¡Ay, Dios mío, qué vaina! Justo cuando pensábamos que habíamos zafado de la inflación negativa, los precios de la comida nos están dando un susto de campeonato. Parece mentira que hace unos meses estuviéramos quejándonos porque todo estaba barato, ahora resulta que hasta el pan francés se nos va de las manos. Según el IICE de la UCR, aunque la inflación general sigue siendo más bien relajada, la presión en los alimentos y bebidas está haciendo temblar el bolsillo de to’los.
El reporte trimestral del IICE-UCR nos explica que, desde abril de este año, la inflación general ha ido decayendo, llegando a un -0,38% en octubre pasado. Eso suena bueno, ¿verdad? Pero ojo, porque la inflación subyacente –la que deja fuera los alimentos, los combustibles y esas cositas que el gobierno regula– apenas ha andado moviéndose en 0,13%. La clave está en entender que mientras algunas cosas bajan, otras suben, y precisamente los alimentos y bebidas son los que están poniendo el grito en el cielo.
Y eso no es cuento. Ese mismo octubre, los servicios y justamente la comida y bebida le estaban echando gasolina a la inflación, sumando 0,27 puntos porcentuales y 0,04 puntos porcentuales, respectivamente. Mientras tanto, los bienes y el transporte, en vez de ayudar, estaban frenándola, restando un total de -0,68 puntos porcentuales. Es como si estuvieramos en una pelea de gallos donde la comida es el gallo más bravo.
Para darle más sabor a la cosa, fíjate que en octubre del año pasado, los alimentos y bebidas estaban ayudando a bajar la inflación, restando -0,35 puntos porcentuales. Ahora, ¡de pronto!, están colaborando para subirla con esos 0,04 puntos porcentuales. Parece que el mundo se puso loco, diay.
Y ni hablar de noviembre, que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) dio un brinco de 0,47%, ¡el número más alto que hemos visto en todo el año! La información y comunicación, junto con los alimentos y bebidas no alcohólicas, fueron las que más influyeron en este aumento. Esto ya es pa’ ponerle atención, porque si seguimos así, vamos a estar comiendo frijoles con agua, créeme.
Según Daniel Ortiz, de Consejeros Económicos y Financieros (Cefsa), esta situación pega duro a los más necesitados, porque para ellos, la comida representa un pedazo importante de sus gastos mensuales. Él dice que la inflación negativa no quiere decir que estamos ahorrando, sino que hay cosas que suben y otras que bajan, y que los de arriba se benefician más de estas bajadas que vienen de productos importados. Como siempre, la cosa está chueca, maé.
Además, Ortiz nos recuerda que la canasta básica, aunque ha bajado un poco en las ciudades y el campo, todavía está 20% por encima de lo que costaba antes de la pandemia. ¡Veinte por ciento! Eso significa que tenemos que trabajar el doble para comprar lo mínimo indispensable. Parece que la recuperación económica anda medio dormilona y los efectos de la pandemia siguen golpeando nuestros bolsillos. Con estos precios, ¡hasta el gandulillo se pone caro!
Los expertos del IICE-UCR esperan que la inflación se mantenga por debajo del 2% en los próximos meses, pero a este ritmo, yo creo que nos vamos a llevar otra sorpresa. Muchos negocios piensan que los precios seguirán aumentando, y eso no es buen augurio para nadie. Por cierto, ¿ustedes qué opinan? Con esta subida de precios, ¿creen que el gobierno debería tomar medidas urgentes para proteger a los consumidores más vulnerables o deberíamos acostumbrarnos a vivir con menos?
El reporte trimestral del IICE-UCR nos explica que, desde abril de este año, la inflación general ha ido decayendo, llegando a un -0,38% en octubre pasado. Eso suena bueno, ¿verdad? Pero ojo, porque la inflación subyacente –la que deja fuera los alimentos, los combustibles y esas cositas que el gobierno regula– apenas ha andado moviéndose en 0,13%. La clave está en entender que mientras algunas cosas bajan, otras suben, y precisamente los alimentos y bebidas son los que están poniendo el grito en el cielo.
Y eso no es cuento. Ese mismo octubre, los servicios y justamente la comida y bebida le estaban echando gasolina a la inflación, sumando 0,27 puntos porcentuales y 0,04 puntos porcentuales, respectivamente. Mientras tanto, los bienes y el transporte, en vez de ayudar, estaban frenándola, restando un total de -0,68 puntos porcentuales. Es como si estuvieramos en una pelea de gallos donde la comida es el gallo más bravo.
Para darle más sabor a la cosa, fíjate que en octubre del año pasado, los alimentos y bebidas estaban ayudando a bajar la inflación, restando -0,35 puntos porcentuales. Ahora, ¡de pronto!, están colaborando para subirla con esos 0,04 puntos porcentuales. Parece que el mundo se puso loco, diay.
Y ni hablar de noviembre, que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) dio un brinco de 0,47%, ¡el número más alto que hemos visto en todo el año! La información y comunicación, junto con los alimentos y bebidas no alcohólicas, fueron las que más influyeron en este aumento. Esto ya es pa’ ponerle atención, porque si seguimos así, vamos a estar comiendo frijoles con agua, créeme.
Según Daniel Ortiz, de Consejeros Económicos y Financieros (Cefsa), esta situación pega duro a los más necesitados, porque para ellos, la comida representa un pedazo importante de sus gastos mensuales. Él dice que la inflación negativa no quiere decir que estamos ahorrando, sino que hay cosas que suben y otras que bajan, y que los de arriba se benefician más de estas bajadas que vienen de productos importados. Como siempre, la cosa está chueca, maé.
Además, Ortiz nos recuerda que la canasta básica, aunque ha bajado un poco en las ciudades y el campo, todavía está 20% por encima de lo que costaba antes de la pandemia. ¡Veinte por ciento! Eso significa que tenemos que trabajar el doble para comprar lo mínimo indispensable. Parece que la recuperación económica anda medio dormilona y los efectos de la pandemia siguen golpeando nuestros bolsillos. Con estos precios, ¡hasta el gandulillo se pone caro!
Los expertos del IICE-UCR esperan que la inflación se mantenga por debajo del 2% en los próximos meses, pero a este ritmo, yo creo que nos vamos a llevar otra sorpresa. Muchos negocios piensan que los precios seguirán aumentando, y eso no es buen augurio para nadie. Por cierto, ¿ustedes qué opinan? Con esta subida de precios, ¿creen que el gobierno debería tomar medidas urgentes para proteger a los consumidores más vulnerables o deberíamos acostumbrarnos a vivir con menos?