plan piloto con un puñado de empresas. ¡Así no se puede!
Al final, este despiche es un ancla que nos está hundiendo a todos. A los que buscan brete y se frustran, a los empresarios que no pueden crecer y a un país que se enorgullecía de su educación y hoy ve cómo ese pilar se desmorona. Dejemos de echarle la culpa a los güilas por no "ponerle" y empecemos a exigir un cambio real. Esto no se arregla con discursos bonitos ni con promesas para las próximas elecciones. Necesitamos una reestructuración profunda y urgente. Maes, en serio, ¿qué creen que podemos hacer desde nuestra trinchera? ¿Es solo presionar a los políticos o hay algo más que se nos está escapando? ¿Cómo le damos vuelta a esta torta antes de que sea demasiado tarde?
El meollo del asunto es brutalmente simple: nuestros güilas están saliendo del cole sin las herramientas más básicas. El informe que citan es clarísimo: tenemos estudiantes de octavo y noveno con un nivel de comprensión de lectura y mate de un chiquito de tercer grado. ¡Tercer grado! Pensemos en eso un segundo. Significa que un adolescente de 15 años, a punto de enfrentarse al mundo real, tiene la misma capacidad de análisis que un niño de 9. Diay, con razón después el portón para conseguir un buen brete parece más una pared de concreto. Estamos mandando a la gente a la guerra con un tenedor.
Y aquí es donde la puerca tuerce el rabo. Esto no es un problema abstracto que solo afecta a los carajillos. La Cámara de Industrias ya pegó el grito al cielo: 7 de cada 10 de sus empresas no encuentran gente con la preparación mínima para los puestos. ¡Qué torta! Esto significa que las compañías que generan buenos salarios y oportunidades, como las de zonas francas, se ven obligadas a hacerle el brete que no hizo el MEP. Tienen que invertir tiempo y plata en enseñarles a sus nuevos empleados a leer un bendito manual de instrucciones. Cuando una empresa tiene que funcionar como una escuela remedial, es porque todo el sistema educativo se fue al traste.
Lo más frustrante es que el debate político sigue estancado en la misma cantaleta de siempre: el famoso 8% del PIB. Maes, es obvio que se necesita plata, pero si seguimos echando agua en un balde que está lleno de huecos, nunca lo vamos a llenar. El problema es de enfoque, de desconexión total con la realidad. Se habla de la educación dual (esa vara de aprender en el aula y en una empresa de verdad) como si fuera la última maravilla, y lo es, pero se implementa a paso de tortuga. Existe desde 2019 y todavía es un plan piloto con un puñado de empresas. ¡Así no se puede!
Al final, este despiche es un ancla que nos está hundiendo a todos. A los que buscan brete y se frustran, a los empresarios que no pueden crecer y a un país que se enorgullecía de su educación y hoy ve cómo ese pilar se desmorona. Dejemos de echarle la culpa a los güilas por no "ponerle" y empecemos a exigir un cambio real. Esto no se arregla con discursos bonitos ni con promesas para las próximas elecciones. Necesitamos una reestructuración profunda y urgente. Maes, en serio, ¿qué creen que podemos hacer desde nuestra trinchera? ¿Es solo presionar a los políticos o hay algo más que se nos está escapando? ¿Cómo le damos vuelta a esta torta antes de que sea demasiado tarde?