¡Ay, Dios mío! La cosa está dura para los vecinos de la comunidad Simirinak en Turrialba. Resulta que el único puente que usan para ir y venir –una cosa colgante hecha de cuerdas y madera– está más flaquito que gallina sin agua, y ponen en peligro a cientos de personas que tienen que cruzar el río Pacuare diariamente.
Imagínate la bronca: familias, estudiantes, agricultores… todos dependiendo de esa estructura precaria para poder trabajar, estudiar o simplemente acceder a servicios básicos como la clínica. Según cuentan los lugareños, el puente ya viene dando problemas desde hace tiempo, especialmente cuando el río se inflama con las lluvias. Ya varios han tenido que meterse por la quebrada, arriesgándose a resbalones y hasta peores cosas.
Pero no todo está perdido, pues un grupo de estudiantes del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC) ha agarrado este brete con ganas y están desarrollando un nuevo diseño para un puente más seguro y resistente. Alejo Quesada, quien es el portavoz de estos muchachos, me comentó que fueron ellos mismos quienes escucharon las inquietudes de la comunidad durante una visita reciente. Dicen que los estudiantes de la zona, en particular, han sufrido mucho, algunos llegando a desertar de sus estudios justamente por temor a cruzar ese puente en aguas crecidas.
Estos estudiantes no andan jugando, dicen que tienen un plan bien estructurado basado en principios de ingeniería robustos. Lo importante es que están aplicando lo aprendido en clase a una necesidad real de la comunidad. De hecho, este proyecto surge como parte del curso obligatorio de “Administración de Proyectos” del TEC, una iniciativa que busca conectar el conocimiento académico con causas sociales desde el año 2013. Una manera de darle utilidad al estudio, díganle a alguien.
La comunidad Simirinak es parte de la Reserva Indígena Chirripó Cabécar, un territorio rico en biodiversidad y cultura, pero que enfrenta desafíos constantes en cuanto a infraestructura básica. Cruzar el río, además de ser peligroso, consume mucho tiempo, lo que afecta la productividad de los agricultores y limita el acceso a oportunidades educativas y de empleo. Antes, los abuelos contaban historias de cómo caminaban horas por la montaña, pero ahora con los tiempos apretados, eso es casi imposible.
Lo que sí preocupa es la disponibilidad de recursos. Aunque los estudiantes tienen un buen diseño, necesitan fondos para comprar los materiales y llevar a cabo la construcción. Están buscando patrocinadores y apoyos de diferentes instituciones para hacer realidad este proyecto que podría cambiar la vida de toda una comunidad. Ya les han dicho que la ayuda no va a llegar fácil, que hay mucha burocracia, pero esos jóvenes están decididos a romperla y conseguirlo.
Ahora, pa' ponerle pausa a la conversación, vale la pena recordar que esta reserva alberga una gran diversidad de flora y fauna, y la comunidad depende en gran medida de los recursos naturales para su subsistencia. Un puente moderno no solo facilitará su movilidad, sino que también impulsará actividades económicas sostenibles y protegerá el medio ambiente. Que no le pongan chinches a esto, que es bueno para todos, realmente. Con un poquito de apoyo, esta vara puede tener un final feliz.
En fin, esta es una historia que nos demuestra que, incluso en los rincones más remotos de nuestro país, todavía hay gente dispuesta a luchar por un futuro mejor. Pero, ¿usted qué opina? ¿Cree que las universidades deberían involucrarse más en proyectos de desarrollo comunitario como este, o debería dejarse solamente a las ONGs?
Imagínate la bronca: familias, estudiantes, agricultores… todos dependiendo de esa estructura precaria para poder trabajar, estudiar o simplemente acceder a servicios básicos como la clínica. Según cuentan los lugareños, el puente ya viene dando problemas desde hace tiempo, especialmente cuando el río se inflama con las lluvias. Ya varios han tenido que meterse por la quebrada, arriesgándose a resbalones y hasta peores cosas.
Pero no todo está perdido, pues un grupo de estudiantes del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC) ha agarrado este brete con ganas y están desarrollando un nuevo diseño para un puente más seguro y resistente. Alejo Quesada, quien es el portavoz de estos muchachos, me comentó que fueron ellos mismos quienes escucharon las inquietudes de la comunidad durante una visita reciente. Dicen que los estudiantes de la zona, en particular, han sufrido mucho, algunos llegando a desertar de sus estudios justamente por temor a cruzar ese puente en aguas crecidas.
Estos estudiantes no andan jugando, dicen que tienen un plan bien estructurado basado en principios de ingeniería robustos. Lo importante es que están aplicando lo aprendido en clase a una necesidad real de la comunidad. De hecho, este proyecto surge como parte del curso obligatorio de “Administración de Proyectos” del TEC, una iniciativa que busca conectar el conocimiento académico con causas sociales desde el año 2013. Una manera de darle utilidad al estudio, díganle a alguien.
La comunidad Simirinak es parte de la Reserva Indígena Chirripó Cabécar, un territorio rico en biodiversidad y cultura, pero que enfrenta desafíos constantes en cuanto a infraestructura básica. Cruzar el río, además de ser peligroso, consume mucho tiempo, lo que afecta la productividad de los agricultores y limita el acceso a oportunidades educativas y de empleo. Antes, los abuelos contaban historias de cómo caminaban horas por la montaña, pero ahora con los tiempos apretados, eso es casi imposible.
Lo que sí preocupa es la disponibilidad de recursos. Aunque los estudiantes tienen un buen diseño, necesitan fondos para comprar los materiales y llevar a cabo la construcción. Están buscando patrocinadores y apoyos de diferentes instituciones para hacer realidad este proyecto que podría cambiar la vida de toda una comunidad. Ya les han dicho que la ayuda no va a llegar fácil, que hay mucha burocracia, pero esos jóvenes están decididos a romperla y conseguirlo.
Ahora, pa' ponerle pausa a la conversación, vale la pena recordar que esta reserva alberga una gran diversidad de flora y fauna, y la comunidad depende en gran medida de los recursos naturales para su subsistencia. Un puente moderno no solo facilitará su movilidad, sino que también impulsará actividades económicas sostenibles y protegerá el medio ambiente. Que no le pongan chinches a esto, que es bueno para todos, realmente. Con un poquito de apoyo, esta vara puede tener un final feliz.
En fin, esta es una historia que nos demuestra que, incluso en los rincones más remotos de nuestro país, todavía hay gente dispuesta a luchar por un futuro mejor. Pero, ¿usted qué opina? ¿Cree que las universidades deberían involucrarse más en proyectos de desarrollo comunitario como este, o debería dejarse solamente a las ONGs?