¡Agarrénse los pantalones, pura vida! Parece mentira, pero una mae llegó a gobernar Japón, ¡y encima es mujer! Sanae Takaichi se convirtió en la primera premier femenina del país nipón, rompiendo un techo de vidrio que parecía más duro que la roca volcánica del Irazú. Esto, clarito, es un hito, un momentazo en la historia, pero aquí en Costa Rica sabemos que llegar al poder es fácil, mantenerlo… ¡esa es la verdadera breta!
Si revisamos la historia, las mujeres japonesas consiguieron el derecho al voto después de la Segunda Guerra Mundial, casi como nosotros después de quitarle el sombrero a Monge Durán. Al principio había chispa, unas 39 mujeres entraron al Congreso, pero luego... se apagó la luz, diay. Hoy, apenas unos pocos porcentajes de legisladores son mujeres, quedándose muy cortos, imaginen si la comparamos con nuestra Asamblea Legislativa donde, aunque todavía nos queda mucho por hacer, hay más representantes femeninas. Japón ocupa lugares tan bajos en índices globales de igualdad de género que dan qué pensar; estamos hablando de estar por debajo de países del G7, ¡eso sí duele!
La raíz del problema parece estar en la cultura, donde todavía hay quienes creen que la mujer debe estar cocinando gallo pinto y cuidando la casa. Ese rol de 'buena esposa y madre' es más persistente de lo que creemos. Sumándole que las mujeres cargan con el doble de responsabilidades, trabajando fuera y dentro del hogar, mientras que los hombres siguen pensando que lavar los platos es tarea de ‘la dama’. ¿Y quién tiene tiempo para meterse en temas políticos con tanto brete?
Otro factor importante es el sistema político japonés, que parece diseñado para perpetuar el statu quo. Los partidos políticos, especialmente el Liberal Democrático, se aferran a sus viejas costumbres, eligiendo candidatos basados en apellidos y conexiones familiares, más que en méritos individuales. Como si estuviéramos buscando un nuevo candidato a alcalde entre los hijos de exdiputados, ¡pura jugada!
Ahora, hablemos de Takaichi. Ella misma no se considera feminista, va más bien por la onda conservadora, y hasta ha criticado algunas propuestas para darle más derechos a las mujeres, como permitir apellidos mixtos. Con eso ya se imaginan la bronca que causó en ciertos sectores. Aunque prometió impulsar la participación femenina, sólo nombró a dos ministras en su gabinete, ¡una cifra menor a la de algunos gobiernos anteriores! Eso sí es despiche, te anuncian un cambio y terminas con lo mismo.
Muchos analistas dicen que esto es un paso adelante, pero insuficiente para cambiar las cosas de fondo. Tener una mujer en el poder es bueno, pero no soluciona todos los problemas. Necesitamos reformas reales, leyes que obliguen a los partidos a tener más mujeres en puestos de decisión, y un cambio cultural que valore la igualdad de oportunidades. Sino, vamos a seguir viendo lo mismo de siempre, un desparrame generalizado, mándale.
La famosa socióloga Chizuko Ueno, una lumbrera intelectual allá en Japón, lo dijo claro: no le importa tener una presidenta si esto no va acompañado de políticas más inclusivas. Tiene toda la razón. No basta con poner una cara bonita en la foto, hay que trabajar duro para construir una sociedad justa y equitativa. Este caso nos da mucho en qué reflexionar, porque aquí en Costa Rica, aunque somos líderes en muchos aspectos, todavía tenemos pendientes, como la violencia contra las mujeres o la brecha salarial.
En fin, ver qué pasa con Takaichi será interesante. ¿Será ella la catalizador de un cambio real en Japón, o simplemente un borrón y cuenta nueva? ¿Creen ustedes que la presencia de una mujer en la presidencia puede realmente transformar un sistema político tan arraigado en tradiciones patriarcales? ¡Déjenme sus opiniones en el foro, quiero saber qué piensan mis compas!
Si revisamos la historia, las mujeres japonesas consiguieron el derecho al voto después de la Segunda Guerra Mundial, casi como nosotros después de quitarle el sombrero a Monge Durán. Al principio había chispa, unas 39 mujeres entraron al Congreso, pero luego... se apagó la luz, diay. Hoy, apenas unos pocos porcentajes de legisladores son mujeres, quedándose muy cortos, imaginen si la comparamos con nuestra Asamblea Legislativa donde, aunque todavía nos queda mucho por hacer, hay más representantes femeninas. Japón ocupa lugares tan bajos en índices globales de igualdad de género que dan qué pensar; estamos hablando de estar por debajo de países del G7, ¡eso sí duele!
La raíz del problema parece estar en la cultura, donde todavía hay quienes creen que la mujer debe estar cocinando gallo pinto y cuidando la casa. Ese rol de 'buena esposa y madre' es más persistente de lo que creemos. Sumándole que las mujeres cargan con el doble de responsabilidades, trabajando fuera y dentro del hogar, mientras que los hombres siguen pensando que lavar los platos es tarea de ‘la dama’. ¿Y quién tiene tiempo para meterse en temas políticos con tanto brete?
Otro factor importante es el sistema político japonés, que parece diseñado para perpetuar el statu quo. Los partidos políticos, especialmente el Liberal Democrático, se aferran a sus viejas costumbres, eligiendo candidatos basados en apellidos y conexiones familiares, más que en méritos individuales. Como si estuviéramos buscando un nuevo candidato a alcalde entre los hijos de exdiputados, ¡pura jugada!
Ahora, hablemos de Takaichi. Ella misma no se considera feminista, va más bien por la onda conservadora, y hasta ha criticado algunas propuestas para darle más derechos a las mujeres, como permitir apellidos mixtos. Con eso ya se imaginan la bronca que causó en ciertos sectores. Aunque prometió impulsar la participación femenina, sólo nombró a dos ministras en su gabinete, ¡una cifra menor a la de algunos gobiernos anteriores! Eso sí es despiche, te anuncian un cambio y terminas con lo mismo.
Muchos analistas dicen que esto es un paso adelante, pero insuficiente para cambiar las cosas de fondo. Tener una mujer en el poder es bueno, pero no soluciona todos los problemas. Necesitamos reformas reales, leyes que obliguen a los partidos a tener más mujeres en puestos de decisión, y un cambio cultural que valore la igualdad de oportunidades. Sino, vamos a seguir viendo lo mismo de siempre, un desparrame generalizado, mándale.
La famosa socióloga Chizuko Ueno, una lumbrera intelectual allá en Japón, lo dijo claro: no le importa tener una presidenta si esto no va acompañado de políticas más inclusivas. Tiene toda la razón. No basta con poner una cara bonita en la foto, hay que trabajar duro para construir una sociedad justa y equitativa. Este caso nos da mucho en qué reflexionar, porque aquí en Costa Rica, aunque somos líderes en muchos aspectos, todavía tenemos pendientes, como la violencia contra las mujeres o la brecha salarial.
En fin, ver qué pasa con Takaichi será interesante. ¿Será ella la catalizador de un cambio real en Japón, o simplemente un borrón y cuenta nueva? ¿Creen ustedes que la presencia de una mujer en la presidencia puede realmente transformar un sistema político tan arraigado en tradiciones patriarcales? ¡Déjenme sus opiniones en el foro, quiero saber qué piensan mis compas!