Seamos honestos, maes. A veces uno lee noticias que lo dejan rascándose la jupa, pensando si lo que acaba de leer es un chiste de mal gusto o la pura y triste realidad. Bueno, la última vara con la Academia de Guardacostas cae de lleno en la segunda categoría, y la verdad, es para sentarse a llorar (o a reír, de la cólera). Resulta que el propio director de la Academia, un mae llamado Edson Rodríguez, se fue de lengua en la Asamblea Legislativa y destapó el despiche que tienen montado en una de las instituciones clave para pelear contra el narcotráfico en nuestras costas. Y no, no son habladas, el hombre llegó con números y con una frustración que se le notaba a kilómetros.
El primer tortón, el que de verdad no tiene ni pies ni cabeza, es que a alguien se le ocurrió la brillante idea de trasladar la Academia de Guardacostas de Golfito... a Guápiles. Lean eso otra vez. ¡De la costa al puro centro de la provincia de Limón, en tierra firme! El director lo puso en el mejor tico posible con una analogía que es un verdadero poema: "No conozco ninguna academia fuera de la costa. Esto es como entrenar una unidad canina, pero sin perros". ¡Diay! Es que es de lógica pura. Es como si a uno le dijeran que van a abrir la mejor escuela de surf de Tiquicia en San Isidro de El General. Quien sea que haya tomado esa decisión, con el ministro Mario Zamora a la cabeza, se jaló una torta monumental que roza lo absurdo y deja claro que de estrategia marítima, saben lo que yo sé de física cuántica.
Pero la cosa no para ahí. El desmantelamiento no fue solo geográfico. Desde 2019, la Academia ha perdido más del 60% de su personal. Pasaron de tener 16 funcionarios dándole brete a la formación de oficiales, a quedarse con solo seis pelagatos, incluyendo al director, que ahora tiene que hacerla de administrativo y hasta de conserje, me imagino. Con este panorama, el plan de formar a la gente que nos cuida las costas simplemente se fue al traste. Ya no es un debilitamiento, es prácticamente ponerle un candado a la puerta y tirar la llave al mar... un mar que, por cierto, ya no tienen cerca para practicar.
Y para ponerle la cereza a este pastel de despropósitos, está el tema de la plata. El director Rodríguez soltó otra bomba: antes, con el apoyo de Estados Unidos, manejaban tres programas de capacitación por un total de $146 mil. Un platal que servía para mantener la calidad de la formación. ¿Y ahora? Ahora el director dice que no tiene la menor idea de en qué se está usando esa plata. ¡Qué sal! Lo sacaron del baile, no le pasan ni un memo y lo único que sabe es lo que le cuentan. "Habría que preguntarles a los jerarcas qué ocurrió con esos fondos", tiró, con una mezcla de ironía y denuncia. La vara es que mientras los narcos se modernizan, nosotros parece que vamos en reversa, desarmando lo poco bueno que teníamos.
Al final, todo este enredo deja un sabor amargo. No es solo un recorte de presupuesto o una mala decisión administrativa. Es una seguidilla de acciones que, juntas, parecen un plan perfecto para dejar nuestras fronteras marítimas como un colador. El director lo dijo clarito: "Para mí, si esto no es desarmar, entonces no sé qué han hecho". Y uno, como ciudadano, se queda con una sensación de impotencia y un montón de preguntas en el aire. Porque mientras los de arriba juegan de estrategas en un escritorio, en el mar la historia es otra y los que pagan los platos rotos somos todos nosotros.
¿Ustedes qué creen, maes? ¿Esto es pura incompetencia, hay algo más turbio detrás de esta vara, o es simplemente que a nadie le importa dejar las costas desprotegidas? ¡Los leo!
El primer tortón, el que de verdad no tiene ni pies ni cabeza, es que a alguien se le ocurrió la brillante idea de trasladar la Academia de Guardacostas de Golfito... a Guápiles. Lean eso otra vez. ¡De la costa al puro centro de la provincia de Limón, en tierra firme! El director lo puso en el mejor tico posible con una analogía que es un verdadero poema: "No conozco ninguna academia fuera de la costa. Esto es como entrenar una unidad canina, pero sin perros". ¡Diay! Es que es de lógica pura. Es como si a uno le dijeran que van a abrir la mejor escuela de surf de Tiquicia en San Isidro de El General. Quien sea que haya tomado esa decisión, con el ministro Mario Zamora a la cabeza, se jaló una torta monumental que roza lo absurdo y deja claro que de estrategia marítima, saben lo que yo sé de física cuántica.
Pero la cosa no para ahí. El desmantelamiento no fue solo geográfico. Desde 2019, la Academia ha perdido más del 60% de su personal. Pasaron de tener 16 funcionarios dándole brete a la formación de oficiales, a quedarse con solo seis pelagatos, incluyendo al director, que ahora tiene que hacerla de administrativo y hasta de conserje, me imagino. Con este panorama, el plan de formar a la gente que nos cuida las costas simplemente se fue al traste. Ya no es un debilitamiento, es prácticamente ponerle un candado a la puerta y tirar la llave al mar... un mar que, por cierto, ya no tienen cerca para practicar.
Y para ponerle la cereza a este pastel de despropósitos, está el tema de la plata. El director Rodríguez soltó otra bomba: antes, con el apoyo de Estados Unidos, manejaban tres programas de capacitación por un total de $146 mil. Un platal que servía para mantener la calidad de la formación. ¿Y ahora? Ahora el director dice que no tiene la menor idea de en qué se está usando esa plata. ¡Qué sal! Lo sacaron del baile, no le pasan ni un memo y lo único que sabe es lo que le cuentan. "Habría que preguntarles a los jerarcas qué ocurrió con esos fondos", tiró, con una mezcla de ironía y denuncia. La vara es que mientras los narcos se modernizan, nosotros parece que vamos en reversa, desarmando lo poco bueno que teníamos.
Al final, todo este enredo deja un sabor amargo. No es solo un recorte de presupuesto o una mala decisión administrativa. Es una seguidilla de acciones que, juntas, parecen un plan perfecto para dejar nuestras fronteras marítimas como un colador. El director lo dijo clarito: "Para mí, si esto no es desarmar, entonces no sé qué han hecho". Y uno, como ciudadano, se queda con una sensación de impotencia y un montón de preguntas en el aire. Porque mientras los de arriba juegan de estrategas en un escritorio, en el mar la historia es otra y los que pagan los platos rotos somos todos nosotros.
¿Ustedes qué creen, maes? ¿Esto es pura incompetencia, hay algo más turbio detrás de esta vara, o es simplemente que a nadie le importa dejar las costas desprotegidas? ¡Los leo!