¡Ay, Dios mío! Ya estamos casi en diciembre y parece que vamos a estar pagando la resaca del presupuesto del próximo año. Resulta que el borrador del Presupuesto Nacional para 2026 sigue siendo un verdadero despache, con la mayor parte del dinerito destinado a taparle huecos de deudas viejas, amortizaciones e intereses. Parece que no aprendemos la lección, ¿verdad?
Según el consultor Lic. Bernal Monge Pacheco, el panorama no pinta muy rosadito. De los colones que destinamos, ¡casi el 42.3% se va directo al pago de la deuda pública! Y eso no es todo, porque luego tenemos las remuneraciones del personal, que absorben otro 23.9%, y las transferencias corrientes y de capital, que se llevan un jugoso 27.2%. Eso suma, amigos míos, ¡el 93% del presupuesto!
¿Y qué queda para las cosas realmente importantes? Pues para servicios, materiales, suministros y bienes duraderos, apenas un magrito del 6.6%. ¡Imagínate cómo estarán los ministerios e instituciones tratando de funcionar con tan poco! Es obvio que así no vamos a ver mejoras significativas en ningún lado. Se nos está secando el cuello, literal.
Este presupuesto se planea financiar entre ingresos corrientes (61.9%) y, agárrense bien, ¡más deuda pública (38.1%)! Suena a disco rayado, ¿no creen? Dicen que quieren invertir en gasto de capital para mejorar la eficiencia de los ministerios y la calidad de los servicios, pero con estos números... ¡eso suena a campaña política vacía!
La CEPAL, esos señores que saben un poquito, nos dicen que invertir en proyectos de capital sí ayuda al crecimiento a largo plazo, generando más ingresos y ayudando a controlar la economía. Pero también advierten que necesitamos reglas claras y anticíclicas para proteger esas inversiones, sobre todo ahora que estamos con un nivel de deuda que representa un 56% del PIB. ¡Uf, qué bronca!
Lo peor de todo es que, en ocasiones, recortes de gastos afectan directamente a los programas sociales, como becas estudiantiles, el bono de la vivienda y otras ayudas para los más necesitados. ¡Eso ya es ir al traste con la gente que realmente lo necesita! Necesitamos que los recortes se hagan bien, analizando los programas y actividades, no simplemente picando a ciegas para aparentar austeridad.
Por supuesto, nadie dice que sea fácil. Reducir el gasto público, especialmente el corriente, es vital. Pero no podemos sacrificar el bienestar de la población en el altar de las estadísticas económicas. Hay que buscar soluciones creativas, ¡y dejar de poner parche encima de parche! El problema es que parece que siempre terminamos haciendo lo mismo, con resultados peores cada vez.
En fin, este presupuesto deja más preguntas que respuestas. ¿Será posible que algún día tengamos un presupuesto que priorice la inversión en educación, salud e infraestructura, en lugar de seguir ahogándonos en deudas y atajos fáciles? ¿Creen que esta administración tendrá la valentía de tomar decisiones difíciles y romper con el ciclo vicioso del endeudamiento, o seguiremos viendo la misma película año tras año? ¡Compártelo en el foro y cuéntanos qué piensas!
Según el consultor Lic. Bernal Monge Pacheco, el panorama no pinta muy rosadito. De los colones que destinamos, ¡casi el 42.3% se va directo al pago de la deuda pública! Y eso no es todo, porque luego tenemos las remuneraciones del personal, que absorben otro 23.9%, y las transferencias corrientes y de capital, que se llevan un jugoso 27.2%. Eso suma, amigos míos, ¡el 93% del presupuesto!
¿Y qué queda para las cosas realmente importantes? Pues para servicios, materiales, suministros y bienes duraderos, apenas un magrito del 6.6%. ¡Imagínate cómo estarán los ministerios e instituciones tratando de funcionar con tan poco! Es obvio que así no vamos a ver mejoras significativas en ningún lado. Se nos está secando el cuello, literal.
Este presupuesto se planea financiar entre ingresos corrientes (61.9%) y, agárrense bien, ¡más deuda pública (38.1%)! Suena a disco rayado, ¿no creen? Dicen que quieren invertir en gasto de capital para mejorar la eficiencia de los ministerios y la calidad de los servicios, pero con estos números... ¡eso suena a campaña política vacía!
La CEPAL, esos señores que saben un poquito, nos dicen que invertir en proyectos de capital sí ayuda al crecimiento a largo plazo, generando más ingresos y ayudando a controlar la economía. Pero también advierten que necesitamos reglas claras y anticíclicas para proteger esas inversiones, sobre todo ahora que estamos con un nivel de deuda que representa un 56% del PIB. ¡Uf, qué bronca!
Lo peor de todo es que, en ocasiones, recortes de gastos afectan directamente a los programas sociales, como becas estudiantiles, el bono de la vivienda y otras ayudas para los más necesitados. ¡Eso ya es ir al traste con la gente que realmente lo necesita! Necesitamos que los recortes se hagan bien, analizando los programas y actividades, no simplemente picando a ciegas para aparentar austeridad.
Por supuesto, nadie dice que sea fácil. Reducir el gasto público, especialmente el corriente, es vital. Pero no podemos sacrificar el bienestar de la población en el altar de las estadísticas económicas. Hay que buscar soluciones creativas, ¡y dejar de poner parche encima de parche! El problema es que parece que siempre terminamos haciendo lo mismo, con resultados peores cada vez.
En fin, este presupuesto deja más preguntas que respuestas. ¿Será posible que algún día tengamos un presupuesto que priorice la inversión en educación, salud e infraestructura, en lugar de seguir ahogándonos en deudas y atajos fáciles? ¿Creen que esta administración tendrá la valentía de tomar decisiones difíciles y romper con el ciclo vicioso del endeudamiento, o seguiremos viendo la misma película año tras año? ¡Compártelo en el foro y cuéntanos qué piensas!