¡Ay, Dios mío! Se cimbró el corazón de muchos ticos este viernes con la partida de María Eugenia Díaz Romero, la mamá del reconocido astronauta Franklin Chang Díaz. Con 97 años bien vividos, Doña María Eugenia dejó este mundo en compañía de su familia, dejando tras de sí un legado imborrable de amor, sacrificio y una fe inquebrantable. La noticia, confirmada por su hijo Ronald Chang en sus redes sociales, llegó como un balde de agua fría, aunque sabíamos que algún día llegaría el momento de decir adiós.
Para quienes no lo recuerden, Doña María Eugenia no sólo fue la madre de Franklin, sino también la matriarca de una familia numerosa. Además del astronauta, ella crió a Sonia, una talentosa diseñadora, y a sus hermanos María Eugenia, Elsa, Ronald y Norman. Imagínense la faena de criar seis hijos, ¡y con qué dedicación lo hizo! Era una mujer trabajadora, incansable, siempre dispuesta a dar lo mejor de sí por sus hijos, inculcándoles valores sólidos y la importancia de la educación. Doña María Eugenia era pura fibra, un ejemplo de perseverancia y fortaleza femenina.
El Tribunal Supremo de Elecciones formalizó el registro de su fallecimiento, consolidando la triste realidad que todos lamentamos. Pero más allá de los trámites burocráticos, hay una historia humana detrás de este nombre. Una historia de una madre campesina que vio nacer los sueños de su hijo mayor y lo apoyó incondicionalmente, incluso cuando esos sueños parecían imposibles de alcanzar. Recordaremos su sonrisa, su calidez y esa mirada llena de orgullo cuando hablaba de Franklin.
Como bien saben, Franklin Chang Díaz siempre ha reconocido públicamente el papel fundamental de su madre en su trayectoria. Desde niño, ella lo alentó a estudiar, a soñar en grande y a nunca rendirse ante los obstáculos. Siempre le atribuyó la disciplina y la determinación que lo llevaron a convertirse en el único latinoamericano en viajar al espacio exterior. “Mi madre fue mi motor”, solía decir el astronauta, “ella me impulsó a llegar hasta donde llegué”. ¡Qué carga de responsabilidades tenía esa señora!
Y vaya que lo demostró. En el año 2013, cuando la Universidad de Costa Rica le otorgó un doctorado Honoris Causa a Franklin, él declaró abiertamente que su madre era la persona más importante en su vida, resaltando que lo había motivado durante sus primeros 63 años. ¡Imagínense esos 63 años de apoyo constante! Un verdadero tesoro nacional, sin duda alguna. Franklin, hoy con 75 años, lleva consigo el recuerdo imborrable de su madre y la gratitud por todo lo que ella significó para él.
La velia de cuerpo se realiza este viernes en la Funeraria del Recuerdo, en el barrio Don Bosco, San José. Esperemos que mucha gente pueda asistir para darle el último adiós a una mujer ejemplar que trascendió fronteras y se convirtió en un símbolo del orgullo costarricense. Será un homenaje merecido a una vida dedicada a la familia y al servicio de su comunidad. Muchos recordarán su participación activa en actividades parroquiales y su compromiso con causas sociales.
Este es un momento de reflexión para toda la nación. Doña María Eugenia representa la esencia de muchas madres costarricenses: trabajadoras, sacrificadas y con un amor incondicional por sus hijos. Su partida deja un vacío enorme en la familia Chang Díaz y en el corazón de todos aquellos que la conocieron. Es una lección de vida que nos recuerda la importancia de valorar a nuestros seres queridos mientras los tenemos cerca y de honrar a nuestras raíces.
Sin duda, la huella que Doña María Eugenia dejó en este país será eterna. Sus acciones inspiraron a generaciones de jóvenes a perseguir sus sueños con pasión y perseverancia. Ahora, mientras reflexionamos sobre su legado, quiero preguntarles a ustedes: ¿Cuál creen que es la mayor lección que podemos aprender de la vida y el ejemplo de Doña María Eugenia?
Para quienes no lo recuerden, Doña María Eugenia no sólo fue la madre de Franklin, sino también la matriarca de una familia numerosa. Además del astronauta, ella crió a Sonia, una talentosa diseñadora, y a sus hermanos María Eugenia, Elsa, Ronald y Norman. Imagínense la faena de criar seis hijos, ¡y con qué dedicación lo hizo! Era una mujer trabajadora, incansable, siempre dispuesta a dar lo mejor de sí por sus hijos, inculcándoles valores sólidos y la importancia de la educación. Doña María Eugenia era pura fibra, un ejemplo de perseverancia y fortaleza femenina.
El Tribunal Supremo de Elecciones formalizó el registro de su fallecimiento, consolidando la triste realidad que todos lamentamos. Pero más allá de los trámites burocráticos, hay una historia humana detrás de este nombre. Una historia de una madre campesina que vio nacer los sueños de su hijo mayor y lo apoyó incondicionalmente, incluso cuando esos sueños parecían imposibles de alcanzar. Recordaremos su sonrisa, su calidez y esa mirada llena de orgullo cuando hablaba de Franklin.
Como bien saben, Franklin Chang Díaz siempre ha reconocido públicamente el papel fundamental de su madre en su trayectoria. Desde niño, ella lo alentó a estudiar, a soñar en grande y a nunca rendirse ante los obstáculos. Siempre le atribuyó la disciplina y la determinación que lo llevaron a convertirse en el único latinoamericano en viajar al espacio exterior. “Mi madre fue mi motor”, solía decir el astronauta, “ella me impulsó a llegar hasta donde llegué”. ¡Qué carga de responsabilidades tenía esa señora!
Y vaya que lo demostró. En el año 2013, cuando la Universidad de Costa Rica le otorgó un doctorado Honoris Causa a Franklin, él declaró abiertamente que su madre era la persona más importante en su vida, resaltando que lo había motivado durante sus primeros 63 años. ¡Imagínense esos 63 años de apoyo constante! Un verdadero tesoro nacional, sin duda alguna. Franklin, hoy con 75 años, lleva consigo el recuerdo imborrable de su madre y la gratitud por todo lo que ella significó para él.
La velia de cuerpo se realiza este viernes en la Funeraria del Recuerdo, en el barrio Don Bosco, San José. Esperemos que mucha gente pueda asistir para darle el último adiós a una mujer ejemplar que trascendió fronteras y se convirtió en un símbolo del orgullo costarricense. Será un homenaje merecido a una vida dedicada a la familia y al servicio de su comunidad. Muchos recordarán su participación activa en actividades parroquiales y su compromiso con causas sociales.
Este es un momento de reflexión para toda la nación. Doña María Eugenia representa la esencia de muchas madres costarricenses: trabajadoras, sacrificadas y con un amor incondicional por sus hijos. Su partida deja un vacío enorme en la familia Chang Díaz y en el corazón de todos aquellos que la conocieron. Es una lección de vida que nos recuerda la importancia de valorar a nuestros seres queridos mientras los tenemos cerca y de honrar a nuestras raíces.
Sin duda, la huella que Doña María Eugenia dejó en este país será eterna. Sus acciones inspiraron a generaciones de jóvenes a perseguir sus sueños con pasión y perseverancia. Ahora, mientras reflexionamos sobre su legado, quiero preguntarles a ustedes: ¿Cuál creen que es la mayor lección que podemos aprender de la vida y el ejemplo de Doña María Eugenia?
