Imagínate la bronca: Estados Unidos, la tierra del 'American Dream' y de los aviones que van y vienen a toda velocidad, amaneció este viernes con un serio problema en el aire. No es que se les cayó un meteorito ni nada por el estilo, sino que la falta de personal en los controles de tránsito aéreo ha provocado una cascada de cancelaciones y retrasos que nos tienen a todos mirando al norte con un poquito de preocupación... y con ganas de ver qué sale de esta.
La raíz del problema, como bien sabemos, está en el cierre del gobierno federal, un berrinche que le agarró al expresidente Trump y que ahora, con Joe Biden en la Casa Blanca, sigue dando sus frutos amargos. Resulta que muchos controladores aéreos, hartos de la incertidumbre y los bajos salarios –y algunos simplemente buscando un brete mejor– se fueron a otra parte, dejando a la FAA (Administración Federal de Aviación) en aprietos. Es como si te faltaran ingredientes para hacer gallo pinto, ¡el desayuno no va a salir!
Y la situación se puso fea rápido. Se tuvo que ordenar una reducción del 10% en los despegues y aterrizajes, afectando a unos 40 aeropuertos clave. ¡Nueva York, Washington, Chicago, Los Ángeles… hasta Miami! Imagínate la gente varada, con planes a medio camino y con la paciencia agotándose. Es pura torta, vamos.
Las aerolíneas más grandes, como American Airlines, United y Delta, ya confirmaron cientos de cancelaciones entre el viernes y el fin de semana. American cortó cerca de 220 vuelos diarios; United, más de 200 entre viernes y sábado. Y Delta, no se queda atrás, con al menos 170 vuelos picados cada día. Las reservas online se venían abajo más rápido que helao en Navidad.
Pero lo peor es que esto sucede justo en plena temporada alta de viajes, cuando miles de estadounidenses aprovechan el feriado del Día de los Veteranos y preparan sus escapadas para Acción de Gracias. Familias enteras tratando de reunirse, viajeros de negocios desesperados por llegar a sus reuniones... y todos atrapados en un aeropuerto, comiendo pretzels rancias y escuchando anuncios interminables sobre cambios de vuelo. ¡Qué sal!
El secretario de transporte, Sean Duffy, advirtió que, si el cierre del gobierno persiste, el asunto podría escalar aún más. Dijo que la seguridad es lo primero, claro, pero también reconoció que no pueden prometer que los vuelos despegarán a tiempo. Es decir, estamos ante un escenario impredecible, donde cualquier cosa puede pasar. La FAA reportó que casi el 80% de los controladores aéreos en los aeropuertos de Nueva York no aparecieron a trabajar. ¡Un verdadero quilombo!
Por suerte, las aerolíneas han ofrecido flexibilidad a los pasajeros, permitiéndoles reprogramar sus vuelos o pedir reembolsos sin costo alguno. Un alivio para quienes pudieron cambiar sus planes a último minuto. Pero para aquellos que ya están varados en algún aeropuerto, la espera se hace eterna. Imagínate la escena: niños llorando, adultos estresados, filas kilométricas… ¡qué brete!
Ahora, dime tú, mi querido lector del Foro de Costa Rica: ¿Crees que el cierre del gobierno de EE. UU. es una estrategia efectiva para presionar al Congreso, o es simplemente una forma de meterle el dedo en el ojo a la gente y causarles problemas innecesarios? ¿Y cómo crees que esto afectará a nuestros propios viajes y relaciones comerciales con Estados Unidos?
La raíz del problema, como bien sabemos, está en el cierre del gobierno federal, un berrinche que le agarró al expresidente Trump y que ahora, con Joe Biden en la Casa Blanca, sigue dando sus frutos amargos. Resulta que muchos controladores aéreos, hartos de la incertidumbre y los bajos salarios –y algunos simplemente buscando un brete mejor– se fueron a otra parte, dejando a la FAA (Administración Federal de Aviación) en aprietos. Es como si te faltaran ingredientes para hacer gallo pinto, ¡el desayuno no va a salir!
Y la situación se puso fea rápido. Se tuvo que ordenar una reducción del 10% en los despegues y aterrizajes, afectando a unos 40 aeropuertos clave. ¡Nueva York, Washington, Chicago, Los Ángeles… hasta Miami! Imagínate la gente varada, con planes a medio camino y con la paciencia agotándose. Es pura torta, vamos.
Las aerolíneas más grandes, como American Airlines, United y Delta, ya confirmaron cientos de cancelaciones entre el viernes y el fin de semana. American cortó cerca de 220 vuelos diarios; United, más de 200 entre viernes y sábado. Y Delta, no se queda atrás, con al menos 170 vuelos picados cada día. Las reservas online se venían abajo más rápido que helao en Navidad.
Pero lo peor es que esto sucede justo en plena temporada alta de viajes, cuando miles de estadounidenses aprovechan el feriado del Día de los Veteranos y preparan sus escapadas para Acción de Gracias. Familias enteras tratando de reunirse, viajeros de negocios desesperados por llegar a sus reuniones... y todos atrapados en un aeropuerto, comiendo pretzels rancias y escuchando anuncios interminables sobre cambios de vuelo. ¡Qué sal!
El secretario de transporte, Sean Duffy, advirtió que, si el cierre del gobierno persiste, el asunto podría escalar aún más. Dijo que la seguridad es lo primero, claro, pero también reconoció que no pueden prometer que los vuelos despegarán a tiempo. Es decir, estamos ante un escenario impredecible, donde cualquier cosa puede pasar. La FAA reportó que casi el 80% de los controladores aéreos en los aeropuertos de Nueva York no aparecieron a trabajar. ¡Un verdadero quilombo!
Por suerte, las aerolíneas han ofrecido flexibilidad a los pasajeros, permitiéndoles reprogramar sus vuelos o pedir reembolsos sin costo alguno. Un alivio para quienes pudieron cambiar sus planes a último minuto. Pero para aquellos que ya están varados en algún aeropuerto, la espera se hace eterna. Imagínate la escena: niños llorando, adultos estresados, filas kilométricas… ¡qué brete!
Ahora, dime tú, mi querido lector del Foro de Costa Rica: ¿Crees que el cierre del gobierno de EE. UU. es una estrategia efectiva para presionar al Congreso, o es simplemente una forma de meterle el dedo en el ojo a la gente y causarles problemas innecesarios? ¿Y cómo crees que esto afectará a nuestros propios viajes y relaciones comerciales con Estados Unidos?