¡Ay, Dios mío! La tranquilidad matutina en Santo Domingo de Heredia se fue al diablo este viernes cuando recibieron una llamada que puso a temblar a propios y extraños: una amenaza de bomba en el Liceo de Santo Domingo. Imagínate el jale, mae, padres llegando corriendo, estudiantes sacándose de encima la flojera y todos buscando dónde meterse.
Según nos cuentan desde el centro educativo, que andan bien activos en sus redes sociales – porque ahora sí que le ponen empeño a la comunicación con los padres – la escuela tuvo que activar el protocolo de seguridad. No se anduvieron con rodeos, la voz de alerta salió volando y los muchachos tuvieron que salir pitando hacia el polideportivo. El rumor corrió como reguero de pólvora por todo el barrio, imagínate la preocupación de la gente.
“Debido a la notificación de una amenaza de bomba se realiza el protocolo para la salida de nuestros estudiantes al polideportivo de Santo Domingo, se les solicita a los padres de familia retirarlos en este lugar”, rezaba el mensaje en Facebook. Un mensaje claro y conciso, aunque dejando a muchos con la duda de qué estaba pasando realmente. Algunos dicen que fue un aviso anónimo hecho con pura intención de armarle tremendo brete a la comunidad educativa.
Hasta el momento, las autoridades no han dado mucha información, pero parece que están revisando toda la zona. Dicen que hay personal de Seguridad Pública y expertos en explosivos peinando cada rincón del liceo, así que ahí se van gastando los chunches buscando cualquier cosa sospechosa. Lo bueno es que hasta ahora nadie ha resultado herido, eso sí que es un alivio, vamos.
Lo que más preocupa es el impacto emocional que esto puede dejar en los estudiantes. Piensa nomás, tener que abandonar la escuela de repente, sin saber si va a pasar algo grave… ¡Uf! Seguro algunos estarán con el corazón en la boca, otros tratando de hacerle caso omiso, pero todos afectados de alguna manera. Ya saben cómo son los jóvenes, unos intentarán quitarle importancia con unas bromitas, pero seguramente hay quienes estarán pensando en lo peor.
Este tipo de situaciones, además de causar pánico, nos recuerdan la importancia de la seguridad escolar. Se necesita más inversión en sistemas de vigilancia, protocolos claros y, sobre todo, capacitación para el personal docente y administrativo. No podemos seguir viviendo siempre con el miedo de que algo así pueda ocurrir. Y hablando de eso, ¿cuántos liceos tienen realmente simulacros contra emergencias de forma regular?
Más allá de la investigación policial, que espero que salga a la luz pronto y agarren al responsable – porque esto no es ningún juego, ¡qué barbaridad! –, esta experiencia debería servirnos para reflexionar sobre la salud mental de nuestros jóvenes. ¿Quién sabe qué problemas podrían estar detrás de un acto como este? Tal vez alguien necesitaba llamar la atención, tal vez estaba sintiéndose frustrado o aislado... En fin, hay que echarle ojo a estos temas, pues parecen ir de menos a más.
Ahora la pregunta que queda flotando en el aire es: ¿Cómo manejaremos este tipo de incidentes en el futuro para evitar que afecten tanto a la comunidad estudiantil y a sus familias? ¿Deberíamos invertir más recursos en programas de prevención y apoyo psicológico en nuestras escuelas, o enfocarnos principalmente en mejorar la seguridad física de las instalaciones? ¡Déjanos tus opiniones en los comentarios!
Según nos cuentan desde el centro educativo, que andan bien activos en sus redes sociales – porque ahora sí que le ponen empeño a la comunicación con los padres – la escuela tuvo que activar el protocolo de seguridad. No se anduvieron con rodeos, la voz de alerta salió volando y los muchachos tuvieron que salir pitando hacia el polideportivo. El rumor corrió como reguero de pólvora por todo el barrio, imagínate la preocupación de la gente.
“Debido a la notificación de una amenaza de bomba se realiza el protocolo para la salida de nuestros estudiantes al polideportivo de Santo Domingo, se les solicita a los padres de familia retirarlos en este lugar”, rezaba el mensaje en Facebook. Un mensaje claro y conciso, aunque dejando a muchos con la duda de qué estaba pasando realmente. Algunos dicen que fue un aviso anónimo hecho con pura intención de armarle tremendo brete a la comunidad educativa.
Hasta el momento, las autoridades no han dado mucha información, pero parece que están revisando toda la zona. Dicen que hay personal de Seguridad Pública y expertos en explosivos peinando cada rincón del liceo, así que ahí se van gastando los chunches buscando cualquier cosa sospechosa. Lo bueno es que hasta ahora nadie ha resultado herido, eso sí que es un alivio, vamos.
Lo que más preocupa es el impacto emocional que esto puede dejar en los estudiantes. Piensa nomás, tener que abandonar la escuela de repente, sin saber si va a pasar algo grave… ¡Uf! Seguro algunos estarán con el corazón en la boca, otros tratando de hacerle caso omiso, pero todos afectados de alguna manera. Ya saben cómo son los jóvenes, unos intentarán quitarle importancia con unas bromitas, pero seguramente hay quienes estarán pensando en lo peor.
Este tipo de situaciones, además de causar pánico, nos recuerdan la importancia de la seguridad escolar. Se necesita más inversión en sistemas de vigilancia, protocolos claros y, sobre todo, capacitación para el personal docente y administrativo. No podemos seguir viviendo siempre con el miedo de que algo así pueda ocurrir. Y hablando de eso, ¿cuántos liceos tienen realmente simulacros contra emergencias de forma regular?
Más allá de la investigación policial, que espero que salga a la luz pronto y agarren al responsable – porque esto no es ningún juego, ¡qué barbaridad! –, esta experiencia debería servirnos para reflexionar sobre la salud mental de nuestros jóvenes. ¿Quién sabe qué problemas podrían estar detrás de un acto como este? Tal vez alguien necesitaba llamar la atención, tal vez estaba sintiéndose frustrado o aislado... En fin, hay que echarle ojo a estos temas, pues parecen ir de menos a más.
Ahora la pregunta que queda flotando en el aire es: ¿Cómo manejaremos este tipo de incidentes en el futuro para evitar que afecten tanto a la comunidad estudiantil y a sus familias? ¿Deberíamos invertir más recursos en programas de prevención y apoyo psicológico en nuestras escuelas, o enfocarnos principalmente en mejorar la seguridad física de las instalaciones? ¡Déjanos tus opiniones en los comentarios!
