¡Tremenda vaina, raza! La Universidad de Costa Rica acaba de hacer historia, graduando a 36 estudiantes con discapacidad cognitiva. Sí, leyeron bien, 36 corazones llenos de sueños listos para salir a conquistar el mundo laboral. Esto es más que una simple graduación; es un brete que demuestra que, con ganas y apoyo, ¡todo se puede!
Esta promoción marca la tercera generación de estudiantes que completan el Programa de Inclusión de Personas con Discapacidad Cognitiva (Proin) de la UCR. Desde 2009, este programa ha sido un faro de esperanza, buscando darle una oportunidad real a estos jóvenes de acceder a la educación superior y romper barreras.
El corazón de este programa es el Proyecto de Cursos Libres de Capacitación Laboral (Procala), que les brinda formación específica como asistentes de oficina y asistentes de restaurante. Imagínense, tres años de pura dedicación, aprendiendo y preparándose para enfrentar el mercado laboral. No ha sido fácil, ¡claro que no!, pero miren dónde llegaron.
Durante la ceremonia, la doctora Patricia Fumero Vargas, directora del Consejo Universitario, recalcó algo muy importante: la diversidad es nuestro orgullo, no nuestra debilidad. “Tenemos que celebrar la diferencia y abrirles puertas a todos”, dijo ella. Y vaya si tienen razón. Es hora de dejar atrás los prejuicios y ver el potencial único que cada persona aporta a la mesa.
El rector de la UCR, Carlos Araya Leandro, también lanzó un llamado a la sociedad. “Instamos a las instituciones públicas y privadas a que creen más espacios laborales inclusivos”, manifestó. Un llamado serio, porque todavía hay mucha tela que cortar para lograr una verdadera igualdad de oportunidades. Necesitamos que los patrones abran los ojos y vean que estos jóvenes tienen mucho que ofrecer.
Lo bueno es que esta iniciativa no es cualquier vaina. Procala, como lo llaman, es una propuesta pionera en toda Latinoamérica. Dicen que es un ejemplo a seguir para otras universidades, una muestra de que la educación inclusiva no es un sueño lejano, sino una realidad alcanzable. Se espera que esto inspire a otros centros educativos a replicar este modelo y ampliar aún más las oportunidades para estos jóvenes talentosos.
Y ni hablar de José Daniel Montero Miranda, uno de los graduados, quien ahora tiene el certificado bajo el brazo listo para buscar su primer empleo. Un mae con metas claras y dispuesto a demostrarle a todos de qué está hecho. Verlo tan contento, con esa sonrisa de satisfacción, vale más que mil discursos. Es el reflejo de años de esfuerzo y superación, y nos llena de optimismo.
En fin, esta graduación es un momento para celebrar y reflexionar. Hemos avanzado, sí, pero aún queda mucho camino por recorrer. Ahora la pregunta es: ¿Qué podemos hacer nosotros, como sociedad, para asegurar que estos nuevos profesionales encuentren un espacio digno donde puedan desarrollar todo su potencial y contribuir al país?
Esta promoción marca la tercera generación de estudiantes que completan el Programa de Inclusión de Personas con Discapacidad Cognitiva (Proin) de la UCR. Desde 2009, este programa ha sido un faro de esperanza, buscando darle una oportunidad real a estos jóvenes de acceder a la educación superior y romper barreras.
El corazón de este programa es el Proyecto de Cursos Libres de Capacitación Laboral (Procala), que les brinda formación específica como asistentes de oficina y asistentes de restaurante. Imagínense, tres años de pura dedicación, aprendiendo y preparándose para enfrentar el mercado laboral. No ha sido fácil, ¡claro que no!, pero miren dónde llegaron.
Durante la ceremonia, la doctora Patricia Fumero Vargas, directora del Consejo Universitario, recalcó algo muy importante: la diversidad es nuestro orgullo, no nuestra debilidad. “Tenemos que celebrar la diferencia y abrirles puertas a todos”, dijo ella. Y vaya si tienen razón. Es hora de dejar atrás los prejuicios y ver el potencial único que cada persona aporta a la mesa.
El rector de la UCR, Carlos Araya Leandro, también lanzó un llamado a la sociedad. “Instamos a las instituciones públicas y privadas a que creen más espacios laborales inclusivos”, manifestó. Un llamado serio, porque todavía hay mucha tela que cortar para lograr una verdadera igualdad de oportunidades. Necesitamos que los patrones abran los ojos y vean que estos jóvenes tienen mucho que ofrecer.
Lo bueno es que esta iniciativa no es cualquier vaina. Procala, como lo llaman, es una propuesta pionera en toda Latinoamérica. Dicen que es un ejemplo a seguir para otras universidades, una muestra de que la educación inclusiva no es un sueño lejano, sino una realidad alcanzable. Se espera que esto inspire a otros centros educativos a replicar este modelo y ampliar aún más las oportunidades para estos jóvenes talentosos.
Y ni hablar de José Daniel Montero Miranda, uno de los graduados, quien ahora tiene el certificado bajo el brazo listo para buscar su primer empleo. Un mae con metas claras y dispuesto a demostrarle a todos de qué está hecho. Verlo tan contento, con esa sonrisa de satisfacción, vale más que mil discursos. Es el reflejo de años de esfuerzo y superación, y nos llena de optimismo.
En fin, esta graduación es un momento para celebrar y reflexionar. Hemos avanzado, sí, pero aún queda mucho camino por recorrer. Ahora la pregunta es: ¿Qué podemos hacer nosotros, como sociedad, para asegurar que estos nuevos profesionales encuentren un espacio digno donde puedan desarrollar todo su potencial y contribuir al país?
