¡Ay, Dios mío, qué torta! Resulta que Randall Zúñiga, el otrora todopoderoso director del OIJ, anda en aprietos más hondos que el Cañón del Colorado. La Fiscalía Adjunta contra la Violencia de Género cerró los allanamientos en su casa y oficina, y parece que encontraron más que polvo; equipos electrónicos y montañas de papeleo que ahora tienen a los fiscales sudando la gota gorda. Este mae ya tenía varios problemas, pero esto lo complicó aún más, díganlo.
Todo comenzó con acusaciones fuertes –muy fuertes– contra Zúñiga por parte de varias mujeres. Tenemos un expediente por una presunta violación en Corredores, otro en Cartago por violación e infección venérea, y uno más en Goicoechea que incluye cargos de conducta sexual abusiva y ofensas a la dignidad. Al principio, parecían rumores de pasillo, ¿saben?, esas cosas que circulan rápido como reguero de pólvora. Pero luego aparecieron las denuncias formales y la cosa se puso seria, muy seria.
Y ni hablar de la investigación administrativa en el Poder Judicial, que ya había puesto encima de la mesa una suspensión preventiva de quince días hábiles, mientras se investigaba el brete. Imagínense la presión, el escrutinio público… ¡qué nivel! La Corte tuvo que hacer una sesión secreta, ¡órale!, para decidir qué hacer con él. Parecía que el pobre hombre estaba nadando en un mar de lodo, y eso sin contar las consecuencias para su reputación.
Pero entonces, Zúñiga soltó la bomba. En medio del relajo, y fuera de los canales oficiales del OIJ, le envió un audio a algunos periodistas afirmando que el gobierno está detrás de todo esto, ¡qué sal! Según él, una mujer fue contactada en Turrialba y le ofrecieron beneficios estatales para presentar una denuncia falsa en su contra. Y que mañana aparecerá otra dama contando la misma historia, pero con ofertas de particulares. ¡Una novela digna de Gabriel García Márquez!
El mae insiste en que todo es un montaje político, un show mediático para sacarlo del cargo. Dice que le han negado acceso a los expedientes y que planea llevar pruebas este viernes que desmintieran las acusaciones. Claro, todos tenemos nuestras verdades, pero esto huele raro, ¿verdad? Parece que estamos viendo un drama bien cargado, con intereses políticos en juego y mujeres involucradas en medio del fuego cruzado. Una pena que se instrumentalice temas tan sensibles como estos para fines partidistas.
Lo que más preocupa es cómo estas acusaciones y contraacusaciones afectan la confianza en las instituciones. El OIJ debería ser un ejemplo de imparcialidad y transparencia, pero este escándalo pone en tela de juicio todo su accionar. Se rumorea que hay incluso más denuncias pendientes, lo que agrava aún más la situación. Uno se pregunta, ¿dónde quedó la ética y la integridad en este país?
Ahora, la Fiscalía va a interrogar formalmente a Zúñiga, para evaluar si pide alguna medida cautelar. Ya podemos imaginar el circo mediático que habrá cuando lo lleven a declarar. Parece que la cosa está lejos de terminar y que este caso seguirá dando de qué hablar por mucho tiempo. Veremos si sale a la luz toda la verdad o si seguimos atrapados en un laberinto de acusaciones y contradicciones. ¡Qué desarme!
En fin, este caso nos plantea preguntas importantes sobre el poder judicial, la violencia de género y la politicización de las instituciones. ¿Ustedes creen que las acusaciones de Randall Zúñiga tienen fundamento, o es simplemente una estrategia desesperada para salir de esta situación? ¿Debería renunciar a su cargo, o esperar a que la justicia dicte sentencia? Compartan sus opiniones en el foro, ¡queremos saber qué piensan ustedes sobre este mamotreto!
Todo comenzó con acusaciones fuertes –muy fuertes– contra Zúñiga por parte de varias mujeres. Tenemos un expediente por una presunta violación en Corredores, otro en Cartago por violación e infección venérea, y uno más en Goicoechea que incluye cargos de conducta sexual abusiva y ofensas a la dignidad. Al principio, parecían rumores de pasillo, ¿saben?, esas cosas que circulan rápido como reguero de pólvora. Pero luego aparecieron las denuncias formales y la cosa se puso seria, muy seria.
Y ni hablar de la investigación administrativa en el Poder Judicial, que ya había puesto encima de la mesa una suspensión preventiva de quince días hábiles, mientras se investigaba el brete. Imagínense la presión, el escrutinio público… ¡qué nivel! La Corte tuvo que hacer una sesión secreta, ¡órale!, para decidir qué hacer con él. Parecía que el pobre hombre estaba nadando en un mar de lodo, y eso sin contar las consecuencias para su reputación.
Pero entonces, Zúñiga soltó la bomba. En medio del relajo, y fuera de los canales oficiales del OIJ, le envió un audio a algunos periodistas afirmando que el gobierno está detrás de todo esto, ¡qué sal! Según él, una mujer fue contactada en Turrialba y le ofrecieron beneficios estatales para presentar una denuncia falsa en su contra. Y que mañana aparecerá otra dama contando la misma historia, pero con ofertas de particulares. ¡Una novela digna de Gabriel García Márquez!
El mae insiste en que todo es un montaje político, un show mediático para sacarlo del cargo. Dice que le han negado acceso a los expedientes y que planea llevar pruebas este viernes que desmintieran las acusaciones. Claro, todos tenemos nuestras verdades, pero esto huele raro, ¿verdad? Parece que estamos viendo un drama bien cargado, con intereses políticos en juego y mujeres involucradas en medio del fuego cruzado. Una pena que se instrumentalice temas tan sensibles como estos para fines partidistas.
Lo que más preocupa es cómo estas acusaciones y contraacusaciones afectan la confianza en las instituciones. El OIJ debería ser un ejemplo de imparcialidad y transparencia, pero este escándalo pone en tela de juicio todo su accionar. Se rumorea que hay incluso más denuncias pendientes, lo que agrava aún más la situación. Uno se pregunta, ¿dónde quedó la ética y la integridad en este país?
Ahora, la Fiscalía va a interrogar formalmente a Zúñiga, para evaluar si pide alguna medida cautelar. Ya podemos imaginar el circo mediático que habrá cuando lo lleven a declarar. Parece que la cosa está lejos de terminar y que este caso seguirá dando de qué hablar por mucho tiempo. Veremos si sale a la luz toda la verdad o si seguimos atrapados en un laberinto de acusaciones y contradicciones. ¡Qué desarme!
En fin, este caso nos plantea preguntas importantes sobre el poder judicial, la violencia de género y la politicización de las instituciones. ¿Ustedes creen que las acusaciones de Randall Zúñiga tienen fundamento, o es simplemente una estrategia desesperada para salir de esta situación? ¿Debería renunciar a su cargo, o esperar a que la justicia dicte sentencia? Compartan sus opiniones en el foro, ¡queremos saber qué piensan ustedes sobre este mamotreto!