¡Ay, Dios mío! Parece mentira que estemos hablando de esto en pleno siglo XXI, ¿verdad? Pero resulta que los estudiantes del Liceo Labrador en San Mateo de Alajuela todavía están recibiendo sus clases en condiciones… pues digamos que dejan mucho que desear. Ya van casi veinte generaciones sufriendo este brete, y parece que las autoridades no le agarran la espina.
La cosa es clara: el Liceo Labrador, fundado en 2006, opera desde un salón comunal adaptado como colegio. Sumarle un edificio pequeño con ocho aulas anexas que no tienen ni luz, paredes hechas polvo, y problemas que te hacen arrepentirte de haber nacido. Hablamos de pisos en mal estado, espacios reducidos como sardinas en lata, falta de cielos rasos que permitan mantener la temperatura, ventilación que no existe, y hasta… ¡restos de cachengue de animales! Imagínate tratar de concentrarte en ecuaciones cuadráticas con eso de fondo.
Y no pienses que es solo cuestión de estética, ¡no señor! Según cuentan tanto estudiantes como padres, los olores fuertes a cloaca y gas son constantes, al igual que el ruido, afectando la salud y el rendimiento académico. La otra día fui a visitar el lugar y me quedé boquiabierto, ¡una torta! Las paredes literalmente se caen a pedazos, hay goteras por todos lados, y cuando llueve, parece que te estás bañando dentro del aula. Y las aulas provisionales, pura tierra, se convierten en barriales en un santiamán. ¡En verano qué calor!
Mariangel Gómez, una estudiante de décimo grado, nos contó con cara de pocos amigos cómo es su día a día: “Las instalaciones están en pésimas condiciones. Las paredes se caen, hay muchísimas goteras, y cuando llueve cae un chorro de agua. Atrás construyeron unas aulas provisionales que no tienen cemento, solo tierra, y se forma un barrial. En el verano el calor es insoportable porque no hay abanicos. El espacio es muy cerrado y, encima, convivimos con los excrementos de los animales que viven ahí”. ¡Qué carga tener que estudiar así!
Los padres, hartos de promesas incumplidas, se organizaron y armaron una manifestación frente al colegio exigiendo soluciones urgentes tanto al director José Elizondo Fallas como al Ministerio de Educación Pública. Como bien dijo Stephanie Ulate, madre de uno de los estudiantes, “nosotros lo único que pedimos es un liceo digno para ellos, porque esas no son condiciones para estudiar”. Ya se cansaron de esperar y es entendible. Uno se da cuenta de la desesperación y frustración que llevan cargando durante años.
Intentamos hablar con el director del centro educativo, pero resultó que el MEP puso el freno de mano y prohibió dar declaraciones o permitir el acceso a las instalaciones. ¡Qué despiste! ¿Será que les da vergüenza mostrarle al país la precariedad en la que se encuentran estos jóvenes? Luego fuimos a buscar al Allan Ramírez, director de la DIE del MEP, quien nos soltó una respuesta políticamente correcta: “La institución ha venido impulsando un proyecto para la construcción del nuevo centro educativo, con el fin de garantizar condiciones seguras y de calidad para la comunidad estudiantil”.
Ramírez agregó que el proyecto está en la fase de gestión de la viabilidad ambiental y, si todo sale bien, la construcción durará aproximadamente un año. Un año más de sufrimiento para esos estudiantes, ¡qué sal! Uno no puede evitar pensar que estas son solo palabras bonitas mientras la burocracia sigue avanzando a paso de tortuga. Con el presupuesto que destinan a otros proyectos, podrían haber construido el liceo hace años. Ver el cableado eléctrico expuesto, las ocho aulas sin cielo raso, y recordar que usan un salón comunal como colegio desde hace casi dos décadas... te deja pensando.
Ahora sí, quiero saber su opinión: ¿creen ustedes que el MEP realmente tomará cartas en el asunto y cumplirá su promesa de construir un liceo digno para los estudiantes del Liceo Labrador, o será otra promesa que se irá al traste? Dejen sus comentarios abajo y vamos a ver qué piensa el foro al respecto.
La cosa es clara: el Liceo Labrador, fundado en 2006, opera desde un salón comunal adaptado como colegio. Sumarle un edificio pequeño con ocho aulas anexas que no tienen ni luz, paredes hechas polvo, y problemas que te hacen arrepentirte de haber nacido. Hablamos de pisos en mal estado, espacios reducidos como sardinas en lata, falta de cielos rasos que permitan mantener la temperatura, ventilación que no existe, y hasta… ¡restos de cachengue de animales! Imagínate tratar de concentrarte en ecuaciones cuadráticas con eso de fondo.
Y no pienses que es solo cuestión de estética, ¡no señor! Según cuentan tanto estudiantes como padres, los olores fuertes a cloaca y gas son constantes, al igual que el ruido, afectando la salud y el rendimiento académico. La otra día fui a visitar el lugar y me quedé boquiabierto, ¡una torta! Las paredes literalmente se caen a pedazos, hay goteras por todos lados, y cuando llueve, parece que te estás bañando dentro del aula. Y las aulas provisionales, pura tierra, se convierten en barriales en un santiamán. ¡En verano qué calor!
Mariangel Gómez, una estudiante de décimo grado, nos contó con cara de pocos amigos cómo es su día a día: “Las instalaciones están en pésimas condiciones. Las paredes se caen, hay muchísimas goteras, y cuando llueve cae un chorro de agua. Atrás construyeron unas aulas provisionales que no tienen cemento, solo tierra, y se forma un barrial. En el verano el calor es insoportable porque no hay abanicos. El espacio es muy cerrado y, encima, convivimos con los excrementos de los animales que viven ahí”. ¡Qué carga tener que estudiar así!
Los padres, hartos de promesas incumplidas, se organizaron y armaron una manifestación frente al colegio exigiendo soluciones urgentes tanto al director José Elizondo Fallas como al Ministerio de Educación Pública. Como bien dijo Stephanie Ulate, madre de uno de los estudiantes, “nosotros lo único que pedimos es un liceo digno para ellos, porque esas no son condiciones para estudiar”. Ya se cansaron de esperar y es entendible. Uno se da cuenta de la desesperación y frustración que llevan cargando durante años.
Intentamos hablar con el director del centro educativo, pero resultó que el MEP puso el freno de mano y prohibió dar declaraciones o permitir el acceso a las instalaciones. ¡Qué despiste! ¿Será que les da vergüenza mostrarle al país la precariedad en la que se encuentran estos jóvenes? Luego fuimos a buscar al Allan Ramírez, director de la DIE del MEP, quien nos soltó una respuesta políticamente correcta: “La institución ha venido impulsando un proyecto para la construcción del nuevo centro educativo, con el fin de garantizar condiciones seguras y de calidad para la comunidad estudiantil”.
Ramírez agregó que el proyecto está en la fase de gestión de la viabilidad ambiental y, si todo sale bien, la construcción durará aproximadamente un año. Un año más de sufrimiento para esos estudiantes, ¡qué sal! Uno no puede evitar pensar que estas son solo palabras bonitas mientras la burocracia sigue avanzando a paso de tortuga. Con el presupuesto que destinan a otros proyectos, podrían haber construido el liceo hace años. Ver el cableado eléctrico expuesto, las ocho aulas sin cielo raso, y recordar que usan un salón comunal como colegio desde hace casi dos décadas... te deja pensando.
Ahora sí, quiero saber su opinión: ¿creen ustedes que el MEP realmente tomará cartas en el asunto y cumplirá su promesa de construir un liceo digno para los estudiantes del Liceo Labrador, o será otra promesa que se irá al traste? Dejen sus comentarios abajo y vamos a ver qué piensa el foro al respecto.
