¡Ay, Dios mío! Otra vez tenemos que hablar de las mismas chinacas. Resulta que, a pesar de todos los planes y promesas, seguimos atascados en cinco puntos clave de la Gran Área Metropolitana (GAM) que se convierten en ríos cada vez que llueve un poquito. Ya saben, la famosa lluvia tropical que le encanta a algunos, pero que a nosotros nos deja varados y apurados.
La verdad es que esto ya no es novedad. Algunos de estos rincones llevan años siendo un dolor de cabeza para los capitalinos. Otros, lamentablemente, son incorporaciones recientes, como si hubieran construido cosas sin pensar ni un segundo en cómo iba a ir el agua. Parece que a veces se les olvida que vivimos en un país bendecido con agua, sí, pero también propenso a las inundaciones.
Hablamos de la General Cañas, claro. Esa carretera que une San José con Alajuela, allá por donde va uno camino al Pacífico, siempre es un drama cuando se arma la tromba. Luego tenemos la Calle Morenos, un lugar donde parece que el asfalto decide convertirse en piscina olímpica. Y no podemos olvidarnos del cruce de Figueres en Curridabat, que se pone peor que la suegra cuando te andas de medio.
Pero la cosa no termina ahí. Ahora sumamos la Circunvalación norte, una obra relativamente nueva que ya está demostrando sus fisuras. ¡Imagínense!, una carretera recién hecha, llena de charcos. Y para rematar, tenemos el sector frente a la Facultad de Derecho de la UCR, bajo el viaducto de la Circunvalación. Un espectáculo digno de documental, pero nadie quiere vivirlo en carne propia, diay.
Según los expertos del Lanamme (Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales), no es que nos cayó un meteorito, sino que hay varios factores que contribuyen a estas inundaciones. Cambios en el entorno, infraestructura antigua que no soporta las nuevas condiciones climáticas... La lista es larga. Por ejemplo, la General Cañas, desde el 2007, se ha convertido en una laguna cuando se arma el aguacero. Dicen que los problemas principales son dos alcantarillas que simplemente no dan abasto.
Y luego están las omisiones en los diseños. Roberto Villalobos, ingeniero del Lanamme, lo dejó bien claro: en la Circunvalación norte, “hay omisiones en el diseño de los tragantes, la geometría no es la mejor”. Eso significa que cuando llueve, el agua no tiene por dónde ir y se queda acumulada. ¡Y qué decir de la basura! Una verdadera plaga que obstruye los tragantes y empeora la situación. Parece que la gente piensa que las calles son basureros, ¡qué pena!
Sin embargo, no todo está perdido. Hay ejemplos de éxito, como el caso de Bajo Los Ledezma en San José, donde construyeron un puente más alto y ahora no hay inundaciones. Eso demuestra que, con inversión y planificación adecuada, se pueden solucionar estos problemas. Ahora mismo, la CNE (Comisión Nacional de Emergencias) está recibiendo informes de estos eventos, lo cual puede ayudar a priorizar las inversiones y mejorar la gestión del riesgo. Están trabajando en incorporar el factor climático en el diseño de la infraestructura, para que las futuras obras sean más resilientes y aguanten los chaparrones.
Al final del día, la pregunta que me hago es: ¿hasta cuándo vamos a seguir soportando estos inconvenientes? ¿Será que necesitamos una revolución vial para arreglar estas chinacas o seguiremos viendo cómo nuestras calles se convierten en lagunas cada vez que llueve? Compartan sus opiniones, ¿creen que las autoridades realmente le están tomando importancia a este problema?
La verdad es que esto ya no es novedad. Algunos de estos rincones llevan años siendo un dolor de cabeza para los capitalinos. Otros, lamentablemente, son incorporaciones recientes, como si hubieran construido cosas sin pensar ni un segundo en cómo iba a ir el agua. Parece que a veces se les olvida que vivimos en un país bendecido con agua, sí, pero también propenso a las inundaciones.
Hablamos de la General Cañas, claro. Esa carretera que une San José con Alajuela, allá por donde va uno camino al Pacífico, siempre es un drama cuando se arma la tromba. Luego tenemos la Calle Morenos, un lugar donde parece que el asfalto decide convertirse en piscina olímpica. Y no podemos olvidarnos del cruce de Figueres en Curridabat, que se pone peor que la suegra cuando te andas de medio.
Pero la cosa no termina ahí. Ahora sumamos la Circunvalación norte, una obra relativamente nueva que ya está demostrando sus fisuras. ¡Imagínense!, una carretera recién hecha, llena de charcos. Y para rematar, tenemos el sector frente a la Facultad de Derecho de la UCR, bajo el viaducto de la Circunvalación. Un espectáculo digno de documental, pero nadie quiere vivirlo en carne propia, diay.
Según los expertos del Lanamme (Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales), no es que nos cayó un meteorito, sino que hay varios factores que contribuyen a estas inundaciones. Cambios en el entorno, infraestructura antigua que no soporta las nuevas condiciones climáticas... La lista es larga. Por ejemplo, la General Cañas, desde el 2007, se ha convertido en una laguna cuando se arma el aguacero. Dicen que los problemas principales son dos alcantarillas que simplemente no dan abasto.
Y luego están las omisiones en los diseños. Roberto Villalobos, ingeniero del Lanamme, lo dejó bien claro: en la Circunvalación norte, “hay omisiones en el diseño de los tragantes, la geometría no es la mejor”. Eso significa que cuando llueve, el agua no tiene por dónde ir y se queda acumulada. ¡Y qué decir de la basura! Una verdadera plaga que obstruye los tragantes y empeora la situación. Parece que la gente piensa que las calles son basureros, ¡qué pena!
Sin embargo, no todo está perdido. Hay ejemplos de éxito, como el caso de Bajo Los Ledezma en San José, donde construyeron un puente más alto y ahora no hay inundaciones. Eso demuestra que, con inversión y planificación adecuada, se pueden solucionar estos problemas. Ahora mismo, la CNE (Comisión Nacional de Emergencias) está recibiendo informes de estos eventos, lo cual puede ayudar a priorizar las inversiones y mejorar la gestión del riesgo. Están trabajando en incorporar el factor climático en el diseño de la infraestructura, para que las futuras obras sean más resilientes y aguanten los chaparrones.
Al final del día, la pregunta que me hago es: ¿hasta cuándo vamos a seguir soportando estos inconvenientes? ¿Será que necesitamos una revolución vial para arreglar estas chinacas o seguiremos viendo cómo nuestras calles se convierten en lagunas cada vez que llueve? Compartan sus opiniones, ¿creen que las autoridades realmente le están tomando importancia a este problema?