¡Ay, Dios mío! Ya casi un año desde que desapareció Karla Natasha, esa muchacha linda de Limón, y la cosa sigue igual de fea. Se la vio por última vez hace más de once meses, un 23 de noviembre del 2024, y sus panas y familia siguen buscando respuestas. Imagínate el aguijón, la incertidumbre... es que esto te quema por dentro, chunche.
Karla tenía apenas 18 años, estaba estudiando y le decían la niña prodigio del barrio, siempre sacaba buenos puntos, ¡qué carga de inteligente! Su hermana, Hazel Solano, nos cuenta que la familia no pierde la esperanza, aunque el corazón esté roto. “Creemos que va a volver, así que no la damos por muerta”, dice Hazel con voz temblorosa. Una vara bien dura, diay. Piensan que está de viaje, sí, pero un viaje larguísimo y lleno de preocupación.
Lo que más le duele a la familia es la lentitud de la justicia. El principal sospechoso, un señor llamado Alvarado Zúñiga –que según cuentan, ¡era vecino suyo y la vio crecer!, eso sí es una vara rara– sigue en libertad, con algunas medidas, pero caminando libre. Eso, para ellos, es una bofetada constante, un recordatorio de que el sistema a veces da vueltas más lento que una tortuga.
“Le pedimos a las autoridades que se haga justicia. Ese hombre anda ahí como si nada, como si no hubiera pasado nada. Tenemos la fe de que pronto sea el juicio y que él pague todo lo que tenga que pagar”, expresa Hazel con frustración. Uno siente el pesar, la impotencia… es que todos hemos vivido momentos así, donde sientes que la ley te falla un poquito.
Según el Ministerio Público, Alvarado Zúñiga figura como sospechoso de homicidio, una acusación grave que pesa sobre él. Recuerdo que Randall Zúñiga, jefe del OIJ, mencionó que encontraron rastros de sangre relacionados con él. ¡Qué sal! Me imagino el susto que debe haber dado eso, lo pegajoso de la situación. Además, contaron que allanaron cuatro propiedades suyas, deteniéndolo temporalmente, pero luego lo soltaron.
La familia desconfía totalmente de Alvarado, dicen tener pruebas que lo atan directamente a la desaparición de Karla. Siempre supieron que algo raro pasaba, que había algo turbio detrás de todo esto. Lo importante ahora es que esos elementos probatorios sean presentados ante un juez y se acelere el proceso judicial. No es justo que la familia viva con esta angustia indefinida.
Karla era mucho más que una estudiante brillante; era la luz de su papá, quien, según cuenta Hazel, está destrozado. “Mis papás siempre estuvieron muy unidos, especialmente él y Karla. Tenían una conexión especial”. También eran muy unidos con su madre. La mamá de Karla no sale de la oficina del OIJ, buscando cualquier pista, cualquier novedad que le dé un poco de consuelo. Todos en el barrio lamentan lo sucedido; era una chica querida por todos.
Esta historia me pone la piel de gallina. Te das cuenta de lo frágil que puede ser la vida, de cómo un instante puede cambiarlo todo. Y aunque la familia de Karla se aferra a la esperanza, la verdad es que es una batalla cuesta arriba. ¿Cómo podemos, como sociedad costarricense, garantizar que casos como este reciban la atención y la celeridad que merecen para darle paz a las familias afectadas?
Karla tenía apenas 18 años, estaba estudiando y le decían la niña prodigio del barrio, siempre sacaba buenos puntos, ¡qué carga de inteligente! Su hermana, Hazel Solano, nos cuenta que la familia no pierde la esperanza, aunque el corazón esté roto. “Creemos que va a volver, así que no la damos por muerta”, dice Hazel con voz temblorosa. Una vara bien dura, diay. Piensan que está de viaje, sí, pero un viaje larguísimo y lleno de preocupación.
Lo que más le duele a la familia es la lentitud de la justicia. El principal sospechoso, un señor llamado Alvarado Zúñiga –que según cuentan, ¡era vecino suyo y la vio crecer!, eso sí es una vara rara– sigue en libertad, con algunas medidas, pero caminando libre. Eso, para ellos, es una bofetada constante, un recordatorio de que el sistema a veces da vueltas más lento que una tortuga.
“Le pedimos a las autoridades que se haga justicia. Ese hombre anda ahí como si nada, como si no hubiera pasado nada. Tenemos la fe de que pronto sea el juicio y que él pague todo lo que tenga que pagar”, expresa Hazel con frustración. Uno siente el pesar, la impotencia… es que todos hemos vivido momentos así, donde sientes que la ley te falla un poquito.
Según el Ministerio Público, Alvarado Zúñiga figura como sospechoso de homicidio, una acusación grave que pesa sobre él. Recuerdo que Randall Zúñiga, jefe del OIJ, mencionó que encontraron rastros de sangre relacionados con él. ¡Qué sal! Me imagino el susto que debe haber dado eso, lo pegajoso de la situación. Además, contaron que allanaron cuatro propiedades suyas, deteniéndolo temporalmente, pero luego lo soltaron.
La familia desconfía totalmente de Alvarado, dicen tener pruebas que lo atan directamente a la desaparición de Karla. Siempre supieron que algo raro pasaba, que había algo turbio detrás de todo esto. Lo importante ahora es que esos elementos probatorios sean presentados ante un juez y se acelere el proceso judicial. No es justo que la familia viva con esta angustia indefinida.
Karla era mucho más que una estudiante brillante; era la luz de su papá, quien, según cuenta Hazel, está destrozado. “Mis papás siempre estuvieron muy unidos, especialmente él y Karla. Tenían una conexión especial”. También eran muy unidos con su madre. La mamá de Karla no sale de la oficina del OIJ, buscando cualquier pista, cualquier novedad que le dé un poco de consuelo. Todos en el barrio lamentan lo sucedido; era una chica querida por todos.
Esta historia me pone la piel de gallina. Te das cuenta de lo frágil que puede ser la vida, de cómo un instante puede cambiarlo todo. Y aunque la familia de Karla se aferra a la esperanza, la verdad es que es una batalla cuesta arriba. ¿Cómo podemos, como sociedad costarricense, garantizar que casos como este reciban la atención y la celeridad que merecen para darle paz a las familias afectadas?
