Ay, Dios mío, qué historia más turbia nos llega desde Inglaterra. Resulta que una madre, sí señora, una madre, mantuvo a su hija encerrada en un cajón debajo de la cama durante casi tres años. Tres años, ¡idiay! Imagínate eso, señor@s lectores. Un caso así te deja pensando en cómo puede llegar alguien a tener tanta poca empatía, ¿no?
Según fuentes judiciales del Reino Unido, la mujer, cuya identidad se mantiene en confidencialidad, recibió una condena de siete años y seis meses de prisión. Lo que hizo es simplemente incomprensible, y la justicia tuvo que ponerle freno a semejante descuido... o más bien, abuso.
Todo comenzó en marzo de 2020, justo cuando estábamos entrando en plena pandemia. La niña, desde muy chiquita, fue recluida en un cuarto oscuro, sin ventilación, sin luz natural, sin absolutamente nada. Ni siquiera le dieron la oportunidad de jugar o explorar el mundo, pura oscuridad y soledad. Las autoridades descubrieron la terrible verdad gracias a una visita casual; alguien escuchó los llantos desesperados de la pequeña y levantó la alerta.
Y ni les cuento el estado en que la encontraron. La pobre criatura, apenas con tres años de edad, pesaba como un bebé de siete meses, ¡qué desnutrición tan horrible! Se alimentaba solamente con cereales triturados y leche administrada con una jeringa. Además, tenía un paladar hendido que nunca fue tratado, muestra clara del abandono total. En fin, un panorama chungo, una verdadera tortura silenciosa.
Pero lo más escalofriante es que la niña nunca fue registrada al nacer. Como si quisiera borrarla de la faz de la tierra. Su padre, compañero sentimental de la madre, y gran parte de su familia, desconocían su existencia. Vivía en ese cajón, como un secreto guardado bajo llave, olvidada y vulnerable. La trabajadora social que atendió el caso quedó impactada, calificándolo como uno de los casos más devastadores que ha visto en toda su carrera. ¡Imagínatelo!
En el juicio, la madre intentó justificar sus actos alegando que no sabía que estaba embarazada y que, presa del pánico tras el parto, optó por esconder a su hija. Pero la fiscalía desmontó esas excusas, señalando que la mujer dejaba a la niña sola durante horas interminables, privándola de cuidados básicos y de cualquier tipo de afecto. Es que, señores, no hay excusa válida para un acto de esa magnitud.
El juez Steven Everett, al dictar la sentencia, fue claro: “Le robó a su hija todo lo que un ser humano necesita para desarrollarse: amor, contacto, atención médica, alimentación adecuada e interacción con el mundo exterior.” Afortunadamente, la niña está recibiendo atención médica y psicológica y ahora está bajo la protección del Estado británico. Esperemos que pueda recuperarse pronto de esta experiencia traumática y reconstruir su vida. Poca a poco, parece que está empezando a salir adelante, mostrándose curiosa y receptiva a los estímulos, pero todavía tiene mucho camino por recorrer.
Este caso nos pone a reflexionar sobre la importancia de proteger a nuestros niños y niñas, asegurándonos de que tengan un entorno seguro, nutritivo y lleno de amor. ¿Ustedes creen que este tipo de situaciones deberían llevar a penas aún más severas, o considerarán que la rehabilitación de la madre es posible y debería ser prioritaria?
Según fuentes judiciales del Reino Unido, la mujer, cuya identidad se mantiene en confidencialidad, recibió una condena de siete años y seis meses de prisión. Lo que hizo es simplemente incomprensible, y la justicia tuvo que ponerle freno a semejante descuido... o más bien, abuso.
Todo comenzó en marzo de 2020, justo cuando estábamos entrando en plena pandemia. La niña, desde muy chiquita, fue recluida en un cuarto oscuro, sin ventilación, sin luz natural, sin absolutamente nada. Ni siquiera le dieron la oportunidad de jugar o explorar el mundo, pura oscuridad y soledad. Las autoridades descubrieron la terrible verdad gracias a una visita casual; alguien escuchó los llantos desesperados de la pequeña y levantó la alerta.
Y ni les cuento el estado en que la encontraron. La pobre criatura, apenas con tres años de edad, pesaba como un bebé de siete meses, ¡qué desnutrición tan horrible! Se alimentaba solamente con cereales triturados y leche administrada con una jeringa. Además, tenía un paladar hendido que nunca fue tratado, muestra clara del abandono total. En fin, un panorama chungo, una verdadera tortura silenciosa.
Pero lo más escalofriante es que la niña nunca fue registrada al nacer. Como si quisiera borrarla de la faz de la tierra. Su padre, compañero sentimental de la madre, y gran parte de su familia, desconocían su existencia. Vivía en ese cajón, como un secreto guardado bajo llave, olvidada y vulnerable. La trabajadora social que atendió el caso quedó impactada, calificándolo como uno de los casos más devastadores que ha visto en toda su carrera. ¡Imagínatelo!
En el juicio, la madre intentó justificar sus actos alegando que no sabía que estaba embarazada y que, presa del pánico tras el parto, optó por esconder a su hija. Pero la fiscalía desmontó esas excusas, señalando que la mujer dejaba a la niña sola durante horas interminables, privándola de cuidados básicos y de cualquier tipo de afecto. Es que, señores, no hay excusa válida para un acto de esa magnitud.
El juez Steven Everett, al dictar la sentencia, fue claro: “Le robó a su hija todo lo que un ser humano necesita para desarrollarse: amor, contacto, atención médica, alimentación adecuada e interacción con el mundo exterior.” Afortunadamente, la niña está recibiendo atención médica y psicológica y ahora está bajo la protección del Estado británico. Esperemos que pueda recuperarse pronto de esta experiencia traumática y reconstruir su vida. Poca a poco, parece que está empezando a salir adelante, mostrándose curiosa y receptiva a los estímulos, pero todavía tiene mucho camino por recorrer.
Este caso nos pone a reflexionar sobre la importancia de proteger a nuestros niños y niñas, asegurándonos de que tengan un entorno seguro, nutritivo y lleno de amor. ¿Ustedes creen que este tipo de situaciones deberían llevar a penas aún más severas, o considerarán que la rehabilitación de la madre es posible y debería ser prioritaria?
