¡Ay, Dios mío, qué torta! Resulta que el “Guardián”, el barco patrullero que nos costó al Estado costarricense medio billete – ¡casi ¢500 millones! – sigue más abandonado que mi primo en California. Ya ni me extraña, porque parece que los problemas con esta embarcación son más viejos que Doña Martina cocinando picadillo.
Todo empezó en 2019, durante el gobierno de Don Carlos Alvarado, cuando se compró este juguetito a los señores de Lutz Hermanos. Desde ahí, las cosas han ido de mal en peor. Primero fueron los problemas obvios que ya todos conocíamos: el piloto automático loco, fallos eléctricos que te hacían sudar frío, baterías descargadas… incluso le faltaba cariño, porque tenía 'perkos' mal puestos, ¡imagínate la pena!
Pero ahora, gracias a una investigación del órgano director del Sinac, descubrimos que la lista de calamidades es aún más larga. ¡Imagínate!, sillas flojas que hacen ruido a cada ola, un desagüe de fregadero que no funciona como debería, y hasta una ventana goteando como un grifo viejo. Y eso, pa’ nosotros, los que vivimos acá, es una verdadera pataleta.
Dicen que el órgano director sugirió mover el barco a otra zona, buscarle un brete donde pudiera ser útil, pero vaya, ¡parece que esos consejos cayeron en saco roto! Llevamos dos años viendo cómo este jueguete de medio billón se pudre en el muelle, acumulando polvo y decepciones. Uno se pregunta si alguien realmente quiere resolver este lío, o si prefieren seguir lavándose las manos como Pilato.
Y no crean que el Ministerio del Ambiente y Energía (Minae) está precisamente acelerando el paso. El ministro Franz Tattenbach, luego de andar dando vueltas como pez en un estanque, solamente dijo que están haciendo una investigación y que podrían pasarle la bola a la Fiscalía. Pero claro, esas promesas las escuchamos siempre, y al final, terminamos más confundidos que un gato en una ferretería.
Lo más grave es que, resulta y resalta, la embarcación no cumplía con los requisitos técnicos del cartel licitatorio. Según el Guardacostas, necesitaba transportar al menos seis pasajeros, y este bote apenas daba para cinco. Además, su capacidad de carga estaba lejos de los 2.500 kilogramos que se exigían. ¡Una verdadera vara de medir retorcida! Y encima, tuvieron que ejecutar la garantía de cumplimiento por casi ¢21 millones, ¡una pérdida enorme para el país!
Después de varias pruebas, quedó demostrado que el barco simplemente no servía para lo que se había prometido. Una lástima, porque la idea inicial era patrullar la Isla del Coco y combatir el narcotráfico. Pero con estos problemas, ni siquiera podría ir a pescar con calma. Por cierto, dicen que la sonda, que es la que sirve para ver debajo del agua, está instalada en un lugar pésimo, ¡más perdida que calcetín en tintorería!
En fin, una historia digna de telenovela, llena de fallas, investigaciones, y promesas rotas. ¿Será que algún día veremos a este barco surcando nuestras aguas, o seguirá siendo un monumento a la ineficiencia pública? Dígame, compañeros, ¿creen que alguna vez este barco va a dejar de ser una torta y empezar a ser útil para Costa Rica?
Todo empezó en 2019, durante el gobierno de Don Carlos Alvarado, cuando se compró este juguetito a los señores de Lutz Hermanos. Desde ahí, las cosas han ido de mal en peor. Primero fueron los problemas obvios que ya todos conocíamos: el piloto automático loco, fallos eléctricos que te hacían sudar frío, baterías descargadas… incluso le faltaba cariño, porque tenía 'perkos' mal puestos, ¡imagínate la pena!
Pero ahora, gracias a una investigación del órgano director del Sinac, descubrimos que la lista de calamidades es aún más larga. ¡Imagínate!, sillas flojas que hacen ruido a cada ola, un desagüe de fregadero que no funciona como debería, y hasta una ventana goteando como un grifo viejo. Y eso, pa’ nosotros, los que vivimos acá, es una verdadera pataleta.
Dicen que el órgano director sugirió mover el barco a otra zona, buscarle un brete donde pudiera ser útil, pero vaya, ¡parece que esos consejos cayeron en saco roto! Llevamos dos años viendo cómo este jueguete de medio billón se pudre en el muelle, acumulando polvo y decepciones. Uno se pregunta si alguien realmente quiere resolver este lío, o si prefieren seguir lavándose las manos como Pilato.
Y no crean que el Ministerio del Ambiente y Energía (Minae) está precisamente acelerando el paso. El ministro Franz Tattenbach, luego de andar dando vueltas como pez en un estanque, solamente dijo que están haciendo una investigación y que podrían pasarle la bola a la Fiscalía. Pero claro, esas promesas las escuchamos siempre, y al final, terminamos más confundidos que un gato en una ferretería.
Lo más grave es que, resulta y resalta, la embarcación no cumplía con los requisitos técnicos del cartel licitatorio. Según el Guardacostas, necesitaba transportar al menos seis pasajeros, y este bote apenas daba para cinco. Además, su capacidad de carga estaba lejos de los 2.500 kilogramos que se exigían. ¡Una verdadera vara de medir retorcida! Y encima, tuvieron que ejecutar la garantía de cumplimiento por casi ¢21 millones, ¡una pérdida enorme para el país!
Después de varias pruebas, quedó demostrado que el barco simplemente no servía para lo que se había prometido. Una lástima, porque la idea inicial era patrullar la Isla del Coco y combatir el narcotráfico. Pero con estos problemas, ni siquiera podría ir a pescar con calma. Por cierto, dicen que la sonda, que es la que sirve para ver debajo del agua, está instalada en un lugar pésimo, ¡más perdida que calcetín en tintorería!
En fin, una historia digna de telenovela, llena de fallas, investigaciones, y promesas rotas. ¿Será que algún día veremos a este barco surcando nuestras aguas, o seguirá siendo un monumento a la ineficiencia pública? Dígame, compañeros, ¿creen que alguna vez este barco va a dejar de ser una torta y empezar a ser útil para Costa Rica?