¡Ay, Dios mío! Aquí estamos otra vez, con la misma vaina de la Ruta 21. Resulta que la ampliación, esa que tanto nos prometieron para quitarle el estrés a los conductores y darle un respiro al turismo en Guanacaste, no verá la luz pronto. Parece que el Gobierno, en lugar de echarle brete, prefiere dejarla como regalo embolvado para el próximo presidente. ¡Qué despiche!
Para refrescarles la memoria, la Ruta Nacional 21 es vital. Conecta Liberia, que está explotando como espuma gracias al aeropuerto, con los paradisiacos balnearios del Pacífico norte. Es la espina dorsal del turismo en la zona, donde los gringos y nacionales llegan buscando sol, mar y relax. Pero con el tráfico que hay, a veces parece que estás participando en una carrera de obstáculos, y eso no es precisamente lo que buscan los turistas.
Según el Viceministerio de Infraestructura – esos mismos que siempre tienen planes que nunca se cumplen – ahora van a “licitar” el proyecto. Ya tienen el perfil listo, dicen, pero la adjudicación, la construcción y la supervisión quedan en manos de quien llegue al Castillo después de mayo del próximo año. ¡Imagínate la bronca! Así vamos, pasando proyectos de administración en administración como si fueran pelotas de ping pong.
Pablo Camacho, el viceministro, aseguró que quieren “estructurar bien el proceso”. Sí, claro. Como si eso fuera suficiente para evitar que la obra se estanque entre papeles y burocracia. Han pasado años desde que se habló de esta ampliación, y cada vez seguimos igual: atascos, accidentes y viajeros frustrados. ¡Qué carga!
Y ojo, porque esto no es solo un problema para los turistas. Los productores agrícolas de la zona también sufren. Les cuesta llevar sus productos frescos al mercado, se pierden tiempo y dinero en el camino. Además, la falta de una carretera segura pone en riesgo las vidas de los conductores, especialmente durante la temporada de lluvias, cuando las condiciones son aún peores. El tema es serio, diay.
No es la primera vez que pasa esto, eh. Hay varias obras importantes en el país que quedaron a medias, atrapadas en la maraña administrativa. Parece que nadie quiere asumir la responsabilidad política de terminar lo que otros empezaron. Se van al traste, literalmente. Y mientras tanto, nosotros, los que vivimos aquí, seguimos aguantando el chapuzón y viendo cómo nuestro progreso se dilata indefinidamente.
Ahora, no me malinterpreten, entiendo que hacer una obra pública grande requiere tiempo y planificación. Pero la falta de continuidad es inaceptable. Cada nuevo gobierno llega con sus prioridades, y lo primero que hace es revisar los proyectos anteriores, renegociar contratos, cambiar diseños... ¡Un quilombo! Al final, el resultado es el mismo: demoras, sobrecostos y ciudadanos decepcionados.
Entonces, mi pregunta para ustedes, queridos foristas: ¿hasta cuándo vamos a seguir permitiendo que nuestros gobernantes jueguen con el futuro de nuestras carreteras y del desarrollo de nuestra economía? ¿Creen que el próximo gobierno realmente tendrá el arrojo de echarle mano a este proyecto o la Ruta 21 seguirá siendo una promesa incumplida? ¡Den su opinión!
Para refrescarles la memoria, la Ruta Nacional 21 es vital. Conecta Liberia, que está explotando como espuma gracias al aeropuerto, con los paradisiacos balnearios del Pacífico norte. Es la espina dorsal del turismo en la zona, donde los gringos y nacionales llegan buscando sol, mar y relax. Pero con el tráfico que hay, a veces parece que estás participando en una carrera de obstáculos, y eso no es precisamente lo que buscan los turistas.
Según el Viceministerio de Infraestructura – esos mismos que siempre tienen planes que nunca se cumplen – ahora van a “licitar” el proyecto. Ya tienen el perfil listo, dicen, pero la adjudicación, la construcción y la supervisión quedan en manos de quien llegue al Castillo después de mayo del próximo año. ¡Imagínate la bronca! Así vamos, pasando proyectos de administración en administración como si fueran pelotas de ping pong.
Pablo Camacho, el viceministro, aseguró que quieren “estructurar bien el proceso”. Sí, claro. Como si eso fuera suficiente para evitar que la obra se estanque entre papeles y burocracia. Han pasado años desde que se habló de esta ampliación, y cada vez seguimos igual: atascos, accidentes y viajeros frustrados. ¡Qué carga!
Y ojo, porque esto no es solo un problema para los turistas. Los productores agrícolas de la zona también sufren. Les cuesta llevar sus productos frescos al mercado, se pierden tiempo y dinero en el camino. Además, la falta de una carretera segura pone en riesgo las vidas de los conductores, especialmente durante la temporada de lluvias, cuando las condiciones son aún peores. El tema es serio, diay.
No es la primera vez que pasa esto, eh. Hay varias obras importantes en el país que quedaron a medias, atrapadas en la maraña administrativa. Parece que nadie quiere asumir la responsabilidad política de terminar lo que otros empezaron. Se van al traste, literalmente. Y mientras tanto, nosotros, los que vivimos aquí, seguimos aguantando el chapuzón y viendo cómo nuestro progreso se dilata indefinidamente.
Ahora, no me malinterpreten, entiendo que hacer una obra pública grande requiere tiempo y planificación. Pero la falta de continuidad es inaceptable. Cada nuevo gobierno llega con sus prioridades, y lo primero que hace es revisar los proyectos anteriores, renegociar contratos, cambiar diseños... ¡Un quilombo! Al final, el resultado es el mismo: demoras, sobrecostos y ciudadanos decepcionados.
Entonces, mi pregunta para ustedes, queridos foristas: ¿hasta cuándo vamos a seguir permitiendo que nuestros gobernantes jueguen con el futuro de nuestras carreteras y del desarrollo de nuestra economía? ¿Creen que el próximo gobierno realmente tendrá el arrojo de echarle mano a este proyecto o la Ruta 21 seguirá siendo una promesa incumplida? ¡Den su opinión!