¡Ay, Dios mío! Esto sí que es pan comido, pero con sabor amargo. Aquí en Costa Rica, a veces los problemas parecen nunca acabar, ¿verdad? Este caso que salió hace poco en Puntarenas me dejó pensando… Un tipo le puso precio a la vida de otro por un simple chunche de crack. Veinte años de cárceles, señores, veinte años por querer hacer negocio con la peor clase de gente.
Todo empezó una noche cualquiera en El Roble, ahí donde ya todos saben que hay movidas raras, pero nadie quiere meterse hasta que es demasiado tarde. Resulta que don Gómez, un pobre hombre, estaba echando unos clavos con un amigo cuando apareció este personaje, Gutiérrez, pa’ ofrecerle su mercancía. Al parecer, don Gómez quería más, como quien dice “quisiera la luna”, y ahí fue cuando todo se fue al garete.
Según nos contaron los judiciales, Gutiérrez fingió que iba a buscar más producto y luego regresó con una pistola. ¡Imagínate la sorpresa! Uno va buscando un poquito de alivio y termina recibiendo plomo, diay. Disparó a don Gómez a mansalva, dejándolo tirado como un trapo viejo en medio de la calle. Un acto así da mucha pena, y encima destapa toda la problemática del narcomenudeo que tenemos por estas zonas.
La Fiscalía no anduvo jugando y demostró que Gutiérrez actuó a propósito. No fue un accidente, no fue un arrebato. Él planeó todo, se fue a buscar más droga y volvió con intenciones claras: quitarle la vida a don Gómez. La corte lo encontró culpable de homicidio calificado y le cayó la sentencia de veinte años de prisión. Una buena dosis, vamos, esperando que sirva de ejemplo para otros que estén pensando en andar haciendo esas cosas.
Y no es solo un castigo para Gutiérrez, también es un llamado de atención para todos nosotros. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que las drogas destruyan nuestras comunidades? Puntarenas ha sufrido mucho con esto, pero no es el único cantón afectado. Tenemos que ponernos las pilas y empezar a tomar medidas serias para combatir este problema desde la raíz, porque si no, seguiremos viendo casos como este dando vueltas por los periódicos.
Este tipo de situaciones son el reflejo de una realidad muy triste: muchos jóvenes se ven atrapados en el mundo de las drogas, ya sea por desesperación, por falta de oportunidades o simplemente por equivocación. Y luego terminan involucrados en crímenes violentos como este, perdiendo sus vidas y arruinando el futuro de sus familias. Es hora de que los gobernantes hagan algo concreto para ayudar a estos muchachos, ofreciéndoles alternativas y apoyo psicológico.
Ahora, hablando de la sentencia, algunos dirán que veinte años es poco, otros que es justo. Pero la verdad es que ninguna condena puede traer de vuelta a don Gómez. Lo que necesitamos ahora es prevenir que tragedias como esta se repitan. Invertir en educación, programas sociales y fortalecer la seguridad ciudadana. Porque si seguimos siendo permisivos, el narco seguirá ganando terreno y nuestras calles seguirán siendo peligrosas. Hay que darle duro al brete y empezar a limpiar nuestro país de tanta mugre.
Después de leer esta historia, me pregunto... ¿Qué acciones crees que podríamos implementar a nivel comunitario para disminuir la influencia del narcotráfico y proteger a nuestros jóvenes de caer en sus garras?
Todo empezó una noche cualquiera en El Roble, ahí donde ya todos saben que hay movidas raras, pero nadie quiere meterse hasta que es demasiado tarde. Resulta que don Gómez, un pobre hombre, estaba echando unos clavos con un amigo cuando apareció este personaje, Gutiérrez, pa’ ofrecerle su mercancía. Al parecer, don Gómez quería más, como quien dice “quisiera la luna”, y ahí fue cuando todo se fue al garete.
Según nos contaron los judiciales, Gutiérrez fingió que iba a buscar más producto y luego regresó con una pistola. ¡Imagínate la sorpresa! Uno va buscando un poquito de alivio y termina recibiendo plomo, diay. Disparó a don Gómez a mansalva, dejándolo tirado como un trapo viejo en medio de la calle. Un acto así da mucha pena, y encima destapa toda la problemática del narcomenudeo que tenemos por estas zonas.
La Fiscalía no anduvo jugando y demostró que Gutiérrez actuó a propósito. No fue un accidente, no fue un arrebato. Él planeó todo, se fue a buscar más droga y volvió con intenciones claras: quitarle la vida a don Gómez. La corte lo encontró culpable de homicidio calificado y le cayó la sentencia de veinte años de prisión. Una buena dosis, vamos, esperando que sirva de ejemplo para otros que estén pensando en andar haciendo esas cosas.
Y no es solo un castigo para Gutiérrez, también es un llamado de atención para todos nosotros. ¿Hasta cuándo vamos a permitir que las drogas destruyan nuestras comunidades? Puntarenas ha sufrido mucho con esto, pero no es el único cantón afectado. Tenemos que ponernos las pilas y empezar a tomar medidas serias para combatir este problema desde la raíz, porque si no, seguiremos viendo casos como este dando vueltas por los periódicos.
Este tipo de situaciones son el reflejo de una realidad muy triste: muchos jóvenes se ven atrapados en el mundo de las drogas, ya sea por desesperación, por falta de oportunidades o simplemente por equivocación. Y luego terminan involucrados en crímenes violentos como este, perdiendo sus vidas y arruinando el futuro de sus familias. Es hora de que los gobernantes hagan algo concreto para ayudar a estos muchachos, ofreciéndoles alternativas y apoyo psicológico.
Ahora, hablando de la sentencia, algunos dirán que veinte años es poco, otros que es justo. Pero la verdad es que ninguna condena puede traer de vuelta a don Gómez. Lo que necesitamos ahora es prevenir que tragedias como esta se repitan. Invertir en educación, programas sociales y fortalecer la seguridad ciudadana. Porque si seguimos siendo permisivos, el narco seguirá ganando terreno y nuestras calles seguirán siendo peligrosas. Hay que darle duro al brete y empezar a limpiar nuestro país de tanta mugre.
Después de leer esta historia, me pregunto... ¿Qué acciones crees que podríamos implementar a nivel comunitario para disminuir la influencia del narcotráfico y proteger a nuestros jóvenes de caer en sus garras?
