Ay, Dios mío, qué atracón de agua vivimos anoche en San Pedro. Lo que empezó como una juntura normalcita, se convirtió en una película de terror para varios vecinos. La quebrada Los Negritos, que normalmente ni se nota que existe, decidió sacarse toda la mugre acumulada y echó a correr por toda la zona, llevándose consigo todo lo que encontraba a su paso. Menos mal que hasta ahora no hay reportes de fallecidos, pero vaya susto nos pegamos.
Según cuentan los lugareños, todo se complicó rapidísimo. Al principio, pues, todo mundo tranquilo viendo la lluvia caer, pensando 'una cafecito caliente y a esperar que pase'. Pero cuando el agua empezó a subir más rápido que chancla en tobogán, el ambiente cambió totalmente. Patricia Vindas, una señora de la zona, me contaba que vio cómo el agua llegaba a la mitad del carro y decidió moverlo rápido antes de que fuera demasiado tarde. 'Pensé que era poca cosa', me dijo con cara de espanto, 'pero la cosa se puso fea, bien fea.'
Y fea se puso, efectivamente. La quebrada se salió por completo de su cauce, invadiendo calles y casas. Imagínate, dicen que el agua llegó hasta el parque, transformándolo en una piscina gigante, ¡de unos cuatro metros de profundidad! Algunos vecinos tuvieron que buscar refugio en techos, aferrados a sillas y cubetas para poder mantenerse a flote. Da escalofríos solamente de pensar eso, ¿verdad?
Patricia relató cómo ella y otra vecina terminaron atrapadas en la planta alta de su casa. 'Escuchamos un estruendo horrible y vimos cómo se rompía la puerta principal', me contó. 'El agua entraba con tanta fuerza que parecía que quería tragárnoselo todo. Subimos corriendo las gradas, tratando de agarrarnos de algo, y el agua nos pisaba los talones.' Fue pura adrenalina y fe en Dios, me imagino. Por suerte, lograron romper una ventana y salir por allí antes de que el agua llegara al segundo piso.
Después de casi dos horas colgadas en el techo, los bomberos llegaron para rescatarlas con una lancha. ¡Imagínate la escena! Patitos de karetas salvando gente de las inundaciones. Un espectáculo surrealista, diría yo. Patricia me comentó que agradeció a los vecinos que les ofrecieron ayuda, pero prefirió ir directamente a casa de su hijo, quien vive cerca. Pero claro, primero tuvo que regresar a buscar a su perrita, Luna, que es ciega y se quedó adentro. 'Menos mal que pude volver por ella', exclamó aliviada. 'No sé qué habría hecho si me la hubiera perdido.'
Cuando amaneció, la devastación era evidente. Las casas estaban llenas de lodo y escombros, los patios convertidos en lodazales. Muchos perdieron prácticamente todas sus pertenencias. El hijo de Patricia, que justamente estaba remodelando una casa contigua, también sufrió pérdidas significativas. 'Había invertido mucho dinero en la remodelación', me explicó con tristeza. 'Ahora no sé ni por dónde empezar a recoger los pedazos. Fue un golpe duro, pa’ tremar.'
El temor a nuevas lluvias sigue latente entre los vecinos. Todos esperan que la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) brinde apoyo para enfrentar esta crisis. 'Si esto no es una emergencia, díganme qué es entonces', manifestó Patricia con frustración. 'Gracias a Dios nadie murió, pero pudo haber sido una verdadera tragedia. Tenemos que estar preparados para cualquier eventualidad y pedirle a Dios que nos proteja.'
Esta experiencia ha dejado una profunda huella en la comunidad de San Pedro. Han demostrado una gran solidaridad y espíritu de superación ante la adversidad, pero la incertidumbre persiste. ¿Cómo creen ustedes que podríamos mejorar la prevención y respuesta ante este tipo de emergencias climáticas recurrentes en Costa Rica, y qué medidas deberían tomar las autoridades para proteger mejor a las comunidades vulnerables?
Según cuentan los lugareños, todo se complicó rapidísimo. Al principio, pues, todo mundo tranquilo viendo la lluvia caer, pensando 'una cafecito caliente y a esperar que pase'. Pero cuando el agua empezó a subir más rápido que chancla en tobogán, el ambiente cambió totalmente. Patricia Vindas, una señora de la zona, me contaba que vio cómo el agua llegaba a la mitad del carro y decidió moverlo rápido antes de que fuera demasiado tarde. 'Pensé que era poca cosa', me dijo con cara de espanto, 'pero la cosa se puso fea, bien fea.'
Y fea se puso, efectivamente. La quebrada se salió por completo de su cauce, invadiendo calles y casas. Imagínate, dicen que el agua llegó hasta el parque, transformándolo en una piscina gigante, ¡de unos cuatro metros de profundidad! Algunos vecinos tuvieron que buscar refugio en techos, aferrados a sillas y cubetas para poder mantenerse a flote. Da escalofríos solamente de pensar eso, ¿verdad?
Patricia relató cómo ella y otra vecina terminaron atrapadas en la planta alta de su casa. 'Escuchamos un estruendo horrible y vimos cómo se rompía la puerta principal', me contó. 'El agua entraba con tanta fuerza que parecía que quería tragárnoselo todo. Subimos corriendo las gradas, tratando de agarrarnos de algo, y el agua nos pisaba los talones.' Fue pura adrenalina y fe en Dios, me imagino. Por suerte, lograron romper una ventana y salir por allí antes de que el agua llegara al segundo piso.
Después de casi dos horas colgadas en el techo, los bomberos llegaron para rescatarlas con una lancha. ¡Imagínate la escena! Patitos de karetas salvando gente de las inundaciones. Un espectáculo surrealista, diría yo. Patricia me comentó que agradeció a los vecinos que les ofrecieron ayuda, pero prefirió ir directamente a casa de su hijo, quien vive cerca. Pero claro, primero tuvo que regresar a buscar a su perrita, Luna, que es ciega y se quedó adentro. 'Menos mal que pude volver por ella', exclamó aliviada. 'No sé qué habría hecho si me la hubiera perdido.'
Cuando amaneció, la devastación era evidente. Las casas estaban llenas de lodo y escombros, los patios convertidos en lodazales. Muchos perdieron prácticamente todas sus pertenencias. El hijo de Patricia, que justamente estaba remodelando una casa contigua, también sufrió pérdidas significativas. 'Había invertido mucho dinero en la remodelación', me explicó con tristeza. 'Ahora no sé ni por dónde empezar a recoger los pedazos. Fue un golpe duro, pa’ tremar.'
El temor a nuevas lluvias sigue latente entre los vecinos. Todos esperan que la Comisión Nacional de Emergencias (CNE) brinde apoyo para enfrentar esta crisis. 'Si esto no es una emergencia, díganme qué es entonces', manifestó Patricia con frustración. 'Gracias a Dios nadie murió, pero pudo haber sido una verdadera tragedia. Tenemos que estar preparados para cualquier eventualidad y pedirle a Dios que nos proteja.'
Esta experiencia ha dejado una profunda huella en la comunidad de San Pedro. Han demostrado una gran solidaridad y espíritu de superación ante la adversidad, pero la incertidumbre persiste. ¿Cómo creen ustedes que podríamos mejorar la prevención y respuesta ante este tipo de emergencias climáticas recurrentes en Costa Rica, y qué medidas deberían tomar las autoridades para proteger mejor a las comunidades vulnerables?
