¡Aguante! Después de darle candela a la primera mitad de esta lista de restaurantes imperdibles, seguimos chambeando para traerles lo mejorcito de nuestra gastronomía. En la primera tanda, celebramos la precisión y el propósito, pero ahora vamos a reconocer otra cosa clave: la madurez. No estamos hablando solo de saber freír un huevo, sino de entender cuándo hay que meterle moras y cuándo dejar que el ingrediente brille con luz propia, diay.
Estos restaurantes no andan buscando competir con nadie, tienen su propia onda y nos muestran que comer rico también puede ser íntimo, sensible y hasta sorprendente. Como dicen por ahí, no se trata de cuántos pasos lleva un plato, sino de si te deja pensando y sintiéndote bien después. Pura vida en cada bocado, ¿me entienden?
Hablamos de Furca, liderada por el chef Marco Leiva, un mae que sabe respetar el producto como pocos. Sus platillos son pura poesía, sin esos adornos innecesarios que a veces vemos por ahí. Luego tenemos a Grano de Oro, un clásico que se mantiene vigente porque le pone cariño a todo lo que hace. Francis Canal es un gurú, sin lugar a dudas. Luego viene La Cava Alta Fiori, de Wilkie Rodríguez, donde la comida es como una plática interesante entre vinos, sabores y técnicas.
Y ni hablar de Tucanes, allá en La Fortuna. Ese restaurante es una conexión directa con la naturaleza, una explosión de colores y sabores que te hacen sentir que estás viviendo un sueño. Gilberto Briceño, con su Road Less Traveled en Playa Potrero, es otro artista. Su cocina introspectiva te invita a reflexionar sobre nuestros orígenes y la importancia de cuidar nuestro entorno. Conectado a la tierra, eso sí.
Para los más aventureros, San Lucas Treetop Dining en Monteverde es una experiencia única. Imaginen cenar en las alturas, rodeados de niebla y con vistas espectaculares. ¡Es de pelos! Luego, pasamos a Scala, en Uvita, donde Marlon Acuña rescata ingredientes del sur del país y los transforma en obras de arte. Honrando el origen, como debe ser, chunche a tope.
Pablo Bonilla, con Sikwa, es la voz más auténtica de la gastronomía indígena costarricense. Cada plato cuenta una historia, evoca memorias y celebra nuestra diversidad cultural. Santi Fernández Benedetto, en Silvestre, tiene una habilidad increíble para interpretar la cultura costarricense y traducirla en sabores sorprendentes. Es un mae con mucho talento, diay.
Y cerramos esta ronda con Villa Deevena en Playa Negra, un refugio gastronómico donde Patrick Jamon fusiona la técnica francesa con la frescura local. Platos honestos, elegantes y llenos de carácter, perfectos para disfrutar de un atardecer tropical. Definitivamente, estos restaurantes son prueba de que la alta cocina en Costa Rica está en excelente momento, con propuestas originales y llenas de pasión. ¡Qué nivel!
Así que ya saben, ¿cuál de estos restaurantes les llama más la atención para visitar pronto y cuál creen que ofrece la experiencia más auténticamente “pura vida”? ¡Dejen sus opiniones en los comentarios y empecemos el debate!
Estos restaurantes no andan buscando competir con nadie, tienen su propia onda y nos muestran que comer rico también puede ser íntimo, sensible y hasta sorprendente. Como dicen por ahí, no se trata de cuántos pasos lleva un plato, sino de si te deja pensando y sintiéndote bien después. Pura vida en cada bocado, ¿me entienden?
Hablamos de Furca, liderada por el chef Marco Leiva, un mae que sabe respetar el producto como pocos. Sus platillos son pura poesía, sin esos adornos innecesarios que a veces vemos por ahí. Luego tenemos a Grano de Oro, un clásico que se mantiene vigente porque le pone cariño a todo lo que hace. Francis Canal es un gurú, sin lugar a dudas. Luego viene La Cava Alta Fiori, de Wilkie Rodríguez, donde la comida es como una plática interesante entre vinos, sabores y técnicas.
Y ni hablar de Tucanes, allá en La Fortuna. Ese restaurante es una conexión directa con la naturaleza, una explosión de colores y sabores que te hacen sentir que estás viviendo un sueño. Gilberto Briceño, con su Road Less Traveled en Playa Potrero, es otro artista. Su cocina introspectiva te invita a reflexionar sobre nuestros orígenes y la importancia de cuidar nuestro entorno. Conectado a la tierra, eso sí.
Para los más aventureros, San Lucas Treetop Dining en Monteverde es una experiencia única. Imaginen cenar en las alturas, rodeados de niebla y con vistas espectaculares. ¡Es de pelos! Luego, pasamos a Scala, en Uvita, donde Marlon Acuña rescata ingredientes del sur del país y los transforma en obras de arte. Honrando el origen, como debe ser, chunche a tope.
Pablo Bonilla, con Sikwa, es la voz más auténtica de la gastronomía indígena costarricense. Cada plato cuenta una historia, evoca memorias y celebra nuestra diversidad cultural. Santi Fernández Benedetto, en Silvestre, tiene una habilidad increíble para interpretar la cultura costarricense y traducirla en sabores sorprendentes. Es un mae con mucho talento, diay.
Y cerramos esta ronda con Villa Deevena en Playa Negra, un refugio gastronómico donde Patrick Jamon fusiona la técnica francesa con la frescura local. Platos honestos, elegantes y llenos de carácter, perfectos para disfrutar de un atardecer tropical. Definitivamente, estos restaurantes son prueba de que la alta cocina en Costa Rica está en excelente momento, con propuestas originales y llenas de pasión. ¡Qué nivel!
Así que ya saben, ¿cuál de estos restaurantes les llama más la atención para visitar pronto y cuál creen que ofrece la experiencia más auténticamente “pura vida”? ¡Dejen sus opiniones en los comentarios y empecemos el debate!