Yo ahorita estoy con Trópico de cancer de Henry Miller, y me gustó mucho esto:
"No podía permitirme pensar en ella largo rato; si
lo hubiera hecho, me habría arrojado desde el puente. Es extraño. Había llegado a
reconciliarme tanto con aquella vida sin ella, y, sin embargo, si pensaba en ella sólo por un
minuto, era suficiente para traspasar el hueso y la médula de mi contento y arrojarme de
nuevo al canal agonizante de mi lastimoso pasado.
Durante siete años anduve día y noche con una sola obsesión: ella. Si hubiera un
cristiano tan fiel para con Dios como yo fui para con ella, hoy todos seríamos Jesucristos.
Día y noche pensaba en ella, incluso cuando la engañaba. Y ahora a veces, en medio de los
acontecimientos, a veces, cuando me siento absolutamente libre de todo eso, de repente, al
doblar una esquina quizá, aparece una plazuela, unos cuantos árboles y un banco, un lugar
desierto donde nos paramos a discutir, donde nos trastornamos mutuamente con amargas
escenas de celos. Siempre un lugar desierto, como la Place de l'Estrapade, por ejemplo, o
esas calles sucias y sórdidas por los alrededores de la Mezquita o a lo largo de esa tumba
abierta de una Avenue de Breteuil que a las diez de la noche está tan silenciosa, tan muerta,
que te hace pensar en el asesinato o en el suicidio, en cualquier cosa que pudiera crear un
vestigio de drama humano. Cuando comprendo que se ha ido, que quizá se haya ido para
siempre, un gran vacío se abre y siento que voy cayendo, cayendo, cayendo en un espacio
profundo y negro. Y eso es peor que las lágrimas, más profundo que el remordimiento o el
dolor o la pena; es el abismo a que fue arrojado Satán. No hay modo de volver a trepar, ni
un rayo de luz ni el sonido de una voz humana ni el humano contacto de una mano.
Cuántos miles de veces, al caminar por las calles de noche, me he preguntado si llegaría de
nuevo el día en que ella estaría a mi lado: todas las miradas anhelantes que dediqué a los
edificios y estatuas, los había mirado tan ansiosa, tan desesperadamente, que ahora mis
pensamientos deben de haberse convertido en parte integrante de los propios edificios y
estatuas, éstos deben de estar saturados con mi angustia. Tampoco podía por menos de
pensar en que, cuando habíamos caminado uno al lado del otro por aquellas calles sórdidas
y sucias tan saturadas ahora con mi sueño y mi anhelo, ella no había observado nada, no
había sentido nada: eran como cualesquiera otras calles para ella"