¡Ay, Dios mío! Esto del cambio climático nos afecta a todos, pero parece que nuestros puros están preocupados por otras cosas. Resulta que la educación pública, esa que tanto defendemos, anda con un problema gordísimo: la salud mental de los chavos. Y no me refiero a que estén un poco tristecitos, no señor. Estamos hablando de bullying, violencia entre compañeros e incluso agresiones de adultos contra estudiantes… y tenemos pocas herramientas para lidiar con esto, diay.
Según datos que ha levantado Diario Extra, el Ministerio de Educación Pública (MEP) tiene apenas 1.060 psicólogos para atender a más de un millón de estudiantes repartidos en miles de centros educativos. Eso significa que cada profesional tiene que hacer equilibrio con casi 945 alumnos. ¡Una torta!, señores. Imaginen tener que ponerle parche a tanta gente con problemas emocionales, encima con las presiones que hay hoy en día. Ya ven qué brete.
Y ni hablemos de los orientadores. Cynthia Castro, representante del Colegio de Profesionales en Orientación, soltó la bomba: ¡el 94% de las escuelas no tienen orientador! Solamente un 6% sí, unos 458 docentes dando pelea. Esto es alarmante, porque el orientador es clave para identificar tempranamente esas señales de alerta, para darle una mano a los jóvenes a encontrar su camino y para prevenir que las cosas se vayan de las manos. Pero bueno, prioridades existen, ¿verdad?
Las denuncias hablan por sí solas. La Contraloría de Derechos Estudiantiles ha recibido 4.291 casos desde 2023 hasta marzo de 2025. Casi cuatro mil familias sufriendo por estas situaciones. Y lo peor es que la tendencia va al alza. En lo que va del año, ya vamos por 1.134 casos, entre bullying, peleas y agresiones. Nos vamos comiendo el pastel, diay, cuando deberíamos estar construyendo un futuro mejor para nuestros hijos.
El Colegio de Profesionales en Psicología de Costa Rica (Cppcr), conscientes de la gravedad de la situación, han estado insistiendo con las autoridades para que le pongan empeño al tema. Afortunadamente, aprobaron la ley N.º 24.528, que incluye un plan de salud mental en el sistema educativo. Pero, ¿de qué sirve tener una ley bonita si luego no hay personal capacitado para implementarla? Ahí radica la verdadera carga, ¿me entienden?
Expertas como la psicóloga Ingrid Naranjo explican que los protocolos actuales solo atienden la conducta manifiesta, pero ignoran la raíz del problema: la salud mental. “Estamos dejando a esos chicos en indefensión,” afirma Naranjo. Añade que se han perdido espacios seguros donde los jóvenes pueden expresar sus emociones, como las clases de afectividad que antes eran comunes. Ahora, si le sumamos los protocolos que limitan la expresión de sentimientos… ¡qué sal!
Esto no es solamente un problema del MEP; es un problema social, cultural. Necesitamos cambiar la forma en que educamos a nuestros hijos, enseñándoles a manejar sus emociones, a respetar a los demás y a construir relaciones saludables. No podemos seguir castigando la conducta sin entender la causa detrás de ella. Porque al final, todos perdemos si no abordamos este tema con la seriedad que merece. Se necesita un esfuerzo conjunto de padres, maestros, psicólogos, orientadores y toda la comunidad educativa. Pura vaina, pero alguien tiene que mover el trasero, ¿no creen?
Entonces, mi pura vida, aquí queda la reflexión: ¿cree usted que el simple hecho de aprobar leyes basta para solucionar el problema de la salud mental en nuestras escuelas, o necesitamos un cambio más profundo en la cultura educativa y en la sociedad en general? ¿Qué medidas concretas deberían implementar las autoridades para proteger el bienestar emocional de nuestros estudiantes y evitar que sigan pasando por estas situaciones tan dolorosas?
Según datos que ha levantado Diario Extra, el Ministerio de Educación Pública (MEP) tiene apenas 1.060 psicólogos para atender a más de un millón de estudiantes repartidos en miles de centros educativos. Eso significa que cada profesional tiene que hacer equilibrio con casi 945 alumnos. ¡Una torta!, señores. Imaginen tener que ponerle parche a tanta gente con problemas emocionales, encima con las presiones que hay hoy en día. Ya ven qué brete.
Y ni hablemos de los orientadores. Cynthia Castro, representante del Colegio de Profesionales en Orientación, soltó la bomba: ¡el 94% de las escuelas no tienen orientador! Solamente un 6% sí, unos 458 docentes dando pelea. Esto es alarmante, porque el orientador es clave para identificar tempranamente esas señales de alerta, para darle una mano a los jóvenes a encontrar su camino y para prevenir que las cosas se vayan de las manos. Pero bueno, prioridades existen, ¿verdad?
Las denuncias hablan por sí solas. La Contraloría de Derechos Estudiantiles ha recibido 4.291 casos desde 2023 hasta marzo de 2025. Casi cuatro mil familias sufriendo por estas situaciones. Y lo peor es que la tendencia va al alza. En lo que va del año, ya vamos por 1.134 casos, entre bullying, peleas y agresiones. Nos vamos comiendo el pastel, diay, cuando deberíamos estar construyendo un futuro mejor para nuestros hijos.
El Colegio de Profesionales en Psicología de Costa Rica (Cppcr), conscientes de la gravedad de la situación, han estado insistiendo con las autoridades para que le pongan empeño al tema. Afortunadamente, aprobaron la ley N.º 24.528, que incluye un plan de salud mental en el sistema educativo. Pero, ¿de qué sirve tener una ley bonita si luego no hay personal capacitado para implementarla? Ahí radica la verdadera carga, ¿me entienden?
Expertas como la psicóloga Ingrid Naranjo explican que los protocolos actuales solo atienden la conducta manifiesta, pero ignoran la raíz del problema: la salud mental. “Estamos dejando a esos chicos en indefensión,” afirma Naranjo. Añade que se han perdido espacios seguros donde los jóvenes pueden expresar sus emociones, como las clases de afectividad que antes eran comunes. Ahora, si le sumamos los protocolos que limitan la expresión de sentimientos… ¡qué sal!
Esto no es solamente un problema del MEP; es un problema social, cultural. Necesitamos cambiar la forma en que educamos a nuestros hijos, enseñándoles a manejar sus emociones, a respetar a los demás y a construir relaciones saludables. No podemos seguir castigando la conducta sin entender la causa detrás de ella. Porque al final, todos perdemos si no abordamos este tema con la seriedad que merece. Se necesita un esfuerzo conjunto de padres, maestros, psicólogos, orientadores y toda la comunidad educativa. Pura vaina, pero alguien tiene que mover el trasero, ¿no creen?
Entonces, mi pura vida, aquí queda la reflexión: ¿cree usted que el simple hecho de aprobar leyes basta para solucionar el problema de la salud mental en nuestras escuelas, o necesitamos un cambio más profundo en la cultura educativa y en la sociedad en general? ¿Qué medidas concretas deberían implementar las autoridades para proteger el bienestar emocional de nuestros estudiantes y evitar que sigan pasando por estas situaciones tan dolorosas?