¡Ay, Dios mío, qué fin de semana nos tocó vivir! La sexta etapa de La Vuelta a Costa Rica cerró con una explosión de velocidad y talento joven en Ciudad Neily, dejando a todos con la boca abierta. Tres panas menores de 23 años dominaron la carrera, demostrando que el futuro del ciclismo nacional está en muy buenas manos. Se nota que estos jovencitos le están metiendo pata arriba, y eso da gusto verlo.
Para ponerlos en clima, recuerden que Don José Luis “El Negro” Sánchez marcó la pauta allá por 1965 ganando la primera Vuelta. Un ícono, sí señor, pero ver cómo estos nuevos talentos lo igualan, e incluso lo superan en algunos aspectos, es simplemente tremendo. Este deporte ha evolucionado tanto que ya ni se compara, eh. Antes era maquinaresca pura y ahora tienes estrategias, tecnicismos… ¡una vara!
Desde temprano se respiraba tensión en el aire. El recorrido, con sus subidas empinadas y bajadas vertiginosas, puso a prueba la resistencia física y mental de los ciclistas. El calor pegó duro, diay, se sentía como estar dentro de un horno, pero los muchachos aguantaron firme. Así llegaban sudorosos pero con la cara llena de expectativa a Ciudad Neily. Uno se imaginaba el esfuerzo que implicaba llegar hasta ahí, moviéndose día tras día contra el viento y la gravedad.
Pero lo bueno vino al final. En los últimos kilómetros, Sebastián Calderón, un pana que viene cumpliendo a raudales, se soltó del pelotón y demostró tener temple de campeón. Sus compañeros, también jóvenes promesas, no se quedaron atrás, manteniendo un ritmo implacable que hizo temblar a los favoritos establecidos. La estrategia pura, aprovechando cada curva, cada rincón para ganar terreno. ¡Qué carga de potencia!
Y no solo los nacionales estaban presentes en este espectáculo. Una delegación de ciclistas estadounidenses, invitados especiales, llegaron a Costa Rica para participar en la Vuelta, y parecían encantados con la belleza de nuestros paisajes y la calidez de nuestra gente. Los vimos tomar fotos a cada rato, buscando capturar la esencia de este país. Que pena no poder llevarlos a ver Guanacaste, pero les aseguro que se habrían ido enamorados.
Lo más destacable de todo esto es la actitud positiva de los atletas. Después de la exigente etapa, se les veía relajados, disfrutando de una rica bebida fresca para reponer energías. ¡Una buena forma de refrescarse!, como dicen por acá. Más allá de la competencia, se percibía un ambiente de camaradería y respeto mutuo. Estos panas sí saben disfrutar de lo que hacen, y eso se nota en su desempeño.
Este cierre de etapa en Ciudad Neily no solo significó una victoria deportiva, sino también un impulso importante para el turismo local. La ciudad amaneció colmada de visitantes ansiosos por presenciar la llegada de los corredores. Los negocios locales se beneficiaron considerablemente, y la imagen de Costa Rica como destino turístico seguro y emocionante quedó aún más fortalecida. ¡Tremenda inyección económica para la zona!
En definitiva, La Vuelta a Costa Rica sigue siendo un evento deportivo de primer nivel que une al país y atrae la atención internacional. Pero esta edición, con el protagonismo indiscutible de los jóvenes pedalistas, nos deja una sensación de esperanza y entusiasmo por el futuro. Ahora me pregunto, ¿creemos que estos jóvenes tienen el potencial de competir a nivel mundial y traerle triunfos a Costa Rica, o necesitamos seguir invirtiendo en programas de desarrollo deportivo para impulsar su crecimiento?
Para ponerlos en clima, recuerden que Don José Luis “El Negro” Sánchez marcó la pauta allá por 1965 ganando la primera Vuelta. Un ícono, sí señor, pero ver cómo estos nuevos talentos lo igualan, e incluso lo superan en algunos aspectos, es simplemente tremendo. Este deporte ha evolucionado tanto que ya ni se compara, eh. Antes era maquinaresca pura y ahora tienes estrategias, tecnicismos… ¡una vara!
Desde temprano se respiraba tensión en el aire. El recorrido, con sus subidas empinadas y bajadas vertiginosas, puso a prueba la resistencia física y mental de los ciclistas. El calor pegó duro, diay, se sentía como estar dentro de un horno, pero los muchachos aguantaron firme. Así llegaban sudorosos pero con la cara llena de expectativa a Ciudad Neily. Uno se imaginaba el esfuerzo que implicaba llegar hasta ahí, moviéndose día tras día contra el viento y la gravedad.
Pero lo bueno vino al final. En los últimos kilómetros, Sebastián Calderón, un pana que viene cumpliendo a raudales, se soltó del pelotón y demostró tener temple de campeón. Sus compañeros, también jóvenes promesas, no se quedaron atrás, manteniendo un ritmo implacable que hizo temblar a los favoritos establecidos. La estrategia pura, aprovechando cada curva, cada rincón para ganar terreno. ¡Qué carga de potencia!
Y no solo los nacionales estaban presentes en este espectáculo. Una delegación de ciclistas estadounidenses, invitados especiales, llegaron a Costa Rica para participar en la Vuelta, y parecían encantados con la belleza de nuestros paisajes y la calidez de nuestra gente. Los vimos tomar fotos a cada rato, buscando capturar la esencia de este país. Que pena no poder llevarlos a ver Guanacaste, pero les aseguro que se habrían ido enamorados.
Lo más destacable de todo esto es la actitud positiva de los atletas. Después de la exigente etapa, se les veía relajados, disfrutando de una rica bebida fresca para reponer energías. ¡Una buena forma de refrescarse!, como dicen por acá. Más allá de la competencia, se percibía un ambiente de camaradería y respeto mutuo. Estos panas sí saben disfrutar de lo que hacen, y eso se nota en su desempeño.
Este cierre de etapa en Ciudad Neily no solo significó una victoria deportiva, sino también un impulso importante para el turismo local. La ciudad amaneció colmada de visitantes ansiosos por presenciar la llegada de los corredores. Los negocios locales se beneficiaron considerablemente, y la imagen de Costa Rica como destino turístico seguro y emocionante quedó aún más fortalecida. ¡Tremenda inyección económica para la zona!
En definitiva, La Vuelta a Costa Rica sigue siendo un evento deportivo de primer nivel que une al país y atrae la atención internacional. Pero esta edición, con el protagonismo indiscutible de los jóvenes pedalistas, nos deja una sensación de esperanza y entusiasmo por el futuro. Ahora me pregunto, ¿creemos que estos jóvenes tienen el potencial de competir a nivel mundial y traerle triunfos a Costa Rica, o necesitamos seguir invirtiendo en programas de desarrollo deportivo para impulsar su crecimiento?