¡Ay, Dios mío! Resulta que el brete de lanzar miles y miles de satélites al espacio, como si fueran chunches nuevos, nos va a salir caro. Astrónomos de la NASA, esos güeyes que andan mirando las estrellas día y noche, están echándose unas buenas pelas de preocupación porque toda esa cacharrería en órbita va a opacar las fotos que toman con los telescopios. ¿Se imaginan perderse un cometa espectacular solo porque un satélite le tapa la vista? ¡Qué sal!
Según un estudio que publicaron en la revista Nature, la cosa está fea. Desde el 2019, la cantidad de satélites dando vueltas alrededor de la Tierra se disparó de 2.000 a unos 15.000. Y si siguen así, para el 2040 vamos a tener, ojo cuantas, ¡unos 560.000! Eso sí que es una barbaridad, mi pana. Como que vamos a tener más cosas hechas por nosotros arriba que estrellas. Quién lo diría.
Alejandro Borlaff, que es el nombre del científico de la NASA que está liderando este panorama, dice que esto representa una amenaza bien seria para los telescopios espaciales. Imagínate, él mismo lo dijo, a la AFP. Estos aparatos necesitan cielos limpios y oscuros para hacer sus observaciones, pero con tanta luz rebotando en esos satélites, las fotos van a quedar arruinadas. Se complica buscar asteroídes peligrosos, identificar galaxias lejanas... ¡todo se pone más complicado!
Para demostrar cómo se pondrían las cosas, los investigadores hicieron unas simulaciones usando cuatro telescopios diferentes. Los resultados fueron escalofriantes: el 96% de las imágenes del SPHEREx de la NASA, del futurista telescopio europeo ARRAKIHS y del telescopio chino Xuntian estarían afectadas. Incluso el viejo pero sabroso Hubble, ese que ya tiene sus años, vería alterado un tercio de sus tomas. ¡Imagínese la frustración de los científicos al intentar trabajar con eso!
Y ni hablar de la importancia de estas investigaciones. No se trata solamente de ver bonitas fotitos del universo, sino de descubrir cosas que pueden ayudarnos a entender nuestro lugar en el cosmos, a proteger la Tierra de posibles amenazas... Por ejemplo, encontrar asteroides que pudieran venir hacia nosotros. Un asteroide pareciéndose a un satélite… ¡Qué torta! ¿Cómo vas a diferenciar cuál es cuál si ambos brillan igual?
Ahora, la pregunta es: ¿quién está detrás de este festival de satélites? Pues la mayoría, casi tres cuartas partes, son del sistema Starlink de Elon Musk. Sí, el mismo Elon Musk que anda buscando colonizar Marte. Pero, atención, dicen que en unos 20 años, Starlink no tendrá ni siquiera el 10% del total de satélites en órbita. Van a haber otras empresas uniéndose a la fiesta espacial, empeñándose por meter sus propios satélites. Una carrera armamentista cósmica, vaya.
Lo ideal, según Borlaff, sería que todas estas compañías dieran datos precisos sobre dónde están sus satélites, qué tan brillantes son y qué color tienen. Así, los operadores de los telescopios podrían planear sus observaciones evitando esas interferencias. Pero, claro, ¿cuánto creen que van a colaborar? Con tanto negocio y competencia, lo más probable es que prefieran seguir lanzando satélites sin preocuparse por las consecuencias. Además, esta locura por los satélites está ligada a otra cosa: la inteligencia artificial. Necesitan muchísima energía y ancho de banda, y los satélites ayudan a proveerlo. ¡Qué nivel!
En fin, mi gente, la cosa está complicada. Parece que nuestra afición por llenar el cielo con tecnología va a impedirnos disfrutar de la belleza del universo. Así que pregunto yo: ¿cree usted que deberíamos regular más estrictamente el lanzamiento de satélites para proteger nuestras vistas del espacio y permitir que los científicos hagan su trabajo? ¿O estamos dispuestos a sacrificar la exploración científica por el avance tecnológico? ¡Dejen sus opiniones abajo!
Según un estudio que publicaron en la revista Nature, la cosa está fea. Desde el 2019, la cantidad de satélites dando vueltas alrededor de la Tierra se disparó de 2.000 a unos 15.000. Y si siguen así, para el 2040 vamos a tener, ojo cuantas, ¡unos 560.000! Eso sí que es una barbaridad, mi pana. Como que vamos a tener más cosas hechas por nosotros arriba que estrellas. Quién lo diría.
Alejandro Borlaff, que es el nombre del científico de la NASA que está liderando este panorama, dice que esto representa una amenaza bien seria para los telescopios espaciales. Imagínate, él mismo lo dijo, a la AFP. Estos aparatos necesitan cielos limpios y oscuros para hacer sus observaciones, pero con tanta luz rebotando en esos satélites, las fotos van a quedar arruinadas. Se complica buscar asteroídes peligrosos, identificar galaxias lejanas... ¡todo se pone más complicado!
Para demostrar cómo se pondrían las cosas, los investigadores hicieron unas simulaciones usando cuatro telescopios diferentes. Los resultados fueron escalofriantes: el 96% de las imágenes del SPHEREx de la NASA, del futurista telescopio europeo ARRAKIHS y del telescopio chino Xuntian estarían afectadas. Incluso el viejo pero sabroso Hubble, ese que ya tiene sus años, vería alterado un tercio de sus tomas. ¡Imagínese la frustración de los científicos al intentar trabajar con eso!
Y ni hablar de la importancia de estas investigaciones. No se trata solamente de ver bonitas fotitos del universo, sino de descubrir cosas que pueden ayudarnos a entender nuestro lugar en el cosmos, a proteger la Tierra de posibles amenazas... Por ejemplo, encontrar asteroides que pudieran venir hacia nosotros. Un asteroide pareciéndose a un satélite… ¡Qué torta! ¿Cómo vas a diferenciar cuál es cuál si ambos brillan igual?
Ahora, la pregunta es: ¿quién está detrás de este festival de satélites? Pues la mayoría, casi tres cuartas partes, son del sistema Starlink de Elon Musk. Sí, el mismo Elon Musk que anda buscando colonizar Marte. Pero, atención, dicen que en unos 20 años, Starlink no tendrá ni siquiera el 10% del total de satélites en órbita. Van a haber otras empresas uniéndose a la fiesta espacial, empeñándose por meter sus propios satélites. Una carrera armamentista cósmica, vaya.
Lo ideal, según Borlaff, sería que todas estas compañías dieran datos precisos sobre dónde están sus satélites, qué tan brillantes son y qué color tienen. Así, los operadores de los telescopios podrían planear sus observaciones evitando esas interferencias. Pero, claro, ¿cuánto creen que van a colaborar? Con tanto negocio y competencia, lo más probable es que prefieran seguir lanzando satélites sin preocuparse por las consecuencias. Además, esta locura por los satélites está ligada a otra cosa: la inteligencia artificial. Necesitan muchísima energía y ancho de banda, y los satélites ayudan a proveerlo. ¡Qué nivel!
En fin, mi gente, la cosa está complicada. Parece que nuestra afición por llenar el cielo con tecnología va a impedirnos disfrutar de la belleza del universo. Así que pregunto yo: ¿cree usted que deberíamos regular más estrictamente el lanzamiento de satélites para proteger nuestras vistas del espacio y permitir que los científicos hagan su trabajo? ¿O estamos dispuestos a sacrificar la exploración científica por el avance tecnológico? ¡Dejen sus opiniones abajo!