¡Ay, Dios mío, qué vaina! Parece que nos estamos preparando para una guerra, pero esta vez la batalla es contra las noticias inventadas y los comentarios venenosos que andan volando por todas partes. Diversas organizaciones se juntaron para lanzar un “Acuerdo Nacional contra la Desinformación y los Discursos de Odio”, buscando que las próximas elecciones del 2026 sean más limpias que el zapato de un sacerdote.
La idea es simple, aunque ejecutarla va a ser otro rollo. Buscan fomentar cómo usar la información bien, decirle adiós a los mensajes que te ponen pa’lante y recuperar la fe del pueblo en las instituciones. En este país, a veces parece que ni el TSE puede hacer nada con tanta fake news que circula. Es que la gente ya está cansadísima de ver cosas que no tienen nada que ver con la realidad.
El acuerdo tiene cinco puntos clave, como si fueran los pilares de una casa: rigor informativo – que no anden inventando cosas-, responsabilidad – pensar antes de publicar-, pluralismo – dar voz a todos-, transparencia – mostrarle al pueblo cómo funciona todo el tinglado- y corrección oportuna – si meten la pata, reconocerlo y arreglarlo rápido-. Además, quieren que todos chequeen la data antes de reventarla por WhatsApp. ¡Imagínate, señor! Y si alguien trata de manipular la verdad con inteligencia artificial… ¡corrección inmediata!
Las organizaciones que están detrás de esto no son changuecones, eh. Tenemos desde Voces Nuestras hasta Mujeres por Costa Rica, pasando por el CICOM-UCR y hasta el Programa Estado de la Nación. Un buen elenco para darle seriedad al asunto. Además, tienen el apoyo moral de la Defensoría de los Habitantes, FLACSO y otros pesos pesados que le dan credibilidad al movimiento. No es un brete menor, vamos.
Pero ¿qué tan grave es la situación realmente? Pues, según los números, bastante. Una encuesta reciente dice que casi el 82% de nosotros piensa que las noticias falsas le hacen daño a la democracia. ¡Eso es muchachada! Y encima, el sistema de Naciones Unidas reportó más de dos millones de mensajes de odio circulando por internet en el último año. ¡Qué sal! Imaginen cuántas broncas eso genera entre la gente.
Ahora, para asegurarnos de que el acuerdo no se quede en letra muerta, crearon un “Equipo Ciudadano de Seguimiento”. Un grupo de personas que van a vigilar que todo se cumpla y harán informes cada cierto tiempo. Van a promover buenas prácticas, educar al pueblo sobre cómo usar la tecnología con cabeza y, en resumen, mantenernos alerta ante cualquier intento de manipulación. Se espera que ayuden a la población a navegar por este mar de información turbia.
Si tú quieres echarle una mano, ya sabes. Candidatos, partidos políticos, medios de comunicación, periodistas e incluso nosotros los ciudadanos, podemos sumarnos al acuerdo. Hay un sitio web, ojoconladesinformacion.org, donde puedes leer todo el documento y poner tu firma virtual. ¡Vamos, pura vida, a demostrar que podemos defender nuestra democracia!
Con todo este panorama, me pregunto... ¿Realmente creen que este acuerdo tendrá un impacto significativo en la calidad del debate político en Costa Rica o simplemente será otra iniciativa bien intencionada que se queda en el olvido? ¿Deberíamos esperar un cambio radical en cómo consumimos y compartimos información, o la desinformación seguirá siendo un problema persistente en nuestras campañas electorales?
La idea es simple, aunque ejecutarla va a ser otro rollo. Buscan fomentar cómo usar la información bien, decirle adiós a los mensajes que te ponen pa’lante y recuperar la fe del pueblo en las instituciones. En este país, a veces parece que ni el TSE puede hacer nada con tanta fake news que circula. Es que la gente ya está cansadísima de ver cosas que no tienen nada que ver con la realidad.
El acuerdo tiene cinco puntos clave, como si fueran los pilares de una casa: rigor informativo – que no anden inventando cosas-, responsabilidad – pensar antes de publicar-, pluralismo – dar voz a todos-, transparencia – mostrarle al pueblo cómo funciona todo el tinglado- y corrección oportuna – si meten la pata, reconocerlo y arreglarlo rápido-. Además, quieren que todos chequeen la data antes de reventarla por WhatsApp. ¡Imagínate, señor! Y si alguien trata de manipular la verdad con inteligencia artificial… ¡corrección inmediata!
Las organizaciones que están detrás de esto no son changuecones, eh. Tenemos desde Voces Nuestras hasta Mujeres por Costa Rica, pasando por el CICOM-UCR y hasta el Programa Estado de la Nación. Un buen elenco para darle seriedad al asunto. Además, tienen el apoyo moral de la Defensoría de los Habitantes, FLACSO y otros pesos pesados que le dan credibilidad al movimiento. No es un brete menor, vamos.
Pero ¿qué tan grave es la situación realmente? Pues, según los números, bastante. Una encuesta reciente dice que casi el 82% de nosotros piensa que las noticias falsas le hacen daño a la democracia. ¡Eso es muchachada! Y encima, el sistema de Naciones Unidas reportó más de dos millones de mensajes de odio circulando por internet en el último año. ¡Qué sal! Imaginen cuántas broncas eso genera entre la gente.
Ahora, para asegurarnos de que el acuerdo no se quede en letra muerta, crearon un “Equipo Ciudadano de Seguimiento”. Un grupo de personas que van a vigilar que todo se cumpla y harán informes cada cierto tiempo. Van a promover buenas prácticas, educar al pueblo sobre cómo usar la tecnología con cabeza y, en resumen, mantenernos alerta ante cualquier intento de manipulación. Se espera que ayuden a la población a navegar por este mar de información turbia.
Si tú quieres echarle una mano, ya sabes. Candidatos, partidos políticos, medios de comunicación, periodistas e incluso nosotros los ciudadanos, podemos sumarnos al acuerdo. Hay un sitio web, ojoconladesinformacion.org, donde puedes leer todo el documento y poner tu firma virtual. ¡Vamos, pura vida, a demostrar que podemos defender nuestra democracia!
Con todo este panorama, me pregunto... ¿Realmente creen que este acuerdo tendrá un impacto significativo en la calidad del debate político en Costa Rica o simplemente será otra iniciativa bien intencionada que se queda en el olvido? ¿Deberíamos esperar un cambio radical en cómo consumimos y compartimos información, o la desinformación seguirá siendo un problema persistente en nuestras campañas electorales?